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Lana Montalban, y una historia de guerra, raíces, esperanza y literatura
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Lana Montalban, y una historia de guerra, raíces, esperanza y literatura

Por Rolando Klempert
Fotos: Nicole Cuervo

Conmovida por sus raíces ucranianas y a dos años del inicio de la invasión rusa, la periodista, conductora de noticieros y escritora argentina escribió “Lullaby – Canción de cuna”, un libro para niños cuyas ventas son destinadas íntegramente para ayudar a los chicos que sufren el horror de la guerra.

En sus más de 30 años de carrera como periodista y presentadora de noticias en EEUU y en la Argentina, Lana Montalban, ha tenido que contar una infinidad de conflictos bélicos, todos ellos trágicos, algunas veces muy tristes por la desproporción de fuerzas entre los enemigos, otras por las consecuencias catastróficas para las poblaciones civiles. Pero ninguna guerra logró conmoverla como la invasión rusa a Ucrania, iniciada hace exactamente dos años.

“Nunca me había pasado que una noticia internacional, de algo que ocurre a miles de kilómetros de distancia, en un país que yo no conozco me produjera una depresión tan profunda y personal. No podía salir de la cama; no podía parar de llorar durante días enteros. Y dije: ‘¿Qué me está pasando?’”, le contó a Newsweek Argentina.

Las bombas parecieron haber sacudido sus propias raíces, y recordó que tres de sus bisabuelos habían sido ucranianos e incluso murieron en los terribles pogroms, aquellos linchamientos masivos contra los judíos. Por fortuna, sus abuelos se salvaron y lograron escapar a la Argentina, donde construyeron su vida y su familia. Lana es fruto de esa historia de muerte y de esperanza. Pero nunca le había dado importancia. Al menos hasta aquel fatídico 24 de febrero de 2022 en que las tropas rusas entraron a Ucrania por el norte y el este.

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En esos días, según ella misma lo cuenta, fue como si los fantasmas de sus abuelos la hubieran sacudido y le hubieran pedido “hacer algo”. Decidió ofrecer lo que mejor sabe hacer: contar una historia. Y así nació “Lullaby – Canción de cuna”, un libro infantil cuyas ventas sean destinadas íntegramente a organizaciones que ayuden a los civiles ucranianos.

Cuenta la historia de una niña que está asilada en un refugio junto a su mamá y su abuela, y sufre, y se hace preguntas. “Lullaby” cuenta el conflicto, el miedo, la incertidumbre, desde la perspectiva de una niña muy pequeña.

Para Montalban, que el trasfondo del libro sea el de la guerra de Ucrania es simplemente un detalle, porque lo importante es que puede ayudar a padres e hijos a comunicarse, a hablar sobre los conflictos en la vida cotidiana, y también a recordarles que siempre hay esperanza y que se puede soñar con un mundo mejor.

En esta entrevista exclusiva, Lana Montalban relata la historia de este libro, pero también la propia, en esta nueva etapa de su vida como escritora.

A lo largo de tu carrera como periodista y presentadora has tenido que contar infinidad de conflictos de toda índole, noticias trágicas. ¿Por qué la guerra de Ucrania te conmovió de manera tan especial?
– Todo lo que me pasa de unos años a esta parte me pega de forma diferente. Yo he tenido un entrenamiento cuando era conductora de noticieros; de alguna manera había construido un paredón de acero inoxidable para que las cosas no me afectaran, por lo menos cuando yo estaba transmitiendo las noticias. Pero en realidad siempre fui una persona muy sensible. Y a partir de que ya no tenía esta obligación de estar al aire, saqué esa cortina de hierro y las cosas me afectan… Dejé aflorar mis verdaderos sentimientos. Cuando Rusia invadió Ucrania sin ningún motivo, basado en mentiras, con la ambición desmedida de este criminal y dictador sangriento, me pasó algo que no me había pasado nunca con ningún conflicto. Porque muchas cosas me afectan. Todo lo que tiene que ver con niños me afecta, todo lo que tiene que ver con animales, todo lo que tiene que ver con las personas mayores…

Nunca me había pasado que una noticia internacional, de algo que ocurre a miles de kilómetros de distancia, en un país que yo no conozco me produjera una depresión tan profunda y personal. No podía salir de la cama; no podía parar de llorar durante días enteros. Dije: “¿Qué me está pasando?”. Y ahí me di cuenta de que yo tenía una desconexión muy grande con mis orígenes.

Tengo tres bisabuelos que fueron asesinados en pogroms en Odesa; y tres abuelos que emigraron y vinieron para salvar su vida -porque sus padres habían sido asesinados-. Emigraron a la Argentina, y vos sabés cómo era la inmigración en ese momento: emigrabas para siempre, no era turismo. Y yo nunca había considerado mis raíces. Para mí eran simplemente mis abuelos, que habían venido de Europa y crecieron en Argentina; mis padres nacieron acá; y yo también. Fue como si mis antepasados hubieran salido de la tumba, me hubieran sacudido y me dijeran “tenés que hacer algo, tenés que ayudar de alguna manera”. No lo puedo explicar racionalmente, pero eso fue lo que me pasó.

¿Y por qué elegiste un libro en lugar de, por ejemplo, hacer algún tipo de donación?
– Me hubiera encantado ser Elon Musk…, bueno, no es un buen ejemplo… Digo, ser millonaria y decir “voy a donar dinero para construir hospitales, para rescatar a las familias que están en peligro, para darles misiles… Pero no tengo esa posibilidad. Soy una persona normal con ingresos normales. Entonces se me ocurrió, desde mi perspectiva y mis posibilidades, escribir un libro y donar todas las ganancias que se produzcan con ese libro. Desde que lo escribí recibí al colaboración de muchísimas personas. Por ejemplo, la editorial que lo publicó, cuando les conté la idea, donó su trabajo. La ilustradora donó su trabajo. La Embajada de Ucrania en Argentina me dio su esponsoreo. Otra organización ucraniana en Argentina, también. Eso también habla de la reputación que he construido con los años y por eso la gente me cree y confía. Por eso me han ayudado infinitamente. También mis compañeros de crítica literaria. Todas las semanas nos reuníamos y cada uno traía su libro para debatir y hacer crítica. Y, obviamente, nos íbamos turnando: si vos habías leído, tenías que esperar unas cuatro semanas otra vez tu turno. Como mi libro temía tanta premura, lo leíamos todas las semanas. Y, una vez que salió publicado, hice algo que nunca había hecho: llamé a todos mis amigos y colegas periodistas y editores para decirles “te tengo que pedir un favor”. Me da mucha vergüenza pedir favores, pero yo no me llevo un centavo de todo esto, al contrario.

Por lo que contás, no solo te encontraste con gente que tenía ganas de ayudar, sino también con personas que tenían una posición muy clara respecto a esta guerra.
– Es que esto es “blanco o negro”. Ucrania es un país independiente que no está lleno de nazis, como dijo Putin. Y, de repente, un día fue invadido. Esta es la realidad. Vos podés adornarla como quieras. Incluso podés ser ruso y pensar otra cosa, pero la realidad es esta: un país independiente, que no provocó de ninguna manera a Rusia y de un día para el otro empezó a ser bombardeado; sus casas y edificios fueron destruidos; sus instituciones y hospitales, destruidos; su gente, asesinada; sus chicos, desplazados o muertos. No hay otras manera de verlo.

¿Cómo fue el desafío de traducir todo esto para que los niños y niñas lo puedan entender? ¿Cómo se les cuenta la guerra a los chicos?
– Como es un libro escrito para niños pequeños, no tiene una trama compleja. Cuando escribís para chicos un poco más grandes, la historia tiene que tener un comienzo, un desarrollo y un final. Este libro refleja cómo yo me sentía en realidad: como si fuera una niña que estaba en Ucrania mientras me caían las bombas. Y creo que por eso me deprimí tanto.

Está escrito desde los ojos de un niño que se encuentra en ese conflicto, así como podría estar en el conflicto de Medio Oriente o con su vida amenazada por las Maras en El Salvador, como a esos niños migrantes que los padres mandaban como menores no acompañados a EEUU porque allí los iban a matar seguro. El mundo está lleno de niños que viven en medio de conflictos y no saben por qué les pasa lo que les pasa.

Por eso está escrito desde el punto de vista de un niño que se hace preguntas. “¿Por qué nos quieren atacar? ¿Por qué nos quieren lastimar? ¿Donde está mi papá?”. Bueno, seguramente su papá estará en el frente o se murió. No lo sabemos, porque no están las respuestas. “Extraño mi casa. ¿Dónde estará mi gatito? ¿Dónde estará mi osito? Extraño a mis amigos de la escuela. ¿Por qué me está pasando esto?”. Y los niños pequeños no tienen el lenguaje ni las herramientas para comunicar ciertas cosas, y muchas veces simplemente se encierran en sí mismos. Se traumatizan. Como a veces los chicos no se comunican, entonces los padres no les hablan. Piensan: “Si me pregunta, yo le digo”. Pero el niño está tan traumatizado que no puede preguntar. Este libro lo que hace es mostrar que, por más que los niños no hagan preguntas, entienden lo que les pasa. Cuando una pareja se lleva mal y los adultos no pelean delante de los hijos, ellos igualmente saben que hay algo que no está funcionando, sienten la tensión, aunque no escuchen los gritos. Los chicos lo siente y lo sufren aunque no haya palabras de por medio. Este libro puede servir como disparador para cualquier tipo de conflicto, desde un divorcio hasta una guerra; para que los padres se comuniquen con los hijos y les hablen de lo que está mal, sin esperar a que el hijo les pregunte.

¿Un chico argentino o latinoamericano puede identificarse con la protagonista a pesar de que la historia sucede en ese lugar tan particular, con un contexto sumamente complejo, que tal vez no se parezca al propio?
– Absolutamente. Las sensaciones que tiene un niño en un escenario de conflicto en un lugar del mundo o en el otro son iguales: el miedo, el no comprender, la desesperación, el terror a perder lo que tiene (su mamá, su papá, su casa, su gato, su colegio, su rutina). Todos esos sentimientos son comunes a todos los niños que viven en un conflicto. Lo que siente un niño cuyo papá se fue a la guerra, no es diferente de lo que siente un niños cuyos papás se divorciaron y al papá lo ve una vez por semana. Siente una pérdida tremenda. Eso es lo que reflejó este libro.

¿Es cierto que la ilustradora vive en Ucrania y que incluso tuvo que dibujar en refugios subterráneos mientras llovían las bombas?
– Así es. En verdad, cuando comencé a trabajar en el libro, contacto a una ilustradora, le cuento la idea, le explico que todo el dinero se va a donar y que el trabajo de todos era completamente ad honorem. Y ella aceptó complacida. Trabajamos durante ocho meses, y cuando el libro ya estaba listo para publicar, le pido firmar el contrato para usar sus ilustraciones y me quiso cobrar y quedarse con parte de las ganancias. Le volví a explicar que no había tales ganancias, y se negó. Tuve que empezar de cero. Estaba por abandonar todo cuando mi prometido me alentó a seguir buscando, y ahí apareció Polina Pluslem, una joven artista que vive en Kiev. Y, sí, tuvo que escribir en condiciones tremendas, inclusive en medio de los ataques, refugiada, moviéndose de un lugar a otro. En uno de esos ataques resultó herida, estuvo internada durante meses y perdió parte de la visión. Pero aún así lo hizo y el resultado es maravilloso. Obviamente, a ella sí se le pagó por su trabajo.

¿Por qué elegiste el título “Lullaby – Canción de Cuna”?
– Surgió gracias a Silvia, una compañera de crítica literaria. Mientras yo estaba escribiendo este libro, me dijo “encontré esta canción de cuna tradicional ucraniana”, y me mandó un video… Estuve ocho meses sin poder leer el manuscrito de mi propio libro sin largarme a llorar. En los encuentros de crítica literaria, no podía leer mi trabajo, lo tenía que hacer una compañera. Y cuando vi este video casi me muero. Creo que se me agotaron las lágrimas. Cuando finalmente conseguí la ilustradora y le mandé este video, me dijo “mi abuela me cantaba esta canción…”. Ahí se cerró el círculo. El universo me estaba diciendo que lo tenía que hacer.

La niña del libro está en un refugio con su mamá y su abuela. Para tranquilizarla, la abuela le canta una canción de cuna. A pesar de lo trágico que es el tema del libro, termina con una nota positiva, optimista: cuando la abuela le canta, la niña se duerme y sueña; y en su sueño no hay guerra, no hay bombas, está de vuelta con sus amigos jugando en el jardín, está feliz, de vuelta con los pajaritos. Es un mensaje de esperanza. A veces la vida no es tan maravillosa, pero podemos cerrar los ojos y podemos imaginar un mundo mejor.

¿Y vos creés que podemos aspirar a tener un futuro mejor? ¿Imaginás el fin de la guerra en un tiempo no tan lejano?
– Me gustaría poder decirte que sí, pero mi frase favorita de estos días es “los humanos no hemos aprendido nada”. Fijate lo que está pasando en Medio Oriente, todos los conflictos que hay. Con todo el conocimiento que tenemos, la tecnología, el arte, las infinitas posibilidades de crear y de cuidar el planeta… ¿Y qué hemos hecho? Seguimos destruyendo el único planeta que tenemos. No hay plan B. Y, sin embargo, ¿qué hacemos? Seguimos ignorando las señales y destruyéndonos, separándonos, dividiéndonos. Todo es “contra Tump o contra Biden”, “contra Israel o contra Hamás”. Lamentablemente, no soy muy optimista; me encantaría serlo, porque tengo una hija y algún día tendré nietos. No veo que el ser humano haya aprendido las lecciones y realmente quiera resolver los conflictos.

¿Cómo fue tu experiencia con este libro y cómo te sentís en esta nueva etapa de tu carrera, ahora como escritora? ¿Estás trabajando ya en algún nuevo proyecto?
– Tengo montones de proyectos. Para quienes no están involucrados en el proceso, escribir no es “ay, se me ocurrió una idea, la escribo y la publico». Es un proceso largo. Yo tengo documentos con distintos escritos, tanto para niños como para adultos, y en ellos voy anotando el número de revisión. Algunos van por la revisión número 98… Lo corregí, le cambié el tiempo verbal, el punto de vista, antes estaba escrito en primera persona, ahora en tercera. También es verdad que es un proceso muy largo porque soy una perfeccionista y nunca estoy conforme con nada. Mis compañeros de crítica me hacen correcciones, tengo que volver a escribir, y esperar turno para volver a presentar. Y después de todo eso hay que conseguir que una editorial te lo publique. Ahora tengo publicada una antología para adultos en España y un libro infantil que ganó un premio internacional, también publicado en España. Pero tengo muchas otras actividades, y la literatura no me da de comer.

La literatura infantil, la construcción de un relato para niños y niñas, complementando una narrativa verbal con una no verbal, debe ser un gran desafío, ¿verdad?
– Sí, y más en EEUU, un país donde la literatura infantil mueve billones de dólares, y donde muchas cosas están muy reguladas. Hans Christian Andersen escribía cuentos donde a los chicos la bruja mala los ponía en el horno, o se los comían. Ahora no se puede, como tampoco se puede escribir nada que sea discriminatorio. Hay cosas que no son políticamente correctas en la literatura infantil. En EEUU, si vos no sos afroamericano, no podés escribir sobre un protagonista afroamericano, porque no conocés al detalle lo que significa crecer en esa cultura; si no sos nativo de una tribu norteamericana, no podés escribir sobre ellos. Mejor dicho, podés, pero una editorial conocida no te va a publicar ese libro.

¿Se puede conseguir el libro en la Argentina?
– Hay muchas trabas. Lo intentamos todo, pero hoy es imposible. De todos modos, estamos viendo si a través de alguna editorial se puede llegar a imprimir en Argentina, pero es complejo.  Hoy el libro físico está disponible en Amazon y en Barnes & Noble en versión tapa dura, pero el iBook está sólo en Amazon, y allí sí se puede adquirir desde cualquier parte del mundo.

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