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El lugar de la utopía en el programa escolar
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El lugar de la utopía en el programa escolar

Por Adriana Puiggrós (*)

El neoliberalismo ha impactado la educación formando sujetos escépticos, más amarrados al presente, motivados a volcar su afán en cada día, a volver una y otra vez a las plataformas pobladas de guerras, muertes, ejércitos y policías. Entre los conceptos que habitan las subjetividades no figuran las utopías de creación y felicidad. La pérdida de confianza en la educación alimenta esa desilusión y es un elemento determinante del fracaso escolar. Cierto es que la paz, la justicia social y la salvación del medio ambiente resultan hoy términos abstractos, metas difíciles de alcanzar y que una interpretación común es que esta situación se origina en la supuesta maldad innata de la humanidad. Pero la educación es enemiga del descreimiento, pues su condición es considerar que no hay un sujeto previo a la historia ni al proceso pedagógico, que la “naturaleza humana” es producto de la experiencia social. Educar supone que los alumnos tendrán futuro.
En consecuencia, ¿qué relato alentador podemos transmitir a los jóvenes? Que son sujetos de la historia, y que ésta ha continuado desde hace milenios, aunque lo haga como remolino, como torrente; que la humanidad no solamente ha destruido sino creado, construido. La educación también debe informar sobre la reproducción de la vida como mandato biológico, como deseo, como consciencia social, como voluntad política. Urge desacralizar el orden establecido, subrayando que las nuevas generaciones pueden apropiarse de la cultura para transformarla.
El aprendizaje escolar cobraría nuevo sentido, necesariamente distinto de la racionalidad instrumental, de metas tan limitadas, que caracteriza los programas escolares e impide a los alumnos comprender el objetivo de sus esfuerzos en el estudio. El “rendimiento” de nuestros alumnos en matemáticas y lengua, las materias emblemáticas del fracaso, sólo mejorará si se las inserta en una visión amplia de la cultura. Ésta les facilitará también usar Internet, el Metaverso y otros escenarios fronterizos entre la realidad física y la virtual, sin someterse al mal, creando utopías de un mundo mejor.

(*) Doctora en Pedagogía de la UNAM, Profesora de la UNIPE y profesora consulta de la UBA

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