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Las mujeres del Gobierno de Milei y el feminismo
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Las mujeres del Gobierno de Milei y el feminismo

Por Julieta Waisgold (*)

Impulsado por la lucha contra la violencia de género y la desigualdad, el feminismo creció con fuerza en la última década en la Argentina, se empezó a abrir paso en el discurso político y tuvo uno de sus puntos más altos en la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo y la creación del Ministerio de las Mujeres.

Sin embargo, este fenómeno social creciente no parece emerger todavía con la misma fuerza en términos políticos ante la opinión pública. Antes de la elección presidencial, por ejemplo, el feminismo pesaba poco como motivador del voto (de una encuesta que hicimos con Trespuntozero en febrero del año pasado surgió que sólo el 4,4% de las mujeres encontraba en las cuestiones de género un motivo para su voto). Parecía tener antes otros asuntos pendientes como la economía, la seguridad pero también la palabra “futuro”.

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Frente a este avance de los discursos igualitarios, universalistas y abiertos, en Argentina y en el mundo vuelven las ideas en bloque, cerradas, que funcionan como salvoconducto macizo para los malestares que existen.

El gobierno de Javier Milei tiene mujeres. Mujeres en espacios de poder que no sólo no se reconocen como parte de un colectivo feminista, sino que se manifestaron en contra del feminismo y sus luchas.

La diputada Lilia Lemoine dijo expresamente que en la derecha no había feministas, y que presentaría un proyecto para que los hombres pudieran renunciar a la paternidad. La vicepresidenta Victoria Villarruel denunció en la campaña que en la Argentina se estaban “abortando chicos a término”.

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La secretaría General de la Presidencia, Karina Milei, es llamada “El Jefe”, porque según dicen es la que tiene la llave de la confianza presidencial, pero el sustantivo masculinizado normaliza la idea de que el poder todavía lo tienen los hombres.

En medio de la frontalización discursiva, cargada con cada vez más agresividad, la idea de que una mujer sea llamada “El Jefe” funciona como respuesta suspicaz, como detalle de provocación, casi como una sacada de lengua burlona, a la avanzada del feminismo en la última década.

Un ademán con el que el presidente juega a abrir esos bloques discursivos macizos. Como si dijera “esto es muy en serio” y de vez en cuando dijera “y también no”.

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Si mirado desde afuera, en los últimos años el discurso feminista se consolidó, también dejó a muchas mujeres no militantes con la sensación de no pertenecer. Mujeres que podrían sentirse convocadas por sentir en carne propia las mismas vivencias que el resto.

Por eso con este gobierno que avanza en reacción, el feminismo parece tener nuevos desafíos. Frente a la presencia de mujeres con poder en el gobierno, y un discurso opulento que no deja de hacer guiños que aparentan distensión, el feminismo tal vez sea más atacado pero a la vez también más cristalizado como propuesta si encuentra la forma de avanzar articulándose en un discurso con forma política.

Es decir, si toma el desafío de ir más allá de sus propios límites, no para juntarse con las mismas de siempre ni para sumar a las que están enfrente, sino para convocar a las que se quedaron al margen, abriendo y yendo en el discurso a jugar en los bordes y también afuera de lo que se tiene como costumbre, y haciendo todo eso sin perder un cierto sentido de identidad común que aglutine.

(*) Consultora en comunicación política.

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