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Javier Milei y la psicosis argentina
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Javier Milei y la psicosis argentina

Por Silvia Ons (*)

Decir que Javier Milei tiene Asperger tal vez sea quedarnos cortos. Me refiero a la entrevista que se volvió viral la semana pasada en la tele y en la que se lo vio evidentemente descompensado. El Asperger no necesariamente tiene alucinaciones, como las que pareciera haber tenido durante esa presentación, cuando habló de un supuesto sonido que se le aparecía y que lo perturba.

Más allá de que se tratara de un sonido real en el estudio, da la sensación que ha tenido “interceptaciones”. ¿Qué es eso? Es cuando, por ejemplo, se pronuncia una frase y se corta, y no se puede seguir con el hilo del discurso. Y ahí se nota, como se notan un montón de cosas que corresponderían a la psicosis.

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Sin embargo, no creo que sea posible dar un diagnóstico sin escucharlo atentamente como parte de una sesión, en el marco de un análisis. Incluso me parece aventurado dar un diagnóstico como escucho y leo que muchos lo hacen.

En términos concretos, puedo decir por mi experiencia que sí vi a una persona descompensada. Pero en los simbólico, Milei es un síntoma de todo lo que está ocurriendo a nivel social. Si en él uno puede notar “interceptaciones”, que es cuando el pensamiento se corta y no se puede seguir con una idea (lo que también puede encajar con una esquizofrenia), es porque él muestra algo que está ocurriéndonos a todos como sociedad.

De pronto aparece diciendo que Patricia Bullrich era una montonera asesina, y ella criticándolo a él; y al otro día se abrazan. No hay lógica. Muestra ideas que no son claras, no hay una orientación política. Quizás Milei está descompensado por ese mismo fenómeno. Pero tal vez podamos decir lo mismo de Bullrich, una consecuencia del quiebre de Juntos por el Cambio, con manifestaciones políticas que conducen a la perplejidad en el votante.

¿A qué me refiero con que ese fenómeno puede ser el factor de descompensación? Milei estaba muy seguro de ganar y tenía una idea directriz en su pensamiento: ir contra “la casta”, proclamando la libertad como único principio, a través de la dolarización y la destrucción del sistema político. Alguien podría decir “está loco”, e incluso “se hacía el loco”. Uno podía ver en él “risas inmotivadas”, algo que también podía entrar en el rango de lo psicótico (risas que no tenían nada que ver con lo que se estaba hablando, que ahora se han acentuado). Milei pierde y eso evidentemente produce una descompensación en alguien de esas características.

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Juan González, biógrafo de Milei, le dijo a Newsweek Argentina que veía a un Milei en crisis luego de la derrota del 22 de octubre, porque su mesianismo (“el libertario afirma que Dios le dio la misión de ser presidente”) le hizo creer que podía ganar en primera vuelta, y ahora debió por primera vez decir en público cosas en las que no creía, como que la izquierda podía gestionar un ministerio.

Cuando las certezas (sean locas o no) chocan con la realidad, ese mundo se resquebraja y también puede quebrarse la persona. Mieli ahora tiene que negociar con “la casta”. Más allá de Milei, lo que está loco es el sistema político. Está fragmentado. La cuestión vinculada con ganar a cualquier precio tiene más poder que las ideas.

Cuando Lacan habla de “síntoma social” y lo enuncia, lo vincula con la fractura de los lazos. Y esto se ve hoy en muchos campos. También en el amor y la amista. Todos estos conceptos están amenazados, en crisis. Pero creo que en él ámbito político es donde más se ve este quiebre de los lazos, porque la traición está presente todo el tiempo. Lo que importa es ganar, y no importa el otro. En la política siempre hay algo de negociación, pero lo que hoy se ve es el colmo del colmo. Negociar supone que hay una parte que me interesa y otra que le interesa al otro, y luego tratar de armar alguna combinación entre esos intereses, sin que eso haga perder su idea a ninguna de las partes. La negociación tradicional del abrazo entre Perón y Balbín, ya que se citó en estos días, hoy no existe. Hoy, “estoy con el otro si me permite ganar”.

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Pero también hay una ruptura de lazos entre la política y la gente. Y la distancia es tan enorme que uno siente una pena profunda.

Cuando Milei dice que escucha ruidos que no lo dejan pensar, es que todos sentimos lo mismo. Mucho ruido. Ya no se sabe lo que se dice. Lacan también afirmaba que el psicótico está mostrando algo que no ve el normal. Milei muestra un pensamiento que se disgrega.

(*) Psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

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