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La asunción de Milei, la batalla simbólica y los desafíos de la realidad
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La asunción de Milei, la batalla simbólica y los desafíos de la realidad

Por Carlos Souto (*)

Lo puso a Alberto a dedo, y ayer se fue a dedo también. Círculo cerrado para el dedo de Cristina.

Pero, bueno -o muy bueno-, Javier Milei es el nuevo presidente de los argentinos y hay muchas cosas que rescatar de su asunción. La principal es que fue una joya protocolar en comparación con los últimos traspasos que fueron declinando, desde el jugueteo irrespetuoso de Néstor con el bastón, o el famoso desaire de Cristina cuando se negó a traspasarle el bastón a Mauricio Macri, una especie de ¨l´état c’est moi¨ en versión freudiana. De ahí al desastre de Sudor Marika en 2019, con la plaza llena de barrabravas, criminales recién sueltos y borrachos perdidos solo dimos un paso, el paso hacia el gobierno de Alberto Fernández, sepulturero del kirchnerismo y por lo tanto, héroe nacional.

Esta vez el bastón fue lo simpático, no lo antipático: punto para Milei.

“El que invirtió en votos brasileños, recibirá votos brasileños”

Las imágenes (que para mí son muchísimo más importantes que las palabras) fueron positivas para el mundo y fascinantes para los argentinos de bien, que casi habían olvidado cómo era eso de la democracia de verdad, la que es respetuosa del otro (y por qué no la gentil), aunque después nos matemos en el Congreso.

No hay que olvidar nunca que en el plan siniestro del kirchnerismo también estuvieron los símbolos, pero con eso no pudieron ni en 20 años. Cierto es que lo intentaron muy mal, pero igual. Venían por todo, incluida la liturgia de la democracia.

Lo simbólico es lo más difícil de cambiar en la mente de los ciudadanos, porque los emociona y forma parte de sus valores de vida. Porque nuestros símbolos transgeneracionales siempre han sido un significante vital, pero sólo si significan de verdad lo mismo que para la gente. Por más que la comunicación se esfuerce en cambiar el rumbo de esta historia a golpe de billete, créanme que es plata tirada.

Pues bien, algo ya demostró Milei: que sabe gestionar debidamente un traspaso de mando prolijo y no vergonzante. Les dejo las perlitas de magazín matinal a otros medios porque sé que les encantan: la peineta, el vestido diabólico, las manos en los bolsillos mientras el presidente juraba, las caras de culo a cada rato, en fin, la grasa kirchnerista que un poco chorreó en el evento.

“Milei ganó la primera batalla”

Solo repasemos algunas verdaderas perlas políticas que siempre se encuentran en estas juntadas de alto vuelo, antes de meterme con el discurso del presidente. Comencemos reconociendo que Zelenski fue el telonero perfecto para Milei, que incluso llegó a charlar un rato con su enemigo Orban. Ya me imagino cuántas veces los rusos habrán leído esos labios a esta altura.

También fue notable la soledad del Rey Felipe VI, que Sánchez abandonó a su real suerte al no acompañarlo siquiera de un solo ministro de gobierno. Decir que lo de Bolsonaro fue algo empalagoso y que la cara de Boric durante todo el tiempo parecía estar oliendo un yogurt vencido.

Más allá de todo el circo mediático, el presidente estuvo bien y su discurso también. Estoy seguro de que lo van a encontrar diseccionado y analizado hasta el hartazgo; sin embargo, más allá del relato, hay que afirmar que el entorno, la Plaza de Mayo y muchas de todo el país fueron una demostración popularísima de lo que los argentinos necesitaban sacar afuera imperiosamente.

Una bola intragable de corrupción y criminalidad que, ya que no los dejaba ni hablar -menos gritar-, y que pasado el encierro del COVID y con la vida en llamas ya no los dejaba ni respirar. Su discurso fue realista y, al durar media hora, fue soportable y, además, entendible.

Zelenski se reunió con Milei y le agradeció su apoyo a Ucrania

Estuvo bien estructurado, hecho para que quedara claro que la situación actual es absolutamente desesperante. Escuchar 15.000% de inflación me dejó temblando.

Al discurso de Milei no le faltó nada: las estructuras tradicionales, las más trilladas, las que se basan en reglas. Dirán que quedó clarísimo el problema, más o menos claras las soluciones, y opaco el asunto de un futuro brillante. Pero Milei no nos mintió; no podía (como hubiera hecho cualquier líder populista) describirnos el final triunfante de su lucha contra el dragón más feroz y furioso, uno que no va a ahorrar llamaradas para quemarlo si puede de entrada nomás.

Milei lo sabe y no mintió, por eso terminó con su grito de guerra y no con la promesa de un futuro de cantón suizo. Ahora viene la parte en que las cosas se acomodan, y lamentablemente para mal ya están acomodadas. El tic tac más fuerte del mundo económico se escucha hoy como por altavoces en toda la Argentina.

Esperemos que el discurso de Milei suene más fuerte que el tic tac ensordecedor que nos dejó la banda de atorrantes que gobernó la Argentina en los últimos años.

Sabemos lo que nos pasa, nos lo dijo ayer el presidente, somos conscientes de que tenemos un grave problema causado por la adicción al peronismo, y ese es el primer paso para arreglar algo difícil de arreglar. Celebremos eso, celebremos una batalla inevitable por la patria; seamos lo que podemos ser; peleemos y ganemos esta maravillosa batalla cultural que votamos la gran mayoría de los argentinos.

(*) Carlos Souto es un reconocido consultor político surgido en la Argentina. De origen español, es considerado uno de los principales referentes de la comunicación política en Latinoamérica, y se ha consolidado en la última década también en el mercado de Oriente Próximo.

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