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La putrefacta Argentina peronista y la esperanza de un país con justicia y oportunidades
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La putrefacta Argentina peronista y la esperanza de un país con justicia y oportunidades

Argentina está en estado de putrefacción. El pus aparece por todos lados. El episodio en el cual encontraron a Julio “Chocolate” Rigau con 49 tarjetas de crédito sacando dinero de un cajero automático es un nuevo capítulo en el cual las palabras política y mafia van unidas. Cuando la policía llegó al lugar, el hombre ya había sacado cerca de un millón de pesos. Sin dudas, lo peor vino después. Luego de su detención, apareció un estudio de abogados muy importante a defenderlo.

A los pocos días un par de nefastos camaristas (Juan Benavidez y Alejandro Villordo) lo dejaron en libertad y cerraron la causa por una razón disparatada. Para ellos estaba claro que, si el señor seguía detenido, podía “quebrarse” y hablar. Sus vínculos podían comprometer a gente del peronismo. Esos sectores se sintieron amenazados y rápidamente lograron que un par de jueces amigos del peronismo firmaran un fallo rapidísimo para que Rigau quedara en libertad. Así funciona la mafia.

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La Legislatura de la Provincia de Buenos Aires (al igual que la de muchos lugares del país) funciona como caja política. Tiene 62.000 millones de presupuesto y casi no sesiona. Nadie sabe a ciencia cierta qué sucede ahí dentro, y la única certeza que tenemos es que se roba a mansalva.

Estos funcionamientos explican que gente como Insaurralde pueda hacer un acuerdo de US$ 20 millones con su exesposa para que no hable. Insaurralde es el típico peronista al que no se le conoce ninguna virtud, pero que es millonario. En un país normal (donde no existiera el peronismo) podría ser portero de cabaret o algún oficio similar. En la Argentina puede ser millonario sólo por el hecho de gritar “viva Perón” y cantar la marcha.

Estos ejemplos de gente millonaria sólo por dedicarse a la política en un país destrozado y empobrecido hasta la exageración (40 por ciento de los argentinos es pobre) son el campo fértil para la aparición de líderes que pregonan un discurso en contra de la política y que prometen venganza.

La aparición de Milei está basada en miles de casos como el de la legislatura bonaerense.

Estar furioso en la Argentina es la consecuencia lógica de vivir sometidos por una legión de canallas. El problema es que la elección del caos solamente puede traer más caos.

La votación en el Congreso del proyecto de reforma del Impuesto a la Ganancias fue una prueba acerca de cómo el discurso del caos terminará funcionando como un azote para los ciudadanos y sin ninguna consecuencia para la “casta”.

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El bloque de La Libertad Avanza dio quórum para tratar un proyecto de Massa, que sigue comportándose como un desquiciado y que, por mantenerse en el poder, es capaz de cualquier locura.

Luego, se sumaron un grupito de radicales para apoyar la creación de unas universidades. Esta gente no entiende el modo elemental de enfrentar a estos locos. A cualquier cosa que proponga el kirchnerismo, hay que oponerse.

Si el kirchnerismo quiere que haya quórum, hay que estar en contra de que haya quórum. Si el kirchnerismo quiere crear nuevas universidades, hay que estar en contra. Si el kirchnerismo quiere que llueva, hay que hacer que salga el sol.

Ese es el único funcionamiento válido de oposición que existe frente al kirchnerismo. Si Milei no entiende eso, está siendo funcional a “Nerón” Massa, que mira fascinado el incendio argentino.

Bajar un impuesto a los que más ganan, no sólo sin bajar el gasto, sino, además, subiéndolo en la misma sesión, sólo conduce a más emisión. Más emisión es más inflación y el horizonte de hiperinflación ya se empieza a ver.

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Es una estrategia criminal porque la inflación seguirá creando pobreza. Toda esa sesión con el mafioso de Pablo Moyano, mirando desde un balcón e insultando y festejando, es la muestra de lo bajo que cayó Argentina.

Otro indicador que los políticos deben manejar es que, cuando un Moyano los insulta, están del lado del bien y, cuando un Moyano los aplaude, están del lado del mal. No hay posición intermedia. Es lo que todos conocemos como el “índice Moyano”. Todos los que cooperaron para que ese proyecto se votara pertenecen a la casta más bestial.

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El obsceno espectáculo de Milei hablando en un acto organizado por el punga de Barrionuevo y con público del sindicalismo peronista tiene la histórica fisonomía fascista, que no es otra que la que el peronismo viene instalando hace años: políticos sometidos a sindicalistas que quieren las cajas y ofrecen paz social a cambio de negocios.

La ingenuidad es creer que esos sindicalistas garantizan paz social. ¿De qué paz social hablan? En Argentina se asesinan a niños para robarles la mochila. Lo único que pueden y desean garantizar los sindicalistas peronistas son sus negocios. La paz social se consigue con orden, no con arreglos de cúpula.

Mientras todas estás barbaridades sucedían en el país, llegaron buenas noticias por parte de la justicia que activó la causa Hotesur-Los Sauces y la del memorándum con Irán. El único objetivo de CFK al convertir a Alberto Fernández en presidente, con una alianza que incluía a Massa, era asegurarse su impunidad. La única noticia buena de la Argentina es que eso fracasó y CFK terminará condenada en un tiempo, pese a sus maniobras incansables por mantener a la jueza Ana María Figueroa en el cargo, la mucama judicial que la defiende.

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CFK intentará, una vez más, que le den acuerdo en el Senado, enfrentando el criterio de la Corte, que ya se expidió sacando a la jueza de la actividad por razones de edad. Intentará todo para no terminar presa (muy oportuno y necesario el spot de Bullrich prometiendo una mega cárcel para delitos graves que lleve el nombre de la Vicepresidente).

Con CFK sin poder y empezando a pagar por sus delitos, y con varios gobernadores del PJ fuera del poder, lo único que necesita la Argentina es que no saquen más momias peronistas del sarcófago y las activen nuevamente. Está claro: no se puede estar contra la casta y aliarse, al mismo tiempo, con lo peor de la casta peronista.

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