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La Selección entendió todo
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La Selección entendió todo

Siempre hablo de la importancia de dar la batalla cultural y, en los últimos días, ha habido algunos indicios buenos de avances en ese sentido. La condena a CFK -que no provocó solidaridades más allá de la decaída secta de fuerzas políticas- fue un excelente paso. Nadie sensato compró el bobalicón discurso de victimización de la Vice. Lo lógico sería que renunciara, dado que tiene una condena por corrupción, pero pedirle actos lógicos y dignos a las secta es un esfuerzo inútil.

El otro gran momento fue la confirmación de condena a la delincuente jujeña, Milagro Sala. Es un momento de celebración para todos los jujeños de bien que padecieron durante años la violencia y el latrocinio de Sala.

De los productos infames del kirchnerismo, Sala fue uno de las más simbólicos, dado que reunía casi todas las características fundantes de los esbirros de Néstor y Cristina. Sala fue ladrona, violenta, y perseguía a los que no se dejaban someter. También usaba su pertenencia al aparato kirchnerista para sentirse superior. Un ejemplar perfecto de kirchnerismo.

Al igual que CFK, Sala tampoco recibió solidaridades por fuera de un grupo de marginales que muestran su indigencia intelectual pidiendo que el Presidente la indulte cuando eso es imposible. Fue juzgada por un tribunal de la provincia de Jujuy y el único que podría indultarla es el gobernador de Jujuy. Morales, en cambio, se manifestó pidiendo que Sala estuviese en una cárcel común, que es lo que les corresponde a quienes cometen delitos comunes.

La ficción de querer convertir a delincuentes en presos políticos muestra el nivel de desesperación e idiotez en el que están inmersos. Dicen tonterías y se hablan entre ellos. Viendo esta decadencia en la que están sumidos cuesta entender que el peronismo, bajo la más infame de sus franquicias, haya gobernado y sometido a los argentinos durante tantos años. Un país que fue sofisticado y que dio grandes figuras al mundo está mayoritariamente bajo escombros por el manejo de una banda de inescrupulosos que disfrazan de ideología una identidad cuyos basamentos son el autoritarismo y la corrupción. Verlos en la desnudez de la decadencia muestra lo bajo que cayó la Argentina por haber estado y estar en manos de semejante secta mafiosa. Habrá que reflexionar sobre eso.

La notable gesta deportiva de la Selección deja también algunas aristas de análisis. El equipo argentino hizo un gran trabajo y salió campeón. A la hora de volver victoriosos a la Argentina, huyeron del Gobierno como quien huye de un apestado. Hubo innumerables presiones por parte del gobierno para que la Selección fuera a la Casa Rosada e hicieron papelones como cuando el ministro del Interior (de La Cámpora), Wado de Pedro, trató de sacarse fotos con el plantel y fue olímpicamente esquivado.

El asunto tenía lógica. ¿Por qué un grupo de deportistas exitosos y admirados en el mundo (residentes en el exterior, además) querrían sacarse fotos con políticos en decadencia? Sería disparatado que se hubiesen juntado. Entendieron todo.

La otra reflexión es la inacabable idiotez de un gobierno que dictó feriado nacional para el día de llegada de los jugadores. En un país que necesita como el aire que no se pare la actividad económica, el gobierno decreta un feriado, perjudicando a millones de ciudadanos, solo para tratar de tener un poco de protagonismo en una fiesta en la que los jugadores y los ciudadanos ya les habían avisado de todas las maneras posibles que no querían tener nada que ver con ellos.

Lo que no se puede soslayar de ninguna manera es lo que pasó con la caravana y los festejos. Una demostración más de que en la Argentina el Estado no sirve para nada. Lo único que tenían que hacer era aplicar inteligencia, organización y planificación para que se pudiera cumplir con el objetivo. Los festejos se cortaron de golpe porque la situación podía complicarse.

Lo único que quería el Gobierno era que los jugadores fueran a saludar a los políticos oficialistas. Lo único que debía hacer el Gobierno era una planificación seria de un acontecimiento festivo que, como todos sabían, sería increíblemente masivo. En la Argentina, el Estado esquilma a los ciudadanos, pero no les da ningún servicio.

Las dantescas imágenes de gente colgada de puentes o de semáforos, trepados al obelisco, los robos y los destrozos de toda índole, los ataques a negocios privados, entre muchas otras cosas, muestran las consecuencias de años de peronismo. El elogio a la marginalidad que hay en la Argentina peronista y el Estado ausente en cuestiones de orden público son, sin dudas, los causantes de ciertas conductas. También los problemas de educación y el desprecio por la autoridad que da alas a los violentos son la marca registrada de años de decadencia kirchnerista.

Los ciudadanos, que solo querían saludar a los campeones, quedaron en el medio de ese despropósito que es la Argentina peronista.

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