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Cuando pase el temblor
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Cuando pase el temblor

Por Carlos Fara (*)

Estamos en la llanura viendo qué quedó en pie del tsunami. A medida que va bajando el agua nos vamos encontrando con más cosas rotas y algunos cadáveres. “La naturaleza contesta”, rezaba el slogan hace unos años de una conocida marca de agua mineral. O, tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.

Los resultados no solo se evalúan objetivamente, sino también en función de las expectativas previas. Había un consenso en que “el león” salía tercero con 20/22 puntos. Salió primero con 30, entonces la mayoría está estupefacta. Si se hubiera construido una impresión de que obtendría el 35%, entonces los estupefactos hoy estarían aliviados y entusiastas. “De manera que en esta vida es todo relativo”, Perón dixit.

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El servicio meteorológico había dado alerta de tormenta fuerte, lo que no se sabía a priori era el tamaño (recuerden la columna “Cerca de la revolución” en este medio el 1° de julio). Porque ya a fines de mayo las tres fuerzas principales se había aproximado más que nunca, de modo muy semejante al que ocurrió finalmente (si el servicio meteorológico tiene dificultades de proyección con satélites, modelos algorítmicos, muchos años y recursos, ¿por qué las encuestas deben ser infalibles, si los meteorólogos se amparan, con razón, en el cambio climático?).

El agua ya se retiró y es hora de ver dónde tienen más posibilidades los tres grandes campamentos. Para eso, nada mejor que recurrir la evidencia pasada, aunque no alcance cuando estamos frente a un escenario inédito. La primera constante a observar desde 2015 para acá es que al peronismo/kirchnerismo le va porcentualmente mejor en las PASO que en la general: Scioli logró el 39% y 37%, respectivamente; Alberto 48% en ambas instancias.

Eso ocurre porque el voto del oficialismo es más politizado/ideologizado que el resto del espectro político, mientras que aquellos que se quedan en casa en las primarias, pero luego se toman el trabajo de ir en la general, son electores más despolitizados. Entonces, cuando se agranda la torta de participación, una mayor asistencia vuelca la balanza hacia Juntos por el Cambio, mejor receptor de esos poco politizados. Así, en 2015 pasaron del 30% al 34% y en 2019, del 32% al 40%.

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Veamos estas magnitudes de hace 4 años atrás. En números absolutos, hubo casi 1 millón más de votantes en la elección general. Pero como hay opciones que dejan de competir post primarias, entonces Alberto y Cristina sumaron 700.000 votos más en octubre, mientras que Macri-Pichetto cosecharon 2.760.000 apoyos adicionales. La cuestión es que ahora se incorporó el fenómeno Milei quien, de las tres fuerzas cuasi empatadas, es quien tiene mayor caudal de despolitizados, con el agregado de su elección más fuerte en sectores medio bajos y bajos (a medida que La Libertad Avanza, el peronismo retrocede, ja).

Pues entonces, quien tiene menos posibilidades de crecimiento es Sergio Tomás Copperfield, basado en el comportamiento de la escudería por la cual compite.

En contra tiene que la economía en los próximos dos meses tendrá más inflación y eso le está pegando por debajo de la línea de flotación. A favor puede contabilizar que varios gobernadores que ya habían resuelto su faena provincial, el domingo pasado estuvieron a media máquina (solo dos ejemplos, Tucumán y Formosa), y ahora seguro ajustarán las clavijas en beneficio propio: el rendimiento de sus respectivas listas legislativas más allá de la suerte que corra el ministro de Economía.

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La situación de Patricia Reina (ahora con todos los redonditos radichetas de su lado) tiene a su favor los antecedentes comentados en párrafos anteriores sobre el tanque de reserva que suele contar Juntos por el Cambio en las generales respecto a las PASO. Pero tiene varios problemas también:

1- Radicalizó tanto su posición dentro de la marca que, al mismo tiempo que liquidaba el pleito con el pelado, se puso un cepo (el todo o nada recogió el 17%). Ahora tiene que hacer un urgente “sana sana” para suturar heridas y que todo el ejército la siga.
2- Ganó con sabor amargo, ya que la expectativa es que fuera doble ganadora, de la primaria y que su fuerza quedara proyectada como favorita; siempre es complicado remontar los miedos y las dudas del entorno.
3- A Juntos le faltan títulos que entusiasmen más allá del orden y la fuerza del cambio.
4- ¿El Emir de Cumelén ve en “el león” un plan B? ¿Es verdad que le está acercando equipos y apoyos empresarios?

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Adicionalmente se debe decir que la hipótesis de que es ella quien la tiene más difícil porque no se sabe de dónde obtendría más votos, y que quedó como “el jamón del sándwich” entre la izquierda y la derecha, parte de un error conceptual. Más allá de lo que dice la oferta, lo que cuenta es la demanda. El voto del libertario no es de derecha, porque no es ideológico. Ni siquiera comparten las mismas coordenadas sociodemográficas. La Pato tiene sectores medios y altos, superiores a 45 años y politizados, versus un personaje que recoge medio bajos y bajos, menores a 40 y despolitizados. ¿Dónde diablos está la superposición? Hay que estudiar mejor los mapas de calor del voto de cada uno.

Por último, el exarquero de Chacarita tiene el viento a su favor. Desde el domingo a la noche es “alto, rubio y de ojos celestes”. Las encuestas de las próximas 3 semanas no sirven hasta que baje la espuma. El tema es que a) sus votantes estarán más consolidados que nunca, b) eso generará contagio en muchos que no fueron a votar, y c) le puede seguir quitando votos al kirchnerismo donde más le duele: el sector popular, al que ya no moviliza mucho con sobredosis de ayuda estatal.

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De modo que esto recién empieza. “No se hagan lo rulos”, como dice la jefa. Están todos en la misma línea de largada, con alta probabilidad de que no se polarice y vayamos nuevamente a segunda vuelta.

¿Qué quedará “cuando pase el temblor”? recitando a Soda Stereo, quien además decía: “Hay una grieta, en mi corazón / Un planeta con desilusión”. El domingo quedó bastante claro.

(*) Consultor político y titular de Carlos Fara & Asociados

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