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La saga del príncipe Harry
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La saga del príncipe Harry

Por Lana Montalban

A pesar de haber trabajado como conductora por unos años para Hola TV, no soy experta en realeza. Pero a partir de ese momento, lo considero un fenómeno (me refiero a la existencia de la institución en sí misma en 2023) que no deja de producir curiosidad.

Una curiosidad de la vida es que haya aún millones de niños que sueñan con ser princesas y príncipes, mientras uno de los príncipes verdaderos y ciertamente más famosos, soñaba con ser un niño normal, tener una vida ordinaria, un padre que lo abrazara y una madre que no fuera perseguida por los paparazis hasta matarla. Según alega la investigación judicial.

Lana Montalban

Antes que nada, debo dejar en claro que he leído extractos del libro recientemente publicado por el príncipe Harry y no su contenido total. De lo que leí, veo una persona que habla defendiendo con uñas y dientes su humanidad, reprimida por décadas por una institución en la que nació, y lo crio para no mostrar emociones, para defender el statu quo a pesar del costo personal y humano.

Veo un hermano cariñoso, hasta que el cariño podía llegar a competir con los deberes del futuro soberano.

Veo un padre que, viviendo bajo la sombra de la suela de su madre toda la vida, no podía permitir ninguna interferencia con su protagonismo. Y que su falta de tacto y profundidad afectiva derivó en una abierta crueldad, jugando con el rumor de que no era el verdadero padre del segundo heredero, o «repuesto», tal el título de su nuevo libro.

Con solo trece años, su padre, el ahora Rey Carlos III, le tocó la rodilla al despertarlo y le avisó que su madre había muerto en un accidente. Ni un abrazo acompañó ese momento traumático. No puedo imaginar que, más allá de una educación estricta o victoriana, un ser humano no tenga el impulso natural de abrazar a su hijo en esa circunstancia.

El Duque de Sussex confiesa ahora que tardó años en aceptar que su mamá había muerto, sospechando que era «un plan maestro para escapar de la prensa». Que, en realidad, estaba escondida y en cualquier momento avisaría a él y a su hermano que «la costa estaba libre» y podían volver a reunirse. Era un adulto cuando, necesitando pruebas de la veracidad del fallecimiento de su madre, pidió ver fotos del accidente. Ahora agradece que no le dejaron ver todas, o, confiesa, sería lo que tendría grabado en su mente para siempre.

Los príncipes británicos William y Harry (Foto: REUTERS/Maja Smiejkowska)

Descubrimos a través de sus palabras, plasmadas con la ayuda del escritor JR Moehringer, que la continua queja de la realeza para con la «prensa basura» terminó siendo una relación más que simbiótica. Que, aparentemente según Harry, no pueden vivir el uno sin la otra. Se utilizan mutuamente y se benefician de la misma forma. En el proceso, siempre algún que otro sacrificio debe hacerse. En este caso, de acuerdo al pelirrojo príncipe, el becerro que sacrificaron a los dioses fue él junto a su esposa, Meghan Markle. Los motivos serían variopintos: desde que de esa forma dejaban en paz a otros miembros más «senior» de la Casa Real, a mejorar la imagen una vez vapuleada de la ahora Reina Consorte Camila, a otros motivos. A cambio, los Reales, habrían ofrecido «sangre fresca» a la siempre hambrienta y Draculiana prensa basura británica en forma de historias inventadas sobre Markle, que incluían tonos abiertamente racistas.

Según deja entrever con pocas dudas, la corona es una empresa, y como tal no dejará que nada arriesgue el valor de sus acciones. En esa ecuación, su propio valor no fue tenido en cuenta.

La corona británica, tan reticente a hacer declaraciones que eventualmente le pueden jugar en contra, ha dejado saber sutilmente que todo lo que están haciendo Harry y Meghan es considerado una traición. Contar detalles de encuentros personales, peleas -incluso físicas-, el manejo de las oficinas de prensa de palacio y las habituales «filtraciones», que, de tan habituales, deberían cambiar de título.

Lo que está claro, es que el mismo personaje que llama «el peor error de mi vida» a aquella foto donde apareció disfrazado de nazi a sus 20 años, escandalizando al planeta, ahora deriva la responsabilidad de sus acciones en otros: su hermano y su cuñada.

Y más claro aún está el hecho de que «por las buenas» no lograron controlar a Harry. Ahora que encontró una nueva voz, un nuevo camino, una nueva vida más auténtica según él la describe, no hay modo de encarrilarlo. No por las buenas, si se entiende mi sutileza.

Es probable y hasta posible, que el «príncipe de repuesto», con su rebeldía y sus revelaciones, transforme de alguna forma drástica una institución centenaria que, porque encontró la fórmula para que la gallina de los huevos de oro funcione, se ha negado a cambiar hasta el momento.

Muerta Isabel II, el aura de intocabilidad que ella tenía, desapareció. En setenta años de reinado, hubo un par de incidentes en los cuales a ella le arrojaron huevos en un desfile público. La misma cantidad de veces que sucedió contra su hijo en pocos meses. Y con la perspectiva de más países rebelándose contra el dominio del Commonwealth (Comunidad Británica de Estados) después de Barbados en 2021, lo último que necesita el Rey Carlos III para su continuidad, es un hijo que agite las aguas.

Dominarlo no podrán. Apaciguarlo, quizás. Veremos quien ofrece la pipa de la paz y de qué consta. Por el momento, el «repuesto», se ha colocado en la mesa de juego como una pieza principal.

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