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Cristina se radicaliza porque ve venir un fallo que la condenará por corrupta
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Cristina se radicaliza porque ve venir un fallo que la condenará por corrupta

Cristina Kirchner nunca tuvo límites para usar las instituciones para tener impunidad, pero nunca llegó tan lejos. Eso marca su desesperación y su radicalización, pero también que está dispuesta a todo mientras tenga poder.

Cristina arrastra a las instituciones a su guerra contra la justicia porque siempre se trató de eso: de zafar de sus causas, aunque tenga que llevar al propio Senado al borde de la comisión de delito, como lo es desobedecer un fallo de la Corte.

No es la primera vez que Cristina Kirchner usa las instituciones para escudar su impunidad. Ya lo hizo con la mismísima presidencia cuando eligió a Alberto Fernandez para ser su candidato, para luego socavar su poder a fin de gobernar ella, aunque eso supusiera menospreciar no sólo la jerarquía constitucional sino también la elección ciudadana.

Y ahora pasa lo mismo. Cuando la vicepresidenta trampea la designación de quien ocupará el Consejo de la Magistratura, le hace trampa ni más ni menos que al voto popular. Porque el reparto de lugares en el organismo que designa a los jueces está basado en lo que votaron los ciudadanos, no en minorías forzadas para quedarse con la silla. Y la gente en la elección de 2021 eligió como segunda minoría al Pro, un partido de la oposición.

Cristina se radicaliza porque necesita manchar a la Justicia y vincularla con la oposición a toda costa en un gran complot contra ella para intentar bajarle el precio a las decisiones judiciales en su contra. Cristina se radicaliza porque ve venir un fallo que la condenará por corrupta. Necesita quitarle credibilidad porque se convertirá en una sentencia. Y por eso tampoco duda en usar políticamente hasta el atentado en su contra forzando pruebas contra la oposición en el intento de asesinato contra su persona. Y si no puede controlar la investigación de la jueza que lleva adelante la causa, mancharla, recusarla, presionarla. Ningún ejemplo mejor que el del hostigamiento a la jueza Capuchetti para entender el rol que la vicepresidenta le otorga a la justicia: quiere jueces que le obedezcan, que controle, que manipule.

A Cristina no le importa llevarse todo puesto si es necesario para conseguir sus fines: y todo es todo. La designación de un presidente fallido y de un gobierno en interna perpetua le está costando al país una crisis dramática. Todos estos ardides no quedan en un plano de pelea política, redundan en el uso de todo un gobierno como escudo de los delitos que le investigan aunque la factura la pague la sociedad toda en las consecuencias de un gobierno desastroso donde se sacan los ojos por el poder y las cajas, sin importarles encontrar solución a los problemas reales.

Cristina Kirchner no sólo es responsable de la inflación al 100% y de la pobreza de medio país sino también de convertir esta miseria en un pantano sin salida con tal de mantener su dominio. Y ese mismo guión es el que seguirá poniendo en escena hoy en el acto por el día de la militancia en el que se compara con Perón cuando volvió al país, como si olvidara el desastre que vino después. La elección de la fecha y los paralelos entre Perón vuelve y Cristina vuelve, hasta parecen un acto fallido en medio de las internas encarnizadas.

El juego de la vicepresidenta quedó tan al descubierto que ya no puede apelar ni al relato porque la gente no da más y a ella no le importa absolutamente nada. El país está fundido y la madre de este desastre no sólo no se hace cargo, sino que arremete.

Pero es una Cristina desesperada, aislada, y con la peor imagen de su carrera política la que hace este acto final. No pudo ni desde el poder evitar que le alcanzara la mano de la Justicia por hechos de corrupción sin antecedentes en su escala. No pudo someter al poder judicial, no pudo quedarse con el Consejo de la Magistratura, no pudo dominar a los fiscales, y no pudo tirar a la Corte. Lo intentó todo pero el freno ya estaba puesto por los votos. Porque en 2021 el peronismo hizo su peor elección histórica y 7 de cada 10 votaron en contra. Ese es el escenario que la dejó impotente para sus objetivos autoritarios y el que la enfurece, pero también la aterra, porque sabe definitivamente que todo puede ser peor en la elección que viene.

Nadie puede afirmar que Cristina Fernández no arremeterá con toda su capacidad de daño hasta el final. Pero tampoco que este nivel de tensión institucional sólo prueba todo el poder que no tuvo para hacer lo que se le canta. Y el peronismo que fue funcional a todas sus tropelías por su incapacidad de generar liderazgos que la superen también pagará con su decadencia. Si en las elecciones pasadas los votaron 3 de cada 10, en las que vienen el número aparece todavía peor.

Los argentinos ya ni miran la escena de descomposición que baja desde el poder. Y no es extraño. Hace tiempo que Cristina Kirchner no mira la tragedia de la gente, porque sólo tiene ojos para ella misma. Cristina no vuelve, Cristina ya volvió y el desastre de su regreso al poder, está a la vista. No necesita de fallos ni de encuestas, se sufre todos los días en la calle.

 

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