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Jorge Argüello y “las dos almas de EEUU”: por qué el sistema democrático como lo conocemos está en riesgo
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Jorge Argüello y “las dos almas de EEUU”: por qué el sistema democrático como lo conocemos está en riesgo

La semana pasada, el exembajador argentino en los EEUU (2011-2013 y 2020-2023), Jorge Argüello, presentó en Buenos Aires su nuevo libro, en el que aborda la grieta que divide a ese país y que pone en riesgo no solo el “ser nacional” estadounidense, sino los mismos cimientos de la democracia.

“Las dos almas de EEUU – Viaje al corazón de una sociedad fracturada” repasa su último mandato como embajador en Washington, en tiempos de Donald Trump y luego de Joe Biden, pasando por aquel 6 de enero de 2021 en el que una horda de fanáticos tomó el Capitolio con un salgo trágico.

En esta entrevista con Newsweek Argentina, el diplomático analizó esas “dos almas” a las que hace referencia en su obra, las similitudes y diferencias con la grieta argentina y también se refirió a la decisión del Gobierno de Javier Milei de alinearse de manera incondicional con EEUU y particularmente con Donald Trump.

«Las dos almas de EEUU». el nuevo libro del exembajador argentino en EEUU, Jorge Argüello

Acaba presentar su nuevo libro “Las dos almas de EEUU”. ¿En qué consiste?
– Así es. Y su subtítulo es “Viaje al corazón de una sociedad fracturada”. Está escrito por mí y vendría a ser una especie de continuación de otro libro que publiqué luego de mi primer mandato como embajador de la Argentina en Washington: eran las cartas credenciales con Barack Obama y se llama “Historia urgente de los Estados Unidos”. Este nuevo libro, “Las dos almas de EEUU”, lo presento al terminar mi segundo mandato, presentando las cartas credenciales con el presidente Donald Trump, con cuya administración trabajé en el primer año de mi segundo mandato; los otros tres fueron con la administración de Joe Biden. Está prologado por Andrés Malamud.

¿A qué se refiere con la metáfora de “las dos almas”?
– Supone un abordaje a lo que podríamos llamar “la grieta estadounidense”. Los argentinos creemos que somos los campeones mundiales de la grieta y, en realidad, no terminamos de advertir que el proceso de polarización y agrietamiento se está verificando en muchas democracias occidentales, en diversos continentes. Y tal vez la de EEUU sea la más acentuada, porque allí lo que está en el vértice de ese desencuentro son valores muy profundos, esenciales, diría yo, para la conformación de ese ser nacional. Estamos hablando de Dios, de la familia, del aborto, de la religión, de la tradición. También hay otras grietas que son menos profundas (no quiero llamarlas “superficiales”), pero que obedecen más a la coyuntura política o social.

Jorge Argüello durante la presentación de su nuevo libro

¿Es una grieta que enriquece la democracia, por el debate abierto que implica? ¿O la pone en riesgo, porque la discute?
– Y creo que es una grieta que pone en jaque al sistema. Y creo que en este 2024 la democracia de los EEUU (sobre todo a partir del 6 de enero de 2021, que es lo que le da alta visibilidad a esta grieta) será sometida a un “test de estrés”. ¿Qué significa eso? Es una prueba de los límites del sistema, un modo de comprobar cómo se comporta bajo presiones extraordinarias. Y la democracia estadounidense está bajo presiones extraordinarias. No son nuevas; no arrancaron con Trump. Yo me acuerdo ya en la época de Clinton, cuando Gingrich era el jefe de la bancada republicana, marcaba claramente un camino conservador y de derecha dentro del Partido Republicano. Después, ese derrotero fue continuado por el Tea Party. Más tarde fue seguido por los orígenes del trumpismo y por Trump, cuando todavía era demócrata. Vale recordar que Trump era aportante del Partido Demócrata y se fue convirtiendo al Partido Republicano, a la vez que inicia un proceso en el que termina adueñándose.

Lo que pasó aquel 6 de enero de 2021, con la toma del Capitolio, ¿es una muestra de lo que puede pasar si colapsa el sistema democrático en EEUU?
– Sí, creo que sí. Porque Donald Trump todavía no ha reconocido la victoria de Joe Biden. Es más, está prometiendo que va a liberar a los “rehenes”. ¿Quiénes son los rehenes? Los condenados penalmente por sedición. Por lo tanto, debemos prepararnos para un escenario en el que el que pierda este año no reconozca el resultado electoral. Porque ya pasó. Yo viví en mi adolescencia en los EEUU. Estudié allí un año y medio a comienzos de la década del ‘70. Era Richard Nixon el presidente. Y yo comparo una consigna que ha aparecido en los últimos años: que el que pierde una elección dice “not my president”. Hay una asunción de que “ese no es mi presidente”. Y esto confronta absolutamente con lo que yo viví en aquellos años, cuando el sistema estadounidense era absolutamente sólido, impenetrable institucionalmente. Si había algo que no se objetaba y que salvaba periódicamente al sistema era justamente el proceso electoral.

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Lo que denuncia Trump, y que en parte lo valida ante sus seguidores, es que el Gobierno de Biden se ha tomado revancha, y que eso se verifica en una persecución judicial. De hecho, es el primer presidente de ese país imputado penalmente. Y no es que sus antecesores no hayan tenido denuncias… ¿Hay algo de verdad en ese señalamiento de Trump?
– Bueno, a mí me parece que aquí no estamos en presencia de una revancha de quien ganó la elección. Tenemos decenas de procesos penales en contra de Trump. En próximos días, por ejemplo, se va a dictar sentencia en uno de los juicios que tiene por el pago que le hizo a una estrella porno. Y es probable que tenga sentencia antes de la elección. Pero también tiene procesos penales por retener documentos clasificados, los archivos clasificados de la Casa Blanca que le encontraron en su casa de Mar-a-lago, en Florida. Y decenas de procesos por intentar revertir el resultado de las elecciones en Georgia, y decenas por el asalto al Capitolio. Estamos hablando de cosas que exceden largamente lo que puede ser una venganza de quien ganó una elección. El Poder Judicial está funcionando, aún cuando Trump ha sido capaz de construir una mayoría de 6 a 3 en la Corte Suprema. Y, por esa razón, es poco probable que muchas de estas causas avancen.

Los resultados electorales de las últimas décadas han sido muy ajustados. ¿Cómo pueden impactar estas “dos almas de los EEUU” en estas próximas elecciones presidenciales?
– Eso no lo sabemos. La moneda está girando en el aire. Hoy las encuestas indican diferencias interesantes. Estamos hablando de entre 2 y 4 puntos de ventaja para Donald Trump. Pero si volvemos a hablar en tres o cuatro semanas, es probable que en ese momento vaya ganando Biden. Lo que sí sabemos es que esta elección no va a poner punto final a la grieta.

Superar este desencuentro que existe entre las visiones que hay en los EEUU, y que se ha forjado a lo largo de las últimas dos décadas, va a demandar generaciones. Por eso el título del libro y por eso la temática. No es lo mismo en EEUU vivir en las costas, en las grandes urbes, que vivir en Oklahoma o Indiana. Y eso determina dos visiones y dos concepciones, que son las que están en pugna en este momento.

¿De alguna manera esta puede ser la elección estadounidense más global? Porque se produce en el medio de una polarización entre Occidente y Oriente, con una creciente tensión con China, con una amenaza nuclear de Rusia, denuncias de injerencia extranjera en los comicios…
– No, yo sería menos enfático. Porque entre las pocas cosas en las que en EEUU hay acuerdo es en la cuestión China. Republicanos y demócratas tienen la misma definición respecto de la amenaza china. Y esto es así -y esto es mi opinión- porque, en realidad, la relación bilateral más importante del planeta es la que se da entre Washington y Beijing. El resto del tablero internacional de alguna manera se acomoda a la tensión que existe en esta contradicción, en esta tensión principal. Pero yo me he encontrado con que no hay grandes diferencias a la hora de abordar la agenda exterior de los EEUU por parte de las administraciones demócratas y republicanas. Puede haber énfasis, discursos más fuertes, pero en líneas generales la tensión con China está al tope de la agenda exterior estadounidense.

Jorge Argüello y Marc Stanley (Foto: NA)

¿Cómo evalúa la relación de Javier Milei con los EEUU, este alineamiento automático en un marco de incertidumbre y tensiones como el que usted señalaba?
– Ahí hay una decisión unilateral por parte del presidente de la Argentina, de encuadrarse -y lo ha dicho infinidad de veces- detrás de EEUU e Israel. Es una decisión un poco extraña, teniendo en cuenta que el interés nacional nos muestra claramente que la balanza comercial argentina reconoce en China a su segundo socio comercial. China, comercialmente hablando, en términos de trade, de intercambio comercial, es más importante que EEUU para nosotros. Entonces, a mí se me ocurre pensar que la estrategia que mejor atiende el interés nacional es aquella que multiplica vínculos, no aquella que los reduce. Desde esa perspectiva, no coincido con la definición que ha adoptado el Gobierno nacional.

Dentro de ese alineamiento con EEUU, la postura de Milei pareciera ser dogmática, fuertemente ideológica, porque se ha encolumnado fuertemente tras la figura de Trump.
– Sí, y de alguna manera se ha involucrado en el proceso electoral, asistiendo, por ejemplo, a la última reunión de los conservadores. Lo vimos por televisión: se reunió con el expresidente Trump y le manifestó su deseo y su expectativa de que ocupe su despacho en la Casa Blanca a partir de fin de año. Esa es una definición que tiene que ver con el proceso interno de los EEUU. Ahora, la agenda se sigue moviendo, y muy bien. Nosotros tenemos una buena y estable relación con los EEUU, que se ha verificado a lo largo de las últimas varias administraciones. La generala Laura Richardson no vino por primera vez durante el mandato de Milei; ya vino el año pasado y se reunió con la entonces vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Y antes que ella vino el almirante Faller, que era el predecesor de Richardson en el Comando Sur. Y, de la misma manera, hay visitas que van y vienen de manera permanente.

El estado de la relación bilateral con EEUU es positivo. No es que se ha vuelto positivo; lo viene siendo desde hace muchos años.

¿Qué es lo que busca Milei con este alineamiento?
– Es muy difícil para mí aventurar una respuesta. Pero podría estar especulando con conseguir financiamiento para su vieja propuesta de dolarizar la economía argentina. Puede estar especulando con un triunfo de Trump. Puede estar buscando respaldo afuera, teniendo en cuenta la situación de debilidad institucional que tiene dentro del Congreso en Argentina. Debe haber más de una hipótesis. Me resulta difícil entender qué es lo que está procurando, pero está trabajando claramente en esa dirección.

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¿Esto puede conllevar algún perjuicio en el reclamo argentino por Malvinas, como se planteó durante el último 2 de abril?
– A la pregunta de si es posible, la respuesta es sí. ¿Es probable? No lo sé. Pero toda acción genera una reacción. Y toda decisión tiene una consecuencia. Todavía estamos hablando del comienzo de la gestión, en el que ha insinuado líneas de trabajo con EEUU, con China y con otros países. Habrá que ver en el andar cómo esto se mueve.

Desde su experiencia, ¿funciona la estrategia del Gobierno de que Milei salga a realizar declaraciones explosivas, polémicas, y luego la canciller Mondino baje el tono y negocie por lo bajo?
– Yo acabo de ver que la canciller Mondino anunció una visita a China. La verdad que si uno escucha lo que se viene diciendo desde el Gobierno con relación a China, no encaja. Por eso insisto yo en que hay que esperar un poco para poder evaluar con un poco más de certeza cuál es rumbo adoptado y cuáles son las consecuencias.

“Milei está diciendo todo lo que la gente quiere escuchar en el centro del capitalismo mundial”

¿Hay similitudes entre la grieta de “las dos almas de EEUU” con la grieta argentina?
– Es que no se trata solamente de EEUU y de la Argentina. Lo puedo ver en Holanda, Italia, Portugal, Brasil. Hay una cierta demanda por insatisfacción. Es riesgoso, porque en el fondo la demanda va también sobre el sistema democrático. Pareciera que los sistemas de toma de decisiones estuvieran también en discusión. Hay entonces un descontento, que no es patrimonio exclusivo de los EEUU ni de la Argentina. Básicamente, a mí me parece que recorre el espinel de la civilización occidental, y que le tenemos que prestar mucha atención. Porque no es lo mismo decir que “con la democracia se come, se cura y se educa”, que decir “con esta democracia no como, no me curo ni me educo”.

¿La democracia está en deuda?
– Me parece que sí. Por lo menos hay una demanda sobre ella.

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