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Jugar para superar la crisis: el exitoso caso de los “Juegos del Caracol”
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Jugar para superar la crisis: el exitoso caso de los “Juegos del Caracol”

Por Tomás Rodríguez

“Juegos del Caracol” es una empresa abocada íntegramente a la edición, diseño y producción de juegos para niños. Con más de 20 años en la industria del juguete, el matrimonio de Paula Spritz (ilustradora y diseñadora) y Gustavo Bendersky (psicólogo y docente en la Facultad de Psicología), se encarga de crear propuestas originales para los más chicos.

Si bien la empresa se fundó oficialmente en 2002, todo se remonta a un año antes, en plena crisis de la Argentina, cuando Spritz se encontraba trabajando para editoriales españolas que decidieron retirarse del país. Pero como se suele decir, y Bendersky afirma: “las crisis generan oportunidades”.

“Yo había hecho todo el desarrollo de un libro y unas tapas, que la editorial pagó, pero finalmente no usó. Me dijeron ‘el material es tuyo, hace lo que quieras, no lo vamos a usar’, yo tenía los derechos. Me encantaban esas ilustraciones y ese material, y se me ocurrió convertirlas en un juego. Empecé a pintar en unas maderas y me di cuenta de que eso tan artesanal no iba a funcionar de manera industrial”, cuenta Spritz. Fue entonces cuando su marido, Bendersky, intervino.

“Vos hacelo. Yo te acompaño”, la apoyó. Así, Paula diseñó los primeros tres rompecabezas y un juego de memoria. Poco a poco, fueron creando distintos temas y líneas de productos. Actualmente cuentan con 11 líneas y casi 80 juegos.

Lo más difícil para la empresa fue pensar cómo producir un envase diferente, que tuviera una relación con el diseño que estaban buscando. Y finalmente lo lograron: los envases serían la “casa” del juego, y todo lo que ocurriera con el envase estaría vinculado con el mismo. De ahí el nombre: Juegos del Caracol, en alusión al molusco que siempre “viaja con su casa”, su caparazón. Esta estrategia forma parte clave de la identidad de la marca: “El packaging forma parte del juego, y no solamente lo contiene”; explica Bendersky.

Además de la originalidad, las cajas de Juegos del Caracol tienen algunas otras ventajas: los diseños, estéticos y llamativos, vuelven al juego un objeto de decoración para las piezas de los menores. “Por otra parte, como son latas, no se corre el riesgo de que los chicos las pisen o las rompan; duran más, y permiten que las piezas se conserven, duren y no se pierdan, lo cual siempre es un problema”, explica Bendersky.

Los creadores se definen como una fábrica de juegos “particular”. “En este momento están de moda las fábricas que contratan ilustradores para que ilustren sus juegos. Nosotros surgimos al revés: surgimos de la ilustración, y es la imagen la que propone el juego. El juego surge de la ilustración”; detallan.

Entre los productos de la empresa se destacan juegos fluorescentes que se cargan en la luz para jugar en la oscuridad; dominós con ilusiones ópticas para jugar con la mirada; origamis con temas y elementos de diferentes países y culturas; y hasta rompecabezas con números. “Los envases son como una mochila con cordón, que hacen que puedan ser transportados a un campamento o a una pijamada”, explica Spritz, quien asegura que en Juegos del Caracol la calidad de los materiales es prioridad: el papel ilustración, el color, las lacas de protección para la durabilidad y hasta el tipo de montaje. “Seleccionamos los mejores materiales que hay en el mercado”, puntualiza la ilustradora.

Las diferentes edades y etapas en el desarrollo de los niños son muy tenidas en cuenta. “Trabajamos con docentes y psicopedagogos. Antes de sacar un juego a la calle, es visto por ellos. Yo pude incorporar mi marco conceptual como psicólogo. Pienso en el juego como algo que va a ser usado por un niño, que tiene un determinado aparato psíquico, y en cómo se va a relacionar con ese juego”, cuenta Bendersky. Pero su mirada como psicólogo va incluso más allá.

“Nosotros tenemos, por ejemplo, el Juego de las Emociones; o incluso los juegos fluorescentes, que se usan en la oscuridad, que tienen temáticas de miedo y otros sobre cómo perderle el miedo a la oscuridad.

“Vemos que hay muchos juegos sobre emociones que apelan a ‘hay que controlar las emociones, dominar las emociones’. Nosotros creemos todo lo contrario.  Si un chico va al colegio, un día va triste, otro día contento, le pasan cosas. Nuestro juego propone jugar con las emociones y divertirse, o sea: ‘voy a tratar de divertirme a pesar de estar enojado, a ver si logro correrme de ese enojo. ¿Por qué un niño tiene que desenojarse para jugar? Las emociones no hay que dominarlas, hay que entenderlas, más allá de que si alguien está enojado está bueno dominar al ‘Bombita’ que llevamos adentro”, comenta Bendersky con humor, recordando al personaje de Ricardo Darín en “Relatos salvajes”.

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También producen juegos para inventar cuentos, juegos con reglamentos e incluso juegos que tienen final cerrado y un reglamento, y otros donde el niño puede, incluso, intervenir en el mismo. La empresa tiene un funcionamiento similar al de una editorial. Diseñan y editan el contenido y las ilustraciones y luego trabajan con imprentas, montajistas, y troqueladoras externas. “Además, trabajamos con talleres protegidos de inclusión laboral, donde embalan y arman y desarman piezas. Luego eso viene a nosotros y desde acá lo distribuimos”; explica Spritz.

La pareja creadora, que además tiene hijos en común, recuerdan con cierta alegría los inicios tan difíciles, allá por 2001. “Estábamos en un momento complejo del país, donde muchos empezábamos a pensar en la posibilidad de irnos, o si teníamos que generar algo acá. Pero decidimos probar generar algo acá, que es donde nos gusta vivir, más allá de la crisis”, cuenta Bendersky.

“Hacer juegos es muy difícil, y claro que están las diferentes crisis. Pero no sé si hubiéramos podido desarrollar esto en otro entorno. Incluso, miles de veces nos han preguntado si los juegos son importados porque tienen una manufactura y diseño altamente competitivos con producción de afuera”, detalla Spritz, con evidente orgullo.

Hoy, Juegos del Caracol comercializa sus productos en jugueterías, librerías, museos como el del MALBA o el Bellas Artes, y hasta desarrollan juegos corporativos personalizados para empresas. “Como la matricería es nuestra y diseñamos nosotros, tenemos la posibilidad de adaptar nuestros diseños”, celebran. Muchas veces han sido visitados por estudiantes de diseño para observar cómo es el proceso de creación de los juegos. “Y muchos tienen nuestros juegos en sus casas. Nuestros juegos duran mucho tiempo, crecen con los chicos, pasan de hermano a hermano, porque la lata permite que los juegos se conserven. Se montan de tal manera que van en un papel de dorso para que las piezas no se doblen. Nosotros tenemos hijos y sabemos que para un chico, que se le rompa un juego o se le pierda un muñequito es tremendo”.

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Según cuentan, durante la pandemia del Covid-19, cuando las familias se vieron obligadas a recluirse en sus hogares por las medidas de confinamiento, hubo un crecimiento de los juegos de mesa en Argentina y el mundo.

“Mi hipótesis es que había mamás y papás en casa, mucho más que antes, entonces había ganas de compartir estos espacios. Y, además, los chicos tenían muchas horas de computadora por la escuela. Así que decidimos darles algo para que tengan ganas de estar muchos ratos lejos de las computadoras. No es por demonizarlas, las computadoras no comen niños, y todos tenemos un vínculo con ellas”, detalla Bendersky, quien añade que las distintas formas de diversión de los niños no tienen por qué competir entre sí.

“Una vez nos hicieron una nota que en un momento decía: ‘Barbie fue’. Pero en mi casa hay Barbies, mi hija juega con Barbies. Nosotros no tenemos por qué pelearnos con Barbie”, concluye con una sonrisa.

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