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Milei no deja títeres con cabeza
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Milei no deja títeres con cabeza

Por Carlos Fara (*)

Estas primeras semanas de la gestión Milei han generado tantas polémicas que van a traer debates por meses o años. Con tanto ímpetu puesto, ya no quedan dudas de su alta vocación de cambio, determinación y energía, tres atributos que debían sentirse desde la misma génesis para que lo asimilaran la opinión pública y los actores de todo tipo. Ya fijó la agenda y los títulos. Ahora el resto se dispondrá a discutir “por sí o por no”, diría Massa.

El presidente ha actuado como en la lógica de su campaña. Una vez que estampó las propuestas de dolarización y cierre del Banco Central, el resto de la clase política se vio obligado a definirse en función de sus parámetros. Estableció el marco contextual, diría Lakoff. Ya nadie podrá decir que con este mandato “no pasa nada”. Quizá no obtenga mucho de lo que propone, pero ya ha logrado lo más importante: infundir el desconcierto y la agitación en las tropas “enemigas”.

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Como era de esperarse, una agenda de cambio tan profunda iba a ir acompañada de dos elementos comunicacionales: 1) una alta dosis de épica refundacional –“ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”; y 2) un relato confrontativo para marcar cuál es la nueva grieta (los ciudadanos vs. la casta). Era muy difícil que el libertario se sostuviese tanto tiempo callado sin volver a las andadas como si estuviese en campaña electoral. En eso sí se asemeja a Trump, Bolsonaro, Bukele… o Cristina. Son líderes que vivirán cavando zanjas para obligar a la sociedad a pronunciarse respecto a de qué lado están.

Pero claro, el cuadro de situación no se termina en la resolución comunicativa. Ahora hay que gobernar y eso implica discutir poder real con los actores intervinientes. Cuántos más puntos de debate, más se amplía el mapa de los involucrados y más confusa se vuelve la discusión pública, con el riesgo de convertirse en una Torre de Babel, donde ya nadie comprenda de qué se estaba hablando. Puede ser un error, pero también una estrategia. En un sistema muy presidencialista como el argentino, el mandatario suele tener la sartén por el mango, salvo excepciones como Alberto. Aquí también Milei aprovecha la construcción de una contrafigura a partir de su feroz hiperactividad.

Los primeros 10 días de la nueva presidencia, el principal calificativo que repetían los medios, la dirigencia, los consultores, etc. era el de “pragmatismo”, en función de que el equipo de gobierno -con su líder a la cabeza- no estaba cometiendo gruesos errores políticos, consciente de ser el presidente con menor poder político desde 1983. Sin embargo, a partir del DNU pasamos del pragmatismo a la polémica permanente, a la que luego se sumó la mega ley de reforma de todo.

Como bien dicen algún analista, el admirador de Alberdi trata de compensar con agenda osada y discurso altisonante la falta de poder con la que llega. Eso en sí mismo es una buena estrategia, pero tiene un límite. Si los resultados – ya sean económicos o políticos – no aparecen, el deterioro de la máscara dejaría ver que “el rey está desnudo”: esto es, no sólo no tiene gobernadores y poder parlamentario, sino que además delataría falta de habilidad política para suplir las deficiencias de base.

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Por último, existen al menos tres riesgos adicionales al tener una agenda tan abarcativa: 1) el que mucho abarca, poco aprieta, pudiendo diluir la fuerza de la gran reforma estatal; 2) lucir desenfocado con las preocupaciones centrales (como acotar la Ley Micaela, en otras decenas de cuestiones); y 3) ¿podrá mantener este ritmo durante 4 años, so pena de lucir agotado más adelante?

“No dejó títere sin cabeza” es una expresión que surge del libro del Quijote quien, en uno de sus delirios, cortó la cabeza de todos los títeres que estaban representando una obra, imaginando que la misma formaba parte de la realidad.

(*) Consultor político, titular de Carlos Fara & Asociados y presidente de la IAPC

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