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Crímenes de guerra: ¿Putin está atacando a civiles en Ucrania?
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Crímenes de guerra: ¿Putin está atacando a civiles en Ucrania?

Por William M. Arkin, de Newsweek 

 

Mientras Ucrania afirma que Rusia ha cometido unos 25.000 crímenes de guerra, más de una docena de organizaciones están abocadas a elaborar acusaciones que esperan que eventualmente lleven a soldados, comandantes e incluso a Vladimir Putin ante los tribunales.

A primera vista, la mayoría de estos son casos evidentes y notables: homicidios ilegítimos, ejecuciones sumarias, detenciones forzadas, deportaciones y “desapariciones” de civiles, torturas y agresiones sexuales. Pero, en el caso del bombardeo a Ucrania, establecer la base de los crímenes de guerra es mucho más difícil.
Newsweek examinó los 25 principales incidentes de muertes de civiles durante la guerra. Esta investigación de dos meses encontró que hay algo de verdad en la afirmación de Moscú de que no está atacando intencionalmente a los civiles. Los rusos han bombardeado áreas civiles en las ciudades donde la lucha terrestre ha sido más intensa, como Mariupol, Kharkiv y Severodonetsk, por nombrar sólo algunas.+

Los bombardeos con efectos indiscriminados son un crimen de guerra, pero en los 25 incidentes que Newsweek examinó los hechos sobre el terreno son mucho más confusos. Si estos incidentes, que suman unas 1.100 muertes de civiles, son o no crímenes de guerra es un asunto de los tribunales. La conclusión de Newsweek es que ninguno de los casos califica inequívocamente.

¿Rusia está matando intencionalmente a civiles? Incluso plantear esta pregunta parece indignante, dado el alcance del derramamiento de sangre y los numerosos ataques contra hospitales, escuelas, viviendas y centros comerciales que se han informado. Pero Newsweek descubrió que determinar por qué se bombardearon tales objetivos revela una narrativa más compleja. En la mayoría de estos incidentes, los objetivos rusos apuntados eran de naturaleza militar. Y hay muchos casos en los que murieron civiles porque las armas, tanto rusas como ucranianas, simplemente no funcionaron.

Las autoridades ucranianas le confiaron a Newsweek que actualmente están investigando como crímenes de guerra alrededor de 5.000 casos de daños a objetos civiles; 2.000 muertes y lesiones ilegales de civiles; y 166 denuncias de tortura. La Oficina del Fiscal General ha identificado a unos 600 sospechosos de crímenes de guerra rusos, casi todos ellos soldados que están acusados de todo: desde violación y tortura hasta asesinato.
Sin embargo, para ser estrictamente justos –y por polémico que sea señalarlo–, Ucrania también ha desempeñado un papel en las bajas civiles, colocando constantemente sus fuerzas militares dentro de áreas urbanas o atacando a las fuerzas rusas cuando están haciendo lo mismo, es decir, una consecuencia casi inevitable de luchar contra los invasores en una ciudad superpoblada.

Nada de esto es para culpar a Ucrania o justificar la guerra de Rusia, o el comportamiento de sus soldados en el terreno, o su estilo de guerra de misiles y artillería que, en cierto modo, fue intrínsecamente indiscriminado. Sin embargo, es difícil establecer la intención rusa de matar civiles. Incluso cuando Estados Unidos y la OTAN redoblan sus esfuerzos (y aumentan sus presupuestos) para prepararse para una gran guerra en Europa, los políticos, los medios y el público ignoran la destructividad de una guerra terrestre, confundiendo sus muchos efectos inevitables con “crímenes de guerra”. La creencia errónea de que la tragedia civil en Ucrania es únicamente el resultado del diseño ruso sólo hace que nuestra comprensión de las guerras futuras sea más difícil.

¿QUÉ ES UN CRÍMEN DE GUERRA?
El 27 de junio, un misil ruso se estrelló contra el centro comercial Amstor, en la ciudad industrial central de Kremenchuk, matando a 21 civiles e hiriendo a otros 100. La respuesta fue electrizante. El presidente Volodomyr Zelensky dijo que Rusia estaba en una “fiesta de asesinatos” y lo calificó como “uno de los ataques terroristas más osados en la historia europea”. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo llamó “abominación”. Los líderes del G7, reunidos entonces en Alemania, emitieron una declaración conjunta: “Los ataques indiscriminados contra civiles inocentes constituyen un crimen de guerra”. Y agregaron: “Putin y los responsables tendrán que rendir cuentas”.

El derecho internacional impone límites al comportamiento en la guerra, incluso los tipos de armas que se pueden utilizar y cómo se pueden usar. Las normas generales, contenidas en la Convención de Ginebra y otros tratados y acuerdos, giran en torno a la obligación de distinguir entre objetivos militares y civiles. Por lo tanto, los ataques indiscriminados están prohibidos y las partes beligerantes deben aplicar los principios de precaución y proporcionalidad en su ejecución.

“Incluso donde existe un objetivo militar, usar una fuerza desproporcionada sabiendo que el ataque probablemente causará muertes o lesiones a civiles o daños a estructuras civiles es un crimen de guerra”, explica David Sheffer, el primer embajador general de Asuntos de Crímenes de Guerra los EEUU.

Pero, si bien la reducción al mínimo de las bajas civiles y los daños a los objetivos de carácter civil es una obligación fundamental, no es absoluta. Si la “necesidad militar” lo exige, los ataques pueden estar justificados. Un objetivo civil, como un supermercado (o un hospital o una escuela) que está siendo utilizado por las fuerzas armadas (de tal manera que su destrucción ofrece una “ventaja militar definitiva”) puede convertirse en un objetivo militar legítimo.

También están prohibidas las armas que por su naturaleza sean indiscriminadas, y las que causen “daños superfluos o sufrimientos innecesarios”. Ciertos tipos de armas (como el gas venenoso) están totalmente prohibidos, mientras que otros deben usarse de maneras particulares. El propio manual militar de Rusia, en referencia al derecho en los conflictos armados, dice que “todo tipo de armas de carácter indiscriminado o que cause lesiones o sufrimiento excesivos” está prohibido. Este principio es importante, especialmente cuando Rusia está utilizando misiles obsoletos y poco fiables, como el enorme misil Kh-22 de la década del ‘60, que golpeó el supermercado en Kremenchuk.

Océanos de palabras se han derramado para discutir el significado de los muchos términos y frases que buscan poner límites a la guerra. Violaciones del derecho internacional no son sinónimo de crímenes de guerra, que generalmente se definen como infracciones “graves” de la ley. Hay ciertos actos que constituyen crímenes de guerra en todas las circunstancias: tortura, violencia sexual y trato inhumano; atacar deliberadamente a civiles; y golpear intencionalmente ciertos tipos de objetivos (como los religiosos), entre otros. Pero la frase también tiene una definición precisa y técnica, y la vara está muy alta para atribuir y luego probar las responsabilidades. Los fiscales deben demostrar que los ataques no son simples accidentes o “daños colaterales”.

Después del ataque al supermercado, Moscú dijo que el misil estaba dirigido a “hangares con armamento y municiones entregados por EEUU y países europeos, en la planta de maquinaria vial de Kremenchuk”. En este punto, la mayoría de los observadores e investigadores están de acuerdo: Rusia miente. La instalación en cuestión está aproximadamente a un cuarto de milla (400 metros) del supermercado. Rusia afirmó que el incendio en el supermercado fue causado por escombros voladores provenientes de dichas instalaciones, pero las imágenes satelitales posteriores al ataque muestran claramente el cráter donde cayó el misil, en una esquina del mercado.

La respuesta de Rusia a las acusaciones de crímenes de guerra son casi cómicas. No conforme con decir que lo de Kremenchuk fue un trágico accidente, el representante permanente adjunto de Rusia ante las Naciones Unidas, Dmitry Polansky, calificó a la muerte de civiles como una “provocación” por parte de Ucrania por tratarse de un evento escenificado.

El reclamo se remonta a la afirmación de Rusia de que las muertes de civiles en la ciudad de Bucha, al norte de Kiev –establecidas ahora en unas 400 víctimas–, fueron fabricadas por Ucrania: dijeron que Kiev contrató actores para interpretar a los civiles que yacían en las calles. Las afirmaciones sobre Bucha eran grotescas, y al usar el mismo libro de jugadas en Kremenchuk, los propagandistas de Moscú parecían aplicarlo en el mismo sentido, diciendo que el supermercado resultó dañado en un ataque a una instalación legítima relacionada con el ejército, y que el incidente fue un montaje.

Moscú enturbió aún más las aguas al afirmar que el supermercado en Kremenchuk “no funcionaba” (porque estaba cerrado), afirmación que las redes sociales demolieron. En efecto, los mapas de Google etiquetaban el mercado como “cerrado temporalmente” y Google Street View muestra el estacionamiento vacío a la mitad del día. Pero, obviamente, la inteligencia rusa se basa en algo más que los mapas de Google para elegir qué bombardear. Más allá de esto, existe algún sustento para las afirmaciones rusas, aunque sean falsas.

Distintas investigaciones han desacreditado los diversos puntos del discurso de la propaganda rusa, pero el hecho de que Rusia sea engañosa y cobarde en sus explicaciones no prueba que el ataque haya sido un crimen de guerra. No hay duda de que Rusia es responsable del desastre del supermercado (incluso hay un circuito cerrado de televisión de la escena que capturó el misil descendente). Pero, ¿fue el supermercado realmente atacado y golpeado intencionalmente? Esa resulta ser una pregunta difícil de responder porque, a falta del testimonio de los miembros de la tripulación del bombardero ruso que lanzó el misil, los investigadores deben buscar evidencia en el terreno y las prácticas generales de Rusia, para ver si un ataque a un supermercado encaja o no en un patrón de conducta.

UN HOSPITAL EN VUHLEDAR
Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero, los observadores de derechos humanos han sido escrupulosos al documentar la conducta rusa. El primer día de los ataques, por ejemplo, Amnistía Internacional y Human Rights Watch acusaron a Rusia de dañar un hospital en Vuhledar (también conocido como Ugledar), una ciudad minera de carbón a 80 kilómetros al norte de Mariupol, en el sureste de Ucrania.

Aproximadamente a las 10.30 de la mañana del 24 de febrero, un misil Tochka de corto alcance (NATO SS-21 Scarab) aterrizó frente al Hospital Central City, matando a cuatro civiles e hiriendo a otros 10. Human Rights Watch se centró en la ojiva de la bomba de racimo del misil con 50 submuniciones, y señaló que la convención internacional prohíbe el uso de este tipo de armas.

Muchas veces los ataques a zonas civiles no son crímenes de guerra. Son la guerra, en su cara más cruel (Foto: John Moore / Getty)

Esclarecer los hechos en este y otros casos es un proceso minucioso: tomar testimonios de testigos, documentar quiénes estuvieron involucrados y establecer las armas utilizadas, los daños, las muertes y las heridas a civiles. En este caso, Human Rights Watch entrevistó a trabajadores del hospital y recopiló pruebas fotográficas. La foto del cono de la nariz del misil, ampliamente difundida en las redes sociales, fue la base para determinar el tipo de arma utilizada.

Amnistía Internacional dijo que el ataque con misiles balísticos rusos contra el hospital fue “verificado” por su Laboratorio de Pruebas. “El ejército ruso ha mostrado un flagrante desprecio por la vida de los civiles al usar misiles balísticos y otras armas explosivas con efectos de área amplia, en zonas densamente pobladas”, dijo Agnès Callamard, secretaria general de la organización. “Algunos de estos ataques pueden ser crímenes de guerra”.

Pero hay un gran problema con esa afirmación. Los Tochka son propiedad tanto de Rusia como de Ucrania, y aunque los observadores parecen contentos de suponer que Rusia atacó a Vuhledar, la inteligencia de EEUU dice que Rusia probablemente no disparó un misil Tochka hasta el 6 de marzo, más de una semana después del inicio de la guerra. Por otro lado, se sabe que Ucrania disparó misiles Tochka el primer día contra un objetivo en Kirovske, en el Donetsk ocupado. Durante las siguientes 72 horas, Ucrania disparó más Tochkas contra las fuerzas rusas y contra dos bases aéreas ubicadas en territorio ruso, una en Millerovo y la otra en Taganrog. Y el 1° de marzo, Ucrania también golpeó un barco ruso atracado en el puerto de Berdiansk, con el mismo tipo de misil.

¿Y la foto de la nariz, la que identificó el arma que aterrizó en Vuhledar el 24 de febrero? No hay evidencia fotográfica que lo sitúe en Vuhledar, ni hay nada que demuestre que sea ruso.

La ciudad de Vuhledar, en contexto, también resulta ser un objetivo poco probable. El Estado Mayor de Ucrania no informó sobre el ataque a la ciudad o sus alrededores hasta el 13 de marzo, lo que plantea la duda de si realmente se trataba de un objetivo ruso previsto el 24 de febrero, cuando todos los ataques de largo alcance de Rusia fueron minuciosamente coreografiados.

El 11 de marzo, el colectivo de investigación independiente Bellingcat declaró que Vuhledar era el único “ejemplo confirmado del uso de este tipo particular de munición en racimo” en Ucrania, lo que generó más dudas sobre quién disparó el misil que impactó allí. En otras palabras, lo más probable es que fuera un misil Tochka ucraniano disparado desde algún lugar hacia el este, que falló en vuelo y aterrizó en Vuhledar, causando daños y muertes.

“Documentar y atribuir el uso de armas durante un conflicto es difícil, especialmente cuando ambas partes usan muchos de los mismos tipos de armas”, asegura Mark Hiznay a Newsweek. Hiznay es un investigador de armas de Human Rights Watch, que escribió las secciones técnicas del informe Vuhledar. Newsweek contactó al Gobierno ucraniano para hacer comentarios, pero no recibió respuesta.

UN RESORT VACACIONAL EN ODESA
La noche del 30 de junio, otro misil ruso Kh-22 alcanzó un edificio de departamentos de varios pisos y dos “centros recreativos” en el pueblo de Serhiivka, en la costa sur del Mar Negro. El impacto mató a 22 civiles e hirió a otros 40, en el ataque ruso en Odesa con mayor cantidad de víctimas.

En su discurso de esa noche a través de un video, el presidente Zelensky denunció ese ataque como “terrorismo ruso consciente y deliberadamente dirigido, y no como un error o una coincidencia durante un ataque con misiles”.

Rusia respondió con su habitual desinformación. “En Odesa, el régimen de Kiev está preparando otra sofisticada provocación para acusar a las Fuerzas Armadas rusas de matar a civiles (incluidos menores) y destruir deliberadamente la infraestructura civil”, afirmó el coronel general ruso Mikhail Mizintsev en un comunicado de prensa del Kremlin. “Todos los participantes en esas escenas montadas recibieron después de la filmación una recompensa en efectivo de US$500, y ya se les había pagado US$100 por adelantado”, detalló.

En tanto, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, admitió ante los periodistas que el ataque en Serhiivka fue intencional, ya que Rusia apuntó a un depósito de municiones ubicado allí. Amnistía Internacional visitó el lugar y declaró que su organización no encontró evidencia de la presencia de soldados ucranianos, armas u otros objetivos militares válidos en las cercanías. “Las imágenes satelitales revisadas por Amnistía Internacional tampoco indicaron ninguna actividad militar en el área antes del ataque”, aseveraron.

“Estamos haciendo todo lo posible para identificar a los perpetradores”, tuiteó la entonces fiscal ucraniana Iryna Venediktova, y agregó: “Se encontraron fragmentos del misil, se tomaron mediciones para determinar la ruta de vuelo, se obtuvieron videos de las cámaras de vigilancia”.

Pero la inteligencia de EEUU dice que sí hay un importante depósito de municiones ucraniano cerca, uno que se puede identificar claramente en los mapas satelitales a unos 3,53 km de distancia. Ninguno de los informes noticiosos menciona ese depósito. El daño en Serhiivka fue obra de un misil errante: es trágico, y Rusia tiene la culpa de usar armas tan obsoletas; pero fue un ataque a un objetivo militar legítimo.

El muy poco confiable misil Kh-22 (NATO AS-4 Kitchen) que cayó en el pueblo es el mismo utilizado en el ataque al supermercado en Kremenchuk. Este proyectil de casi 10 metros de largo, diseñado a fines de la década de 1950, está destinado a ataques de largo alcance contra buques de guerra, específicamente portaaviones. (Una versión más nueva, el Kh-32, utilizado en Kremenchuk, se presentó en 2016).

Se estima que, en las mejores condiciones, un Kh-22 aterriza dentro de los cinco kilómetros de su objetivo previsto, mientras que el actualizado Kh-32 debería hacerlo en algún lugar dentro de los 2 km del punto de mira deseado. Después del ataque a Kremenchuk, la inteligencia militar británica informó que “estas armas son inadecuadas para ataques de precisión y es casi seguro que hayan causado bajas civiles repetidamente en las últimas semanas”. El Kh-22 es responsable en Serhiivka, tal como lo fue en Kremenchuk, pero no hay evidencia de que el ataque ruso contra civiles haya sido intencional.

El derecho internacional considera que la “destrucción sin sentido de ciudades, pueblos o aldeas, o la devastación no justificada por la necesidad militar” es un crimen de guerra. Un reciente informe de Naciones Unidas sobre crímenes de guerra encontró que “el nivel de víctimas civiles y el nivel de daño a la infraestructura civil en cada caso sugiere numerosas fallas en la atención constante para salvar a la población civil y a los objetivos civiles a través de una buena conducta durante las operaciones militares y en tomar todas las precauciones posibles al atacar”. Pero no llega a acusar a Rusia de haber cometido crímenes de guerra con su bombardeo.

No está claro que las fallas técnicas (o las inexactitudes graves) alcancen el nivel necesario para ser consideradas “infracciones graves” al derecho internacional. El uso del misil Kh-22 en ataques contra objetivos terrestres podría considerarse un crimen de guerra si se advirtiera a los comandantes o tomadores de decisiones rusos sobre la inexactitud y falta de confiabilidad del misil, y ordenaran su uso de todos modos.

¿Los bombardeos en Kremenchuk o Serhiivka son crímenes de guerra? La respuesta es “probablemente no”. Tal conclusión podría ser exasperante: estos ataques parecen unirse a Mariupol y Bucha como actos atroces ya etiquetados como crímenes de guerra. Los soldados rusos y sus comandantes ciertamente los han cometido en el campo de batalla, pero casos como Kremenchuk, Vuhledar o Serhiivka siguen patrones similares: armas que no funcionan y decisiones descuidadas, y a veces sólo la mala suerte de los civiles que están en peligro en el marco de una guerra total. Newsweek se comunicó con el Ministerio de Defensa de Ucrania para obtener comentarios sobre Serhiivka, pero no recibió una respuesta.

LA NIEBLA DE LA GUERRA
Los cuarteles y depósitos militares ucranianos están ubicados en la periferia de muchas ciudades y pueblos, y al menos 10 de los principales aeropuertos de Ucrania son instalaciones civiles y militares al mismo tiempo. Además, las fuerzas ucranianas, especialmente la Guardia Nacional y las unidades de defensa territorial, están operando desde áreas urbanas. Los sistemas de defensa aérea, especialmente en la región de Kiev, también se despliegan en áreas urbanizadas, lo que es necesario para defender las ciudades, pero también pone en peligro a más civiles.

Ucrania no tiene la culpa de su geografía, por supuesto, pero es inexacto aplicar el término “crimen de guerra” a cualquier incidente en el que se dañen objetivos civiles o en el que estos mueran. La cascada de acusaciones rara vez tiene en cuenta las realidades sobre el terreno donde se han producido los ataques. Tomemos, por ejemplo, War Crimes Watch Ucrania, una colaboración entre Associated Press, Frontline y PBS. Su sitio web asegura que documenta “evidencia de posibles crímenes de guerra en Ucrania, incluidos ataques directos contra civiles y ataques contra infraestructura civil, incluidos hospitales, escuelas, áreas residenciales y sitios protegidos por el derecho internacional humanitario”.

En una ciudad del norte de Ucrania, Zhytomyr, a 130 km al oeste de Kiev, War Crimes Watch registra siete crímenes de guerra, dos ataques a instalaciones médicas, dos a escuelas, dos a sitios culturales o religiosos y un “ataque directo a civiles”. New Direction, una organización europea conservadora sin fines de lucro y con su propia lista de crímenes en Ucrania cometidos por la Federación Rusa, enumera un incidente en Zhytomyr: el bombardeo a una iglesia. Los informes de la ONU citan una serie de incidentes como posibles crímenes de guerra, incluido el bombardeo de un hospital infantil y una “casa de maternidad”, una escuela de la ciudad, un puente y el aeropuerto civil.

Hubo ataques rusos en todos estos lugares, con numerosas muertes de civiles y daños importantes. Es fácil suponer que la ciudad y sus residentes fueron el objetivo del ataque. Pero ninguna de las acusaciones de crímenes de guerra menciona que Zhytomyr es también una ciudad militar, sede de la 95ª Brigada de Asalto Aéreo; del Comando de Asalto Aéreo de Ucrania; de dos importantes escuelas militares y el 199º Centro de Entrenamiento; del 148º Batallón de Artillería; de un cuartel general regional; y de las principales unidades de la Guardia Nacional y de defensa territorial. Y cerca está la base aérea de Ozerne, hogar del Ala 39.

Nuevamente: nada de esto excusa a Rusia, pero etiquetar los ataques en una ciudad y sus alrededores como crímenes de guerra sin hacer referencia a los posibles objetivos crea una imagen falsa o, en el mejor de los casos, incompleta.

Desde el comienzo de la guerra, el Ministerio de Defensa ruso viene publicando regularmente detalles de las fuerzas ucranianas desplegadas dentro o cerca de hospitales e instalaciones médicas. La solicitud de Newsweek a esa cartera para que comentara sobre esas afirmaciones fue rechazada, pero la embajada rusa en las Naciones Unidas proporcionó un asesor militar para abordar el tema bajo condición de anonimato.

El asesor se apresuró a señalar que el informe de la ONU sobre crímenes de guerra afirmaba que “también parece probable que las fuerzas armadas ucranianas no hayan cumplido plenamente con el Derecho Internacional Humanitario (DIH) en las zonas orientales del país”. Afirmó repetidamente que Rusia tenía evidencia de crímenes de guerra ucranianos, como disparar contra áreas civiles en Donbas, esconderse en escuelas y hospitales, disparar desde residencias.

Tres semanas después de que Newsweek solicitara evidencia de esos supuestos incidentes, el asesor militar ruso presentó lo que dijo que era una prueba de tales prácticas ucranianas: unas fotos que fueron tomadas en Severodonetsk el 27 de febrero y que muestran una unidad de artillería ucraniana disparando desde un campo de fútbol, así como vehículos blindados ucranianos escondidos cerca de edificios civiles. Aunque estas pueden geolocalizarse y parecen genuinas, es importante tener en cuenta que el Ministerio de Defensa de Ucrania publicó una de esas mismas imágenes (también el 27 de febrero) sugiriendo que mostraba una unidad de artillería rusa. No se ha determinado qué lado está diciendo la verdad.

“NIÑOS CONFUNDIDOS”
Desde que los rusos se retiraron del norte de Ucrania, Kiev ha estado enterrando a los muertos y contando el saldo de víctimas. El gobernador del área de Kiev informó que se ha determinado que 1.346 civiles murieron en su región desde el comienzo de la guerra, mientras otros 300 aún permanecen desaparecidos. Esto incluye a la ciudad de Bucha, donde murieron 403 personas, según la última estimación.

El Servicio de Emergencia del Estado dice que 700 de los que murieron en la región de Kiev fueron asesinados con armas pequeñas: en otras palabras, baleados por soldados rusos. Se estima que otros 300 murieron cerca del campo de batalla, en ataques de artillería y como resultado del fuego de los tanques. Eso significa que entre el 24 de febrero, cuando Rusia invadió, y el 1° de abril, cuando las últimas tropas rusas se retiraron de la región, “sólo” unas 300 personas murieron como resultado de ataques con misiles y bombardeos. A pesar de toda la atención de los medios de comunicación a la ciudad capital y sus alrededores –lo cual creó la impresión de que hubo ataques intencionales contra civiles–, un pequeño número murió en los ataques con misiles y bombardeos aéreos allí: 110 en una ciudad de 3 millones, y menos de 200 en otras zonas de la provincia.

Los bombardeos son el evento de guerra más observable y, por ende, el más frecuente reportado, lo que crea la impresión de que no sólo es la causa de numerosas bajas civiles, sino también la principal. De hecho, en Ucrania es la batalla terrestre –la guerra más allá de los bombardeos y que en general se lleva a cabo fuera de la vista–, la que ha sido devastadora, con violaciones, torturas y asesinatos intencionales de civiles. Centrarse en las fuentes equivocadas no permite que Rusia (y Ucrania) rinda cuentas de manera justa y, al mismo tiempo, hace perder la oportunidad de aprender cuál es la mejor manera de proteger a los civiles en un conflicto.

En cada uno de los 25 incidentes con bombas que examinó Newsweek, surgieron ambigüedades y preguntas sobre cuáles eran objetivo previsto, el arma utilizada, el papel de Ucrania y las intenciones de Moscú. Existe la posibilidad de que todos ellos sean crímenes de guerra, especialmente en casos en los que hay un gran número de víctimas civiles en relación con la ventaja militar obtenida al atacar esos objetivos, incluso los legítimos. Pero todo se reduce a casos individuales, a determinar los hechos y evaluar quién es responsable.
“Estos no son guerreros de una superpotencia”, dijo el presidente ucraniano Zelensky al comienzo de la guerra, refiriéndose a los soldados rusos. “Estos son niños confundidos que han sido utilizados”.

Zelensky no está del todo equivocado. Las bajas de la invasión de Rusia incluyen miles de soldados rusos engañados y poco preparados. De hecho, el primer criminal de guerra condenado en este conflicto (a cadena perpetua) es un joven de 21 años sin experiencia. El sargento del ejército Vadim Shishimarin fue capturado y luego acusado de matar a un civil de 62 años en el noreste de Ucrania, cuando su unidad avanzaba por el pequeño pueblo de Chupakhivka, durante el primer día de la guerra. El hombre ucraniano le dijo al tribunal que Shishimarin estaba usando su teléfono celular, y él y sus camaradas temían que estuviera informando la ubicación de su unidad a las autoridades. Afirmó que le ordenaron dispararle al hombre, y lo hizo.

Shishimarin se declaró culpable y en su testimonio ante el tribunal dijo que “se arrepintió sinceramente”.
El panel de jueces encontró a Shishimarin culpable de “violación de las leyes y costumbres de la guerra, relacionadas con asesinato premeditado” y dictó cadena perpetua. El juez principal dijo que el joven había cometido “un crimen contra la paz, la seguridad, la humanidad y el orden jurídico internacional” y que sólo correspondía una cadena perpetua.

“Estaba nervioso en ese momento. No quería matar”, confesó Shishimarin en su declaración final. “Así es como sucedió”.

Publicado en cooperación con Newsweek

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