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El año que vivimos con dengue: las lecciones de la epidemia y nuestras mejores armas para enfrentarlo
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El año que vivimos con dengue: las lecciones de la epidemia y nuestras mejores armas para enfrentarlo

Por Mauro Fulco

Primero, las cifras oficiales, brindadas por el Ministerio de Salud: desde agosto de 2023 hasta la semana el 8 de abril de 2024 (última medición al momento del cierre de esta nota) se notificaron 333.084 casos de dengue en el país. El 91 por ciento son autóctonos, el 7 por ciento en investigación y el 2 por ciento importados.

De ese universo total, 315.942 corresponden a estos casi cinco meses de 2024. Y otro dato: la incidencia acumulada hasta el momento es de 708 por cada cien mil habitantes. En el mismo período, 762 casos fueron clasificados como dengue grave (0,2%) y se registraron 238 casos fallecidos (letalidad hasta el momento 0,071%).

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La ONG Jóvenes por el Clima aporta: “En la segunda semana de febrero se registraron 4.790 casos; en 2023 había 635”. Así de elocuentes y crueles son los números.

Lo que las planillas no registran es qué se siente ante la picadura del mosquito aedes aegypti, y de eso puede dar fe quien estas líneas escribe. O si no, usted puede preguntarle a esa persona cerca suyo que padeció la enfermedad.

NO TENGAN DENGUE

Primero, tres días de intensa fiebre, una temperatura corporal que oscila entre los 39 y 40 grados. Y la incertidumbre: guardias colapsadas, desinformación, qué hacer con semejante malestar. Y un consejo médico: “No vayas a la guardia, hoy no tiene sentido”.

Monitoreo médico online: dos gramos de Paracetamol diarios e ingerir agua para evitar la deshidratación. Pero la fiebre no llega sola: viene acompañada de los dolores corporales más espantosos. “Por algo le dicen la rompehuesos”, ironiza el médico, que tiene una consulta tras otra.

Trascurridas las primeras 72 horas, las altas temperaturas menguaron para darle la bienvenida a dolores musculares y óseos inauditos. Es como si saliera fuego de los ojos. Acostarse boca arriba es sentir dolor detrás de la nuca, tirarse de costado es sentir ardor en los maxilares. Eso sin contar es imposible dormir más de dos horas de corrido.

“Estaba tan débil y dolorido que no podía levantarme a hacer pis y puse un balde al lado de la cama”, desliza Luis, abogado de 46 años de Vicente López.

En los días de dengue, una duda: “¿Cómo hace la gente que lo atraviesa en soledad, sin asistencia?”. Y Agostina -empleada, 36 años- responde el interrogante: “Es muy difícil, porque no tenés ganas de nada: no comés, no podés moverte, no podés hacer nada. Yo vivo sola y tampoco quería ver a nadie, pero mi amiga que es médica y vive a cuatro cuadras pasaba para chequear que no me faltara nada”.

Dolores, fiebre, debilidad. Y no se abundó en un tema, que es la pérdida de plaquetas, uno de los problemas médicos más graves que acarrea el dengue y que este cronista -por suerte para él- no llegó a sufrir.

El periodista Rubén Suárez tuvo un descenso tan grande que quedó al borde de la internación. Y Stéfano -13 años- permaneció internado durante cuatro días con un cuadro severo de deshidratación y baja de plaquetas. Sus papás también fueron alcanzados por el mosquito y padecieron la enfermedad, pero el caso del muchachito fue más complicado.

Una de las dudas que incubamos todos aquellos que pasamos por el dengue es si nos van a quedar secuelas. Y la infectóloga Gabriela Piovano responde: “En teoría no, porque mucho de lo que sucede es inmunológico y se recupera. De hecho, el párroco del Htal. Muñiz se agarró dengue y síndrome de Guillain Barré, que es cuando se afectan los nervios del aparato locomotor inferior, que se paralizan. En una semana se recuperó y ya está yendo a ver a la gente”.

El caso más reconocido fue el de María Victoria de la Mota Claverie, esposa de un reconocido golfista y que murió a causa de dengue en San Luis. La tía de Antonio -encargado de edificio en Abasto- fue picada en Pontevedra, Merlo, y también es una de las 238 víctimas fatales de esta enfermedad. Tenía 57 años.

En síntesis: no tengan dengue

A DESCACHARRAR

“El mosquito es africano, descubierto en Egipto, por eso la traducción de aedes aegypti es ‘el desagradable de Egipto’. Habita en el peridomicilio, pero si la temperatura baja abruptamente entra a la casa también. Por eso es importante tener el patio limpio y sin exceso de agua, porque la hembra puede poner sus huevos en cualquier lugar con un poco de agua limpia. Vuelan poco, 50 o 70 metros. El macho vive diez días nada más y se alimenta de jugos vegetales, por eso es importante la limpieza y el cortado del césped. La hembra vive casi el doble, y cuando pica y es hematófaga (es decir que chupa sangre) es porque necesita proteínas para proteger el ciclo biológico y armar la cascarita de los huevos”. El infectólogo Hugo Pizzi introduce una breve y necesaria clase de dengue.

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Y la información oficial va en el mismo sentido: “El Ministerio de Salud estableció que, en este momento, los gobiernos locales deben enfocarse en dos objetivos: profundizar las medidas para evitar la propagación del mosquito y asegurar la capacidad de diagnóstico y el funcionamiento de los sistemas de salud para garantizar la atención adecuada de cada caso”.

Piovano tiene una mirada un poco más crítica de la situación: “Si me preguntás cómo fue la gestión de la pandemia por parte de las autoridades podés poner sonido de grillo y la respuesta es cric cric cric. Fue y es nula a nivel nacional. En cada lugar que hay dengue las autoridades locales tuvieron que tomar medidas. Por supuesto, cada distrito que entregó repelente u organizó escuadrones territoriales para descacharrar manejó bien la situación. Otros lugares, como la ciudad de Buenos Aires, no”.

Dos palabras se repiten y se repitieron durante días enteros en medios de comunicación: repelente y descacharreo.

La demanda del protector para evitar picaduras llevó a que se agotaran los stocks o a que multiplicaran su valor hasta un mil por ciento (si alguien tuvo la suerte de encontrar).

Y también se dio visibilidad a otro tipo de iniciativas. Germán Oestmann es el rector de la Universidad Nacional de Chaco Austral y detalló el proyecto de esa casa de estudios en la fabricación de repelentes: “Nosotros teníamos un stock de 600 cajas de 50 unidades cada una (aproximadamente 30 mil) y pudimos venderlos en solo una semana, distribuyendo por provincia y diversas bocas de expendio para que tenga más masividad. Hoy, la producción continúa siendo las 24 horas en 4 turnos con las determinaciones normativas en cuanto a personal, higiene y seguridad”.

Si bien el dengue atravesó todos los estratos sociales, en los sectores más vulnerables conviven desde hace rato con este mosquito.

Marta es vecina de la Villa 21, donde conformaron un escuadrón que recorre el barrio para ayudar a los vecinos a descacharrar y desde el que también se viene fabricando repelente casero, algo que era tabú hasta hace no tanto tiempo, pero en este brote hasta el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, enseñó desde las redes sociales.

“Hace más o menos diez años tenemos una mesa de salud coordinada por médicos y trabajamos por el descacharreo. Hicimos un curso de repelentes caseros, como para darle posibilidades a la gente más vulnerable. Hay familias de 8 o 9 personas y un frasco de Off no les alcanza para nada”, reflexiona Marta, que brinda los secretos de su menjunje anti-dengue. “Se hace a base de hierbas: albahaca, menta, cedrón, vinagre, alcohol, citronela. Compramos esos ingredientes y los preparamos. Justamente acá en casa tengo 10 litros, porque después de la preparación se deja 20 o 30 días para que sea efectivo. Algunos médicos dicen que no sirve o que dura menos que otro, pero acá nos manejamos como podemos”. Esta última frase es clave: como muestra vale el caso del vecino de Colegiales que prendió fuego su departamento mientras preparaba el suyo.

El rector de la UNCAUS advierte: “Hay que tener cuidado porque tienen muy poca efectividad, e inclusive puede ser perjudicial para la salud dependiendo de qué sustancias utilicen para o, incluso, ser más atractivos para el mosquito”. Marta, que se maneja como puede, reconoce que debe andar con su botellita para todos lados porque las aplicaciones deben efectuarse cada media hora.

Más allá de este momento puntual, ¿qué va a suceder a futuro? Piovano augura: “En la región norte, donde las temperaturas bajaron, pero no por mucho tiempo, la circulación es endémica. Es decir, comunitaria. En esos casos se puede planchar el crecimiento del virus, pero vas a seguir teniendo casos”. Y Pizzi agrega: “Si bien es cierto que en las facultades hay cátedras de medicina preventiva, los gobiernos corren detrás de los acontecimientos. Esta enfermedad sigue creciendo, porque las hembras infectadas ponen huevos ya infectados. Por ahí están cinco meses en latencia hasta que haya un golpe de calor y eclosionen, pero esos mosquitos que eclosionan ya tienen el virus, ya están contaminados. Entonces es una hipoteca que va creciendo año a año”.

Fernán Quirós: «Estamos en la fase final del brote de dengue»

Para los infectólogos la solución es la vacunación. En Argentina hay cuatro provincias que la aplican en forma gratuita: Misiones, Salta, Corrientes y la ciudad de Villa María, en Córdoba, provincia que se agregará en breve junto a Tucumán. El resto (el que pueda), a pagar -al menos al momento de entregar esta nota- 140 mil pesos divididos en dos dosis.

Más allá de la vacuna, el diagnóstico de Gabriela Piovano no es esperanzador: “En la medida en que el cambio climático es un hecho y nadie va a hacer nada para tomar acciones profundas para cambiar esto que está sucediendo, vamos a tener dengue por siempre”.

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