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La división de poderes le importa un bledo al presidente
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La división de poderes le importa un bledo al presidente

¿Qué dirán los alumnos del presidente en la Facultad de Derecho cada vez que el mandatario contradice lo que ellos aprenden en la Constitución? Más claro no puede ser el artículo 109 cuando dice: “En ningún caso el Presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas”. Alberto Fernández pisoteó ese artículo de principio a fin una y otra vez durante lo que va de su presidencia y volvió a hacerlo en estas horas.

Y de paso también dejó magullados los artículos 108 y 110. Porque no sólo se atribuyó conocimiento sobre la investigación del ataque a la vicepresidenta -que dos juzgados consideraron sin conexidad con los integrantes de la agrupación Revolución Federal-, sino que además de acusar a esos tribunales de tapar a “una banda criminal con financiamiento oscuro”, en su intromisión, también conminó a la Corte a intervenir. La división de poderes le importa un bledo al presidente, que ni siquiera ha podido consolidar su propio poder. El análisis podría continuar con el ataque reiterado a los jueces Bruglia y Bertuzzi, mostrando también una invasión en las determinaciones que sólo le competen al máximo tribunal.

Es curioso: el Gobierno, que no oculta su desbande y sus contradicciones en todos los ámbitos de la gestión, hay algo en lo que reacciona sin fisuras: atacar al Poder Judicial. No hay que negarles el único objetivo claro de la administración, que fue y es (en la cara de todos los argentinos) asegurar la impunidad de la señora Kirchner. Como si no hubiera temas para que se refiera el presidente.

En las últimas horas, el FMI advirtió sobre un agravamiento de la crisis, pidió más ajuste, señaló las vulnerabilidades internas del país y urgió a contener la inflación. Ni siquiera pidieron bajarla. Si hay que contenerla solamente cuando surfea por las alturas del 100% anual, mejor ni imaginar cómo será realmente el año que viene más allá del presupuesto dibujado que se procuró hábilmente el Gobierno.

Mientras el ajuste real se sufre en la calle, la administración no escatima las bofetadas. Se supo que -sin ponerse colorados- ayer por ejemplo oficializaron 11.172 cargos públicos de planta permanente del Estado. Y más de 2.700 de todos esos cargos ingresan a Economía, el ministerio que debería dar el ejemplo de austeridad. Así negociaron la paritaria. Ejercer el poder es repartir lugares del Estado que pagan los argentinos con sus impuestos.

Con qué legitimidad pueden seguir pidiendo sacrificios si sólo hacen gala del dispendio con los dineros públicos. Después dicen que les importan las subas de los precios y salen a perseguir almaceneros o a investigar ganancias de las empresas mientras puertas adentro de palacio continúan con la repartija de un botín que en la realidad financian la pobreza y la inflación que ellos siguen creando.

Así estamos. Desde esta medianoche aumentaron las naftas de YPF un 6% más en todo el territorio nacional y preanuncian con ese 6% el piso apenas de otro índice de inflación que en sólo un mes subirá más de lo que sube casi todo el año en cualquier país de la región.

Y no es sólo la inflación, es también la desidia en las cuestiones más elementales. Ayer el colega Luis Gasulla revelaba en su cuenta de Twitter el video del momento en que un productor de Chaco, llorando desconsolado, pide a las autoridades que le garanticen agua. Delante suyo lo escuchan un incómodo intendente y el gobernador Jorge Capitanich, que llegó a hacer alharaca alguna vez por inaugurar una canilla, como el periodista señala. El hombre rompe en llanto sin poder contenerse apenas comienza a hablar y remarca que no pide que le den nada, que pretende pagar el suministro. Lo único que atina a hacer el mandatario es a proponerle una reunión para organizarse, donde no haya periodistas mientras hace un gesto con su mano que no puede ocultar el ademán de cubrir las cámaras.

La fobia a los periodistas ya la había desarrollado Coqui cuando rompía diarios Clarín desde la Jefatura de Gabinete, y se ve que la siguió cultivando. Sin periodistas. Sin cámaras. Que no se vea. Con la lógica de que lo que no se ve no existe. Pero se ve todo, aunque ellos no lo quieran ver.

Hoy los argentinos amanecimos con otro nuevo tipo de cambio, porque la desesperación por dólares es total. Intentarán que dejen de repetirse en las redes esas fotos que revelan el desastre de la inflación cuando cualquier turista va a pagar con dinero una cena y debe apilar billetes de a decenas, porque si paga con la tarjeta le saldrá el doble. Hace un tiempo me decía un extranjero: “En cualquier país donde se necesiten casi 10 billetes para pagar la cuenta de la cena algo está funcionando mal”. Si volviera al país vería que está todo definitivamente peor. Ahora intentarán llevar al valor del blue el dólar para los extranjeros, mientras escala a más de $320 el dólar para cualquier turista argentino al que le meten la mano en el bolsillo como asaltantes, sólo por osar cometer el pecado de viajar al exterior.

El ejercicio de recopilar apenas unas escenas de la cotidianeidad, ya es mucho más que una cachetada: es un cross de mandíbula. Ayer, en uno de tantos mensajes de nuestros oyentes, una señora ponía en palabras la opresión que provoca el Gobierno. “Déjennos en paz”, clamaba. Déjennos en paz.

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