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De los «Rambo» a las «infancias trans»: Argentina en manos de idiotas y corruptos
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De los «Rambo» a las «infancias trans»: Argentina en manos de idiotas y corruptos

La única política de Estado en la Argentina es la idiotez. El kirchnerismo se estableció en una época donde había dinero por el altísimo precio internacional de la soja. Eso hizo que mucha gente creyera que servían para algo. Soy de los que creen que desde el comienzo eran gente bruta y sin ningún talento, que tenían una situación internacional ventajosa y que eran hábiles manipuladores.

La miserabilidad moral de algunos políticos de la oposición, de los medios de comunicación que disfrutaban del dinero oficial y de empresarios prebendarios que se beneficiaban de la cercanía del poder hizo que ganaran elecciones y que se queden con mucho poder. Pero ya eran brutos y corruptos en el 2003.

Ahora no tienen dinero y casi todos los que antes estaban cerca huyen como se huye de los apestados. Entonces se ve con claridad y de manera grotesca la clase de imbéciles que gobierna la Argentina. ¿Se puede llegar al gobierno y ser un imbécil? La respuesta es sí, porque los mecanismos de ascenso en fuerzas como el kirchnerismo son la cercanía con el poder y la complicidad en el robo.

Además, usan como fórmula las dádivas a pobres que sufren amenazas si no los votan a ellos. Es un círculo vicioso: la imbecilidad de los que gobiernan genera pobreza y esos pobres votan al que les garantiza una subsistencia miserable. Si hubiera un proceso virtuoso que generara inversiones y empleos, la gente sería libre y no los votaría. Pero los k no sólo son cortos, son también perversos. Digamos que se aprovechan de la pobreza.

El mundo está lleno de líderes idiotas: Maduro, Daniel Ortega, Díaz Canel son ejemplos de gente sin ninguna virtud intelectual que gobiernan países. Los kirchneristas pertenecen a ese grupo: idiotez, corrupción y autoritarismo.

Ahora, todos se dieron cuenta de que, como en el cuento, el rey está desnudo. No tienen dinero, la economía es una calamidad, y políticos y periodistas que estaban cerca del calor del poder huyen rápido de los apestados.

A los k sólo les quedan activos inservibles: los fanáticos y los miembros del gobierno. Son solamente locura e incapacidad, ya no pueden engañar a nadie. El caso de Kicillof es notorio. Llegó adonde llegó por el dedo de CFK. El establishment le empezó a inventar virtudes a un señor que es tonto por donde se lo mire. El problema es que su tontería le sale carísima a los contribuyentes.

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En los últimos días hubo fallos judiciales que obligarán a la Argentina a pagar cifras millonarias por la expropiación de YPF y por la manipulación de estadísticas oficiales con el fin de pagar menos intereses en bonos. Como mínimo, Argentina deberá pagar unos 10.000 millones de dólares.

¿Quién estuvo en el medio de estas gestiones? El salame de Kicillof, que ya le había tenido que pagar US$ 5.000 millones a Repsol por la expropiación. Recordemos que ese momento, en la plenitud de su subnormalidad, Kicillof dijo que Repsol le iba a tener que pagar a Argentina por daño ambiental.

Alfonso Prat Gay tiene todas las cuentas hechas que marcan que la extraordinaria estupidez de Kici le costó a la Argentina 35.000 millones de dólares. Cuando la tormenta del populismo pasa, sólo queda la locura y la estupidez. El problema de los idiotas al comando es que le cuestan carísimo a cada uno de los Argentinos. Los ciudadanos pagan impuestos para mantener a unos políticos millonarios y para cubrir las deudas que dejan los funcionarios tontos.

Esta semana le pegaron una trompada a Sergio Berni, que fue a hacerse el vivo al lugar donde unos choferes de colectivos estaban tristes y furiosos por el asesinato de un compañero, que, después de una vida de trabajo, estaba a punto de jubilarse. Berni no tenía nada que hacer ahí. Los funcionarios deben estar en su lugar de trabajo, elaborando estrategias y trabajando para que no asesinen a ciudadanos. Él fue hasta el lugar a hacerse el Rambo que va a los lugares para hacer marketing. Un idiota que se quiso hacer el vivo y no midió las consecuencias de ir a provocar a gente que se juega la vida todos los días para mantener a sus familias.

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Se juegan la vida porque la seguridad está en manos de idiotas que se hacen los vivos. Berni está en ese cargo por imposición de CFK.

Cuando ocurrió el crimen de Nisman, llegó a la escena antes que los funcionarios de justicia y que la policía. Nunca sabremos qué cosas tocó o qué pruebas alteró. Nunca sabremos sobre qué hablaba con CFK en esos momentos, con la que se comunicó muchas veces. Nunca lo sabremos porque son idiotas y canallas.

La solidaridad debe ser siempre con las víctimas, nunca con los victimarios. En el caso del chofer asesinado, claramente fue él la víctima. Berni es un impresentable que le gusta lucrar con la muerte y cuyos antecedentes son nefastos. Solo en una país que está enfermo este señor puede tener un cargo.

Los datos de pobreza están desbocados, la inseguridad destroza vidas y familias, y Argentina suma deudas enormes por juicios que se pierden por mala praxis. El futuro está hipotecado y Alberto Fernández no se le ocurre mejor idea que ir a desayunar con un grupo de organizaciones a cargo de familias e infancias trans.

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En muchos países (Reino Unido, Finlandia, Suecia) se están modificando leyes y dando pasos atrás en el tema de los menores y los cambios de sexo. No se trata de quitar derechos de elección a personas mayores, sino de discutir los riesgos y trastornos que se pueden producir en la salud mental de los menores. La indigente intelectual, de nombre Gabriela Cerruti, dijo al respecto: “Las infancias trans son ese faro que nos permite desandar el camino de los prejuicios y nos invitan, a través del abrazo y la escucha, a sanar como sociedad”. Esas son las prioridades del Alberto Fernández y sus secuaces.

Argentina está en manos de corruptos e imbéciles. Ese será el legado kirchnerista.

 

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