Por Diego Quindimil (*)
“Yo estoy al derecho, dado vuelta estas vos”, cantaba Luca Prodan con su mítica banda Sumo y era una anticipación de la posición que asumimos las personas en relación a las diferencias ideológicas, políticas y hasta éticas con que argumentalmente se sostiene la “grieta”. Es también sabido que la “grieta” -entendida como la división dada por la política nacional- no es solamente conceptual, y por ende racional, sino que a su vez tiene mucho de pasión y de pertenencia a un lado u otro.
Se acercan las elecciones del año 2023 y la división entre el macrismo y el kirchnerismo se acrecienta, la “grieta” se ensancha y esto tiene repercusiones en nuestros vínculos con los otros. Y en la percepción se suele caer -desde los dos lados de la “grieta”- en una lógica que divide y que sostiene “o ellos o nosotros”.
Esto tiene un impacto simbólico e imaginario muy fuerte en nuestros vínculos; quedamos atrapados por la lógica del espejo –como sostiene Jacques Lacan- en donde se trata de una lucha entre yo y el otro. En donde la razón, el espíritu crítico y más aun la conversación, pierden lugar. A cambio se da paso a los fenómenos de agresividad. Una agresividad que se fundamenta en que siempre se trata de un solo lugar para dos: “Yo” o “el Otro”. Es allí donde quedamos alienados por la falta de posibilidades de una tercera versión.
Es cierto que las divisiones sociales y políticas no son un invento argentino, se dieron a lo largo de toda la historia. Y también que los medios de comunicación utilizan a los que son parte de la “grieta” como consumidores cautivos y fogonean las divisiones. Es decir, les hablan a los ya “cooptados”. Hoy sabemos desde qué lado de la mecha se encuentra cada uno de los medios de comunicación cuando se expresa.
El riesgo de la fisura social es el permanente estado de tensión que aparece cuando los sectores se enfrentan y esto se traslada a nuestros vínculos cotidianos. En cada una de las reuniones sociales o familiares está latente el clima de confrontación que promueve caos y violencia. ¿Se podrá conversar de temas políticos? ¿Habrá que callar lo que uno piensa y disfrazarse de otro para sobrevivir en algunos ámbitos? ¿Hay temas “tabú” que refieren a la “grieta”?
La “grieta” hoy entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio es sin duda una diferencia cultural, pero el riesgo que corremos es que esto se traslade a nuestras relaciones personales, empobreciéndolas por falta de tolerancia a las diferencias y hasta propiciando la discriminación al que piensa diferente. Hay que militar la tolerancia y llegar a sostener al modo del filosofo Nietzsche que “nuestro mejor amigo es el peor enemigo”. Es decir, aquel que nos muestra nuestros defectos, nuestros errores de pensamiento, aquel que nos hace conscientes de nuestras ataduras; ese “enemigo”, el diferente, el extraño, es aquel que nos saca de nosotros mismos y nos va a permitir ser mejores. La necedad y la falta de oportunidades de mejorar sería sólo vincularnos con los que piensan igual que yo.
El riesgo del antagonismo, el de la lucha a muerte con el otro, la persecución y la historia del mundo conoce demasiados genocidios a causa de esta intolerancia de lo diferente. Pensar el mundo como una dicotomía binaria, la mía “buena” y la otra “mala”, favorece a no salir de nuestra zona de confort, pero al mismo tiempo imposibilita vincularnos abiertamente con quien piensa diferente y lo único que hace es favorecer la fragmentación social y la imposibilidad de mejorar nuestra sociedad.
Pensar en modo “grieta” y no salir de ahí es una gran simplificación del mundo y también se extiende a nuestros vínculos. La “grieta” imposibilita el cambio, la multiplicidad de ideas; no sólo empobrece nuestro pensamiento, sino que nos impide cambiar de idea, ya que nos vemos obligados a sostener uno de los dos pensamientos. La “grieta” nos obtura el aprendizaje y no permite hacernos brillar por la diferencia. Y hasta nos pone en el riesgo de ser perseguidos por nuestro pensamiento.
(*) Diego Quindimil es psicólogo, speaker y profesor de la UBA, la UTDT y la UMAI.
