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En busca del milagro Neo-retro-liberal
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En busca del milagro Neo-retro-liberal

Por Silvio Santamarina

Si sorprendió a muchos el apoyo de los pobres al candidato liberal y ajustador, ¿por qué no sorprendió tanto el aval de buena parte del establishment al candidato que puso el frente estatista Nac&Pop?

Mucho se ha elucubrado durante la campaña electoral acerca de los vaivenes, ambivalencias y contradicciones de la opinión pública a la hora de elegir a sus futuros representantes. Pero lo que no nos hemos detenido lo suficiente a revisar todavía es la situación ambigua de la dirigencia empresarial ante la alternativa electoral. Llámese, establishment, círculo rojo, burguesía nacional o, simple y vagamente, clase alta o “los ricos”, en todo caso hubo señales de incertidumbre y hasta alarma por los resultados cambiantes que fueron arrojando las urnas, que impactaron como poca veces en la previsibilidad del clima de negocios argentino. Entender esta dinámica puede orientarnos respecto de los senderos que pueden abrirse en las pujas de intereses que se avecinan, a paso acelerado.

La pulseada básica que se olió desde el principio entre Milei y Massa tuvo su correlato en grupos empresariales vinculados, de distintos modos, con cada candidato. Por eso Newsweek Argentina le había dedicado su tapa de hace dos meses a Eduardo Eurnekian, como “el padre de la criatura” que rompió con las costumbres de la “casta” política. Del lado de Massa, el álbum casi familiar que lo muestra junto al empresario con medios Daniel Vila, sumado a anécdotas enternecedoras con clanes como la familia Brito, entre otros apellidos del poder, pintan la otra cara de una misma moneda: el apretadísimo lazo que anuda Estado y Mercado en un modelo autóctono de capitalismo que cada vez nos cuesta más caro a todos. Y todas.

Es notable cómo el establishment se fue resignando, al cabo de los meses, a aceptar que su candidatura favorita -o al menos la que calzaba mejor en su zona de confort-, iba mostrando su baja performance electoral.

Así, fueron pasando las figuras digeribles para el empresariado, desde un prometedor Horacio Rodríguez Larreta, que parecía el sucesor natural en el sillón de Rivadavia, tras el fracaso de Alberto Fernández, que también los había ilusionado, allá por 2019, como el posible héroe accidental que terminara con el largo reinado cristinista, con un acto de traición patriótica.

El showman del Apocalipsis

Triturado el posibilismo larretista, vino la ilusión con cara de mujer, encarnada por Patricia Bullrich, que al menos tenía la bendición -aparente- de Mauricio Macri y la vocación bélica para hacer creíble la posibilidad de aplicar aquel shock ajustador que la gestión de Cambiemos no pudo, no quiso o no supo concretar. Pero tampoco fue aprobada por las urnas.

Perdido por perdido, siempre se podía volver al primer amor del círculo rojo en la búsqueda de un matador que, desde adentro, le diera la estocada final a la “década ganada” K: la eterna esperanza blanca del pragmatismo corporativo, Sergio Massa, volvió a encandilar a los hombres de negocios (mujeres siguen escaseando en esas alturas).

Mileilandia: cómo será Argentina en la Era Milei

Con sus pases de magia ventajista, y su cintura de pícaro e incansable equilibrista, Sergio persuadió una vez más a los inversores locales de que él llevaría al peronismo, como un flautista de Hamelin del Conurbano, por el camino del poskirchnerismo, esa utopía que Daniel Scioli supo encarnar pero también falló en realizar.

Es cierto que, esta vez, el OK a la opción massista por parte del establishment fue menos por amor que por espanto. Pero la templanza que el círculo rojo mostró durante la campaña, ante un candidato que al mismo tiempo era el ministro de Economía con prontuario inflacionario y deficitario récord, solo podría explicarse por la desconfianza mayor que les generaba su contrincante.

Y así se fue reflejando en los mercados, que se enloquecieron de miedo cuando Javier Milei dio el primer batacazo en las PASO, pero en cambio se tranquilizaron cuando Massa se recuperó en la notable remontada de la Primera Vuelta. “Con Sergio se puede hablar”, siempre se comentó por lo bajo respecto del candidato que se abrazó al último experimento K, en 2019, casi como un boxeador se abraza al adversario para recuperar el aire y buscar la chance de meter un gancho sorpresa mientras se desata del clinch.

Si con Sergio se podía hablar, entonces ¿con Javier no? Es notable que justamente el candidato que predicó liberalismo económico extremo, más que nunca en la historia nacional, no fuera considerado como el interlocutor ideal por el establishment que tanto reclama reglas claras de libremercado.

La economía de Milei: ¿Quién le pone el cascabel al león?

Hay que reconocer que los modos y el fraseo desbordado que identifican a Milei puede meter miedo a cualquiera. Pero inquieta la sospecha de que, más allá del peligro republicano que representaría la propuesta libertaria, lo que de verdad preocupa a los presuntos capitalistas argentinos sea, precisamente, la remota posibilidad de que Milei vaya en serio con su rebelión liberal y que, contra todo pronóstico, al final se salga con la suya. No sea que cosa que al Loco éste se le ocurra ponernos a competir en un escenario de mercado intenso.

A empresarios y formadores de opinión muy cercanos a ellos les gusta repetir la profecía tranquilizadora de que Milei no va a poder llevar adelante sus reformas brutales de mercadocracia. Y no se refieren tanto, aunque finjan que sí, a los desvaríos teóricos sobre tenencia desregulada de armas, compra-venta de órganos y otras bravuconadas mediáticas. No: más bien apuntan a la batería de “incentivos” al empresariado nacional para que siga “emprendiendo” a la sombra del Estado.

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