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Ni ser, ni parecer: la decisión de Larreta y los vicios históricos del peronismo
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Ni ser, ni parecer: la decisión de Larreta y los vicios históricos del peronismo

La clave del éxito de Argentina está en poder erradicar los vicios de la política, que tienen, siempre, ese perfume tan peronista. La oposición debe dar señales de solvencia intelectual y, sobre todo, debe ser ejemplar. Nada del accionar de la oposición debe parecerse a las prácticas decadentes del peronismo.

En los países serios del mundo, la fecha y la forma de las votaciones se sabe con mucha anterioridad y nunca se adapta a las conveniencias de las fuerzas políticas. La neutralidad estatal en las elecciones no debe dejar lugar a dudas.

Sin embargo, el peronismo se ha caracterizado siempre por usar las instituciones para beneficio propio y en confundir el rol del Estado con el del partido. Es por eso que la decisión de Rodríguez Larreta de separar la elecciones nacionales de las de la Ciudad (concurrentes) acerca a un sector de la oposición a prácticas peronistas.

Para que no se leyera de ese modo, el anuncio de cambio en lo que se suponía iba a ser la forma de votación (cada boleta presidencial acompañada de una a la Jefatura de Gobierno como en la última elección presidencial) se debería haber hecho hace mucho tiempo. El cambio no es malo en sí mismo; el gran problema es el momento del anuncio. Si se hubiese anunciado hace un año, esto hubiese sido normal.

Anunciar un cambio en el modo de votación a cuatro meses de las elecciones primarias es un cambio en las reglas de juego que responde a necesidades políticas, y eso es siempre malo. No se cambian las reglas de juego cerca del momento de votar, ya que ese tipo de prácticas se emparenta con las de los gobernadores feudales del PJ. La oposición debe siempre diferenciarse en eso.

No es bueno lo que ha hecho Larreta porque deteriora la imagen de la oposición. Tampoco es bueno ver la extraordinaria cantidad de recursos que la Ciudad gasta para beneficio electoral del actual Jefe de Gobierno. La desmedida cantidad de dinero que gastan en publicidad, en la siempre sospechosa pauta oficial de la administración, nos recuerda cómo proceden los caudillos peronistas del interior.

Dirigir la gestión hacia las conveniencias políticas tampoco está bien. El dinero pertenece a los contribuyentes, no a los candidatos. Me parece increíble tener que aclararlo. Todo constituye una confusión entre el Estado y las conveniencias políticas. Además, perjudica a los demás candidatos que irán a las PASO. Larreta debería cuidar las formas para que la gente no piense que los políticos son todos iguales.

Esto de usar los cargos públicos para hacer política se demuestra semana a semana en el interminable cacareo primitivo de gente del oficialismo. Haciendo alarde de su subnormalidad, Aníbal Fernández dijo que “las calles van a estar regadas de sangre y de muertos si la oposición gana las elecciones”. Esto está dicho por un gran inútil, que nada ha podido hacer para que en la Argentina deje de morir gente por violencia criminal. Lo dice desde su actual cargo de ministro de Seguridad y lo dice, también, como miembro de un gobierno que tuvo una cantidad exagerada de muertos en la pandemia por hacer negocios turbios y convertirse en rehén de Rusia en la cuestión de las vacunas, en vez de seguir el camino virtuoso de los países que compraron vacunas del mercado, sin caer en imbecilidades ideológicas. Un gobierno que, además, hacía fiestas mientras los argentinos estaban encerrados.

Aníbal Fernández redobló la apuesta contra la oposición: «Van a lastimar mucha gente»

Es menester recordar también a los ciudadanos que murieron por violencia estatal durante la cuarentena medieval kirchnerista. Aníbal Fernández le dice a la gente que habrá violencia si ellos pierden las elecciones. Extorsión peronista en su máxima expresión. Con esta gente quiero una grieta infinita; una grieta cada vez más grande.

Mientras sucedían estos actos de indecencia política, CFK se reunía con sindicalistas y manifestaba: “Ojo los que están pensando que me voy a dedicar a cuidar a los nietos, mejor que se olviden”. Lo que haga CFK con sus nietos es asunto de ella, pero, si tuviera una pizca de dignidad, renunciaría a su cargo por estar condenada por corrupta. Ojalá se presentara como candidata a la presidencia para sufrir una paliza histórica, pero no lo hará, porque sabe (por vieja y por astuta) que eso significaría el fin de su carrera.

Seguramente esté preparando el terreno con sus palabras acerca de no retirarse para ir a una candidatura al Congreso, porque eso le aseguraría fueros. Tiene preocupaciones propias de los delincuentes. La angustia por la decadencia argentina viene acompañada del hermoso (y grotesco) espectáculo de caída libre de estos personajes nefastos del kirchnerismo, que vendrían a ser algo así como una infección en el cuerpo de la Argentina.

No alcanza con no ser peronista; hay que ser antiperonista.

Hace un tiempo hice una versión libre de una frase del gran Raymond Aron: “No alcanza con no ser peronista, hay que ser antiperonista.” (Aron lo decía acerca del comunismo). Hoy la necesidad es esa. Tiene que ver con las ideas.

La oposición debe ser radicalmente distinta a las metodologías peronistas en el fondo y en las formas. No se pueden tomar atajos que parezcan formas del peronismo. Esa es, sin más, la única manera de recuperar la confianza pública. Recuperar la representatividad de los políticos es sentar las bases para reconstruir la Argentina.

Está claro que la decisión tomada por Larreta esta semana va en contra de la recuperación de la confianza pública.

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