Por Gustavo Sylvestre
En mi reciente visita a México, invitado a disertar sobre el rol de los medios de comunicación en América Latina, junto a expresidentes de la región, la pregunta que más me formularon fue cómo la Argentina había llegado a tener un presidente que rompía con todos los cánones del respeto institucional y que está enfrentado con un factor que nos ha hecho importantes en el mundo: la cultura, la ciencia y la educación.
Milei sorprende en todo el mundo por la irracionalidad que plantea un presidente que parece querer dinamitar las bases mismas de la institucionalidad lograda en estos 40 años de democracia.
Está claro que Milei supo atraer a miles y miles de argentinos decepcionados con su clase dirigente, repletos de odio inoculado inteligentemente por los medios y la derecha argentina, para atacar todo aquello que signifique un Estado de bienestar, un Estado presente que sirva también como regulador ante los distintos actores de la sociedad.
Los 100 días que vivimos en peligro: la Era Milei y la pulverización del Estado
Pero a cuatro meses de andar, parte de ese electorado que llevó a Milei al poder ha advertido que el ajuste, una vez más, lo pagamos los ciudadanos de a pie; y ha comenzado a ponerle límites, que el Gobierno no imaginaba. Todo el papelón de los excesivos aumentos permitidos a las prepagas comenzó a aparecer en focus groups como una de las quejas más reiteradas entre los propios votantes de Milei. Comenzaron a aparecer los “pero…”.
Un presidente acostumbrado a arremeter con la motosierra contra todos, pareció encontrar el pasado 23 de abril, en la Multitudinaria e Histórica marcha de la sociedad en defensa de la educación Pública, el primer bastión de resistencia. Esta vez, el Gobierno eligió mal, muy mal, a su enemigo.
En momentos en que cientos de familias deben cambiar a sus hijos de la educación privada a la pública; que muchas familias ni pueden seguir pagando las cuotas de las prepagas; que ven como sus ingresos disminuyen aceleradamente; la obtención de un título universitario es vista como la única salida para mejorar el porvenir.
Se viralizaron los datos de incremento de estudiantes terciarios desde 1970 hasta el 2021. Fue de 275.000, el 1,2% de la población, hasta 3,7 millones, el 8,1% de la población. Siendo el gran salto en los ‘90, directamente referido al nacimiento de nuevas universidades públicas, sobre todo en el Conurbano, que han permitido a muchos jóvenes ser primera generación de universitarios en sus familias.
Una forma de Gobierno inédita y los límites de la democracia
El Gobierno sintió por primera vez, el impacto de semejante movilización popular, y desató hacia el interior del Gobierno una seguidilla de acusaciones entre la ministra Pettovello y el todopoderoso ministro de Economía, Luis Caputo, a quien se señala como el verdadero “estrangulador” del presupuesto universitario. También ha quedado en evidencia que estamos frente a un Gobierno con muy mala gestión, ineficiente, que en el área del Ministerio de Capital Humano ha llevado en estos meses a más de 10 renuncias de funcionarios cercanos a la ministra.
Pero también la marcha de la ciudadanía en favor de la educación pública ha sido una advertencia para la desorientada oposición argentina, que no logra encontrar un norte para enfrentar al Gobierno de Milei; está envuelta, como siempre, en rencillas internas que la alejan de lo que debería ser la mayor preocupación para estos tiempos que corren: la preparación de un verdadero plan para la Argentina que contraste con las duras políticas de ajuste del Gobierno actual.
Todo sigue fragmentado y roto en nuestro país. Como un rompecabezas, se necesita de un voluntarioso “que la vea” y que comience con paciencia, tesón y pensando en grande, a armar las piezas hoy sueltas y dispersas. La sociedad espera, antes de que sea demasiado tarde.
