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Hay salida: Willy Kohan explica cómo la Argentina puede encontrar el rumbo sin estallar en el intento
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Hay salida: Willy Kohan explica cómo la Argentina puede encontrar el rumbo sin estallar en el intento

Por Willy Kohan

Argentina rechaza la inflación y el cepo. Crece el reclamo por menos impuestos y más libertad económica. El mensaje de las urnas no habilita confusiones.

Está claro que para tomar decisiones económicas, sobre todo en el mundo financiero, queda demostrado que lo incierto es peor que lo malo. Y el triple empate en las Primarias del 13 de agosto confirmó el escenario más temido para el establishment en las primeras horas después de las elecciones. Muy difícil que lleguen inversiones a un lugar donde no se sabe quién manda y donde puede ocurrir cualquier cosa. Se profundizó la devaluación del peso y el dólar pasó cómodo los 700 pesos en el mercado libre. La economía se quedó sin precios, se paralizaron las operaciones de compra venta de activos en general, y reapareció el fantasma de la corrida de depósitos.

Willy Kohan

Pasado el terremoto de los primeros días, si bien el peso siguió, sigue y seguirá debilitándose por el tsunami de emisión que se acumula después de años de gasto descontrolado y déficit fiscal; los activos de mediano plazo frenaron la caída y comenzaron a recuperar. Los precios de acciones y bonos argentinos que cotizan en los mercados internacionales superaron los valores pre PASO. Los inmuebles y campos, que hace meses habían dejado de caer, retomaron alguna expectativa de mejoras. Aparecieron compradores locales para compañías multinacionales que hacía tiempo venían ofreciendo sus empresas.

Uno de los economistas con más experiencia y conocimientos para analizar el impacto de la política económica en la vida real de las empresas y las familias, Juan Carlos de Pablo, se preguntaba, semanas atrás, por qué tanta conmoción con el resultado electoral, si al fin y al cabo los candidatos más votados resultaron aquellos que más defienden al capitalismo y la propiedad privada, y reclaman un Estado más chico, menos impuestos y más libertad económica.

Sobrevuela en todos los casos el recuerdo de la mala experiencia que le tocó protagonizar a la administración de Mauricio Macri entre 2015 y 2019. A pesar de que al principio de la gestión se intentaron soluciones graduales para evitar costos políticos que morigeraran en los bolsillos el sinceramiento del dólar, las tarifas y demás precios relativos; el proyecto de reformas económicas chocó primero con la Justicia que bloqueó los aumentos de tarifas, y más tarde con la falta de respaldo en parte de sus socios de la Coalición para privatizar y reducir el tamaño del sector público.

Incluso aún después de haber ganando Mauricio Macri de punta a punta las elecciones de mitad de término en 2017, el ajuste del Estado fue bloqueado por la acción coordinada de los Tirapiedras en las calles y el Congreso. Un combo integrado por el kirchnerismo, la izquierda violenta, gremios estatales y movimientos sociales, los mismos que hoy amenazan con enloquecer al próximo gobierno en caso de que el oficialismo pierda las elecciones. El mundo económico se entusiasma con los postulados de Bullrich y Milei; pero se pregunta qué chances reales tiene cada uno de llevarlas a cabo.

Para sumar interrogantes y agravar el cuadro, vale decir que no parece hoy disponible la opción gradualista de colocar deuda en los mercados voluntarios para amortiguar el ajuste del monumental déficit fiscal. Sencillamente porque nadie le va a prestar un dólar a la Argentina en las dramáticas circunstancias en que asumirá el próximo Gobierno, gane quien gane. Se presume que el blanqueo futuro, más o menos libre, de los precios relativos como el dólar, las tarifas, el transporte, combustibles y canasta básica será aún más dramático que el que tuvo que disponer Cambiemos, en aquel “Primer Tiempo”, -diría Macri- entre 2015 y 2019.

De modo que, aún celebrando el mundo económico la realidad de que se votó a los candidatos más pro mercado, las inquietudes pasan lógicamente por descubrir cómo hará esta vez el futuro Gobierno para avanzar contra los que resistan con mayor o menor violencia las reformas.

La incertidumbre argentina y las tres copas

¿Serán capaces Javier Milei o Patricia Bullrich de lograr los acuerdos políticos y el apoyo de la sociedad para enfrentar las dificultades? ¿Estarán dispuestos a pagar verdaderos costos políticos a la hora de reducir el tamaño del Estado, recortar cargos y privilegios, eliminar exenciones impositivas, y acelerar el recorte de subsidios? Si ganara Sergio Massa las elecciones, ¿propondrá algo nuevo o piensa seguir aumentando impuestos y devaluando para sostener el cada vez más gigantesco gasto público? ¿Qué podría ofrecer el actual ministro distinto al modelo que hoy ahoga a la economía?

El candidato del oficialismo en la práctica es el Presidente que gobierna hoy. Parece más cerca de estar terminando mandato, en lugar de ser el que viene. Tuvo ciertamente la oportunidad de demostrar que tenía una propuesta renovadora hace un año, cuando asumió como jefe del Palacio de Hacienda, supuestamente con todo el poder. Era el momento de mostrar verdadera audacia. Implementar un plan económico para levantar el cepo, frenar la inflación con un shock fiscal y comenzar a liberar la economía. Fue lo que hizo Fernando Henrique Cardoso en Brasil al lanzar el plan Real en 1994, éxito que le permitió ganar las elecciones como candidato a Presidente. Por no mencionar el éxito político que representó el Plan Austral para Raúl Alfonsín en 1985; o la Convertibilidad que le permitió a Carlos Menem ser reelecto y ganar tres elecciones seguidas más una Constituyente.

Massa eligió en cambio mantener el modelo fracasado de Cristina y Axel Kicillof: plan platita, financiar el déficit con emisión, inflación y devaluación; extremando el cepo y los controles de precios. Un esquema que logró sobrevivir expropiando los dólares que aporta el sector agropecuario a precio vil por el control de cambios, para luego rifar esos dólares entre importadores, viajeros y empresarios acomodados que pudieron pagar sus deudas y sus inversiones con el dólar barato en el mercado oficial. El cuento del “comercio administrado” que finalmente vació las reservas del Banco Central a lo largo de tres años, y que terminó de naufragar con la brutal sequía de este año.

Foto: NA

Lo notable es que desde el oficialismo y no solo el oficialismo se prometa seguir con lo mismo. Como se prevé la llegada de lluvias, se anuncia un 2024 más aliviado.

“Vamos a tener 20.000 millones que no tuvimos este año”, dicen los funcionarios oficiales; como si la cosecha que les pertenece a los productores fuera del Estado. Lo mismo con el Litio o los hidrocarburos. ¿Acaso se propone a los argentinos seguir aumentando los impuestos para sostener un Estado cada vez más caro y cada vez más ausente donde realmente tiene que estar? ¿Dónde quedó aquel “dream team” de economistas que decía tener Massa en 2015 cuando se presentó como candidato contra Macri y Daniel Scioli? Nunca aparecieron ni Martín Redrado, ni Miguel Peyrano, mucho menos Roberto Lavagna.

Comprensible entonces la inquietud entre inversores y hombres de negocios. Más aún si se comprende que todavía hay final abierto en el proceso electoral y nada está completamente definido. Sí es verdad lo que en estas horas recuerda el analista Rosendo Fraga: Por primera vez en más de un siglo, la voluntad popular hoy en la Argentina se ha corrido a la derecha. Fenómeno que se verifica también a nivel global. Así como en los 60s y 70s la protesta social iba por izquierda, parecería que hoy va en sentido contrario: menos Estado, menos controles y más libertad. Semejante estado de ánimo permitiría pensar que hoy la sociedad argentina, harta del estatismo económico y la inflación, sería más permeable a propuestas que, aún afectando privilegios sectoriales, garanticen volver a cierta estabilidad en los precios y los ingresos de la población.

El problema central es que tanto en la economía como en La Biblia, para llegar a la Tierra Prometida, primero hay que atravesar años en el desierto. Tanto la propuesta teórica de la dolarización de Javier Milei, como la idea de una economía bimonetaria sin cepos ni control de cambios que propone Bullrich y sus economistas, requieren de una transición muy ordenada. Una experiencia de la que lógicamente ninguno de los candidatos quiere hablar demasiado.

Foto: REUTERS/Agustin Marcarian/Ilustración

En cualquiera de los dos casos (dolarización o economía bimonetaria con dólar legalizado y sin cepos), conviene recordar que hoy la Argentina es un país donde el Estado no tiene ni un dólar partido al medio, y en cambio está lleno de emisión y deuda en pesos. Por suerte para el país, los dólares no los terminó de estatizar por completo el control de cambios y están en poder del sector privado. Un reaseguro para el futuro, además de la capacidad del complejo agro exportador para generar divisas.

Pero para que el sector privado suelte los dólares o los ingrese al país y los gaste o los cambie por pesos, la política tiene que demostrar que no habrá más emisión ni inflación. Eso significa tomar medidas con altísimos costos políticos. Bajar el gasto de verdad es afectar intereses. Subsidios, beneficios impositivos y el intocable sistema jubilatorio totalmente quebrado. El gasto público siempre es ingreso privado, alguien se lo lleva y resistirá si se lo quieren quitar.

La transición económica que deberán administrar Milei o Bullrich, si quieren liberar el cepo y la economía, es muy delicada. El Banco Central tiene una deuda indexada y calzada contra los depósitos del público en los bancos por casi 40.000 millones de dólares. Otro tanto son los vencimientos del Tesoro. Un verdadero tsunami de pesos y de emisión actual y futura, todo indexado por inflación o devaluación, contra un Banco Central vaciado de reservas. Por eso la brecha cambiaria no baja de 100% y la tasa de interés tiene que llegar al 200% para que la gente no corra al dólar con los plazos fijos que vencen.

Además hay casi 35.000 millones de dólares de importaciones que se aprobaron y no se pagaron. Deuda del Banco Central al sector privado que importó y reclamará esos dólares al próximo Gobierno. Ni hablar de los miles de millones de dólares en dividendos al exterior que las multinacionales tienen pisados por el control de cambios. La discusión fuerte que se avecina es justamente cómo administrar esa transición. Salir del cepo de golpe o ir liberando el mercado de cambios en forma gradual, lo que hoy luce más probable.

Banco Central. Foto NA: DANIEL VIDES

Las experiencias que tuvo la Argentina sobre dolarización o liberación cambiaria fueron siempre por las malas y sin transiciones acordadas por la política. Con estallidos cambiarios, hiperinflaciones, muertos y caída de gobiernos. Como no se logran acuerdos políticos para ajustar el déficit por las buenas, las brutales devaluaciones lo hacen por las malas.

Un desafío para los candidatos y para la dirigencia política y social en el país, incluyendo al empresariado, legisladores y también los medios, que no necesariamente sintonizan con el humor social del padrón electoral. Lo revela la sorpresa del volumen de votos para Javier Milei en las PASO. ¿Habrá respaldo político y apoyo al nuevo gobierno, gane quien gane, cuando se corten subsidios a empresas y familias, se eliminen privilegios impositivos o se termine con la demagogia de jubilar a la gente que nunca realizó aportes?

Las experiencias del plan Austral y la Convertibilidad muestran que los acuerdos y respaldos llegan solamente si el modelo es exitoso para frenar la inflación. Tanto Alfonsín como Menem enfrentaron al principio duros rechazos opositores al disponer las medidas drásticas de ajuste. Ni la Convertibilidad ni el Austral salieron de acuerdos políticos. El consenso llegó después, dado el éxito inicial de las reformas. Una dinámica que resultó posible en la Argentina de los 80s y los 90s, cuando existía la convivencia política y no la grieta salvaje, y cuando el reparto se organizaba bajo el orden del bipartidismo.

Javier Milei (NA)

Quien finalmente llegue a la Presidencia no tendrá más alternativas que atacar en serio el drama de la inflación que está destruyendo a la sociedad. Todos los conflictos sociales responden a que el país directamente se quedó sin moneda. La crisis de vivienda y los alquileres imposibles de pagar; la crisis sanitaria, el desastre de la educación pública, la falta de rutas, el drama social en los conurbanos del país, todo tiene que ver con el modelo inflacionario fuera de control.

El que suceda a Alberto Fernández estará obligado a frenar la emisión para detener la carrera alocada de los precios. Y no hay otra alternativa que bajar el gasto estatal y reducir el déficit. Ya no se puede seguir tomando deuda y no parece posible seguir aumentando impuestos. No habría apoyo legislativo para semejante estafa a la sociedad en el Congreso, después de verificar a quiénes está votando el padrón electoral.

Volviendo a los candidatos y a las elecciones, el único activo político que hoy le facilita las cosas al oficialismo es la evidente división en el frente opositor. Puede beneficiar a Sergio Massa y colocarlo en el ballotage, y sobre todo impactar de lleno en la provincia de Bs As. Allí no hay segunda vuelta, gana el que tiene más votos en octubre, de modo que sin llegar ni a 35% de las voluntades, Axel Kicillof podría resultar reelecto aprovechando que los opositores se dividen entre los votos para Néstor Grindetti, pegado a la boleta de Patricia Bullrich, y Carolina Píparo, en la lista sábana de Javier Milei. Todo lo cual incorpora un nuevo ingrediente de incertidumbre.

Axel Kicillof: “Queda mucho por hacer y tengo un plan”

Es cierto que los candidatos más votados en la PASO fueron aquellos que se presentaron más afines a la libertad económica y el achicamiento del Estado; pero también es verdad que cualquiera que gane y pretenda recorrer el camino de la racionalidad económica posiblemente deba enfrentar la resistencia de lo que representa Cristina, Axel y los Tirapiedras, atrincherados con logística y financiamiento en la gobernación de La Plata. Un desafío que le cabe tanto a Milei, como a Bullrich y definitivamente al propio Massa; que promete y por momentos simula ser el más pro mercado del oficialismo, pero en la práctica nunca pudo salir del cepo ideológico y político que le impuso el Instituto Patria.

La matemática electoral para octubre es la que ahora le quita el sueño a los analistas y observadores políticos. A primera vista daría la impresión que el triple empate en las Primarias estaría indicando que lo más probable es que efectivamente se defina la elección en una segunda vuelta. Y parecería que quien tiene más chances de tener un lugar en ese ballotage es ahora Javier Milei. Si esto fuera cierto, la pregunta entonces es contra quién competiría Milei, si contra Sergio Massa o contra Patricia Bullrich.

Estas ecuaciones explican los movimientos y estrategias de cada candidato. Todos sueñan con mejorar sus performances seduciendo a los millones de electores que no fueron a votar en agosto. Y se vuelven a tejer especulaciones sobre el impacto que el aparato político de los principales partidos tendría en distritos donde se elijen gobernadores e intendentes.

Fotos: NA

Tanto Milei como Massa necesitan ir por los votos de Juntos por el Cambio. Para estar en el ballotage contra Milei, el ministro de Economía va en busca del colectivo de centro izquierda que vota contra el peronismo: radicales y progres. Milei también trata de vaciar a Patricia, pero por derecha. Busca tratar de ganar en primera vuelta. Le hace ojitos a Mauricio Macri para llevarse ese voto duro de Cambiemos; y va en busca de quienes están hartos del peronismo, pero recuerdan la frustración de la experiencia Macri que derivó en el regreso enmascarado de Cristina detrás de Alberto.

Así las cosas, el futuro de Patricia dependería directamente de los votantes de Juntos por el Cambio. Requiere que la sigan eligiendo los que fueron a votar por todo el espacio, larretistas y macristas, y también los que no fueron. Y que repiensen el voto quienes eligieron apoyar a Milei como un grito de fastidio extremo, esta vez contra los malos y los buenos modales del modelo inflacionario. Retener los votos propios que no migren a Milei y sobre todo los votos de Larreta que no se vean tentados por los cantos de sirena de Sergio Massa. Demasiadas elucubraciones para un final abierto.

Con este razonamiento, la posibilidad de que Massa llegue al balotaje quedaría consagrada solo en caso que se dispersen los votos que sumaron Bullrich y Larreta el pasado 13 de agosto. Por más esfuerzos y plan platita que prometa el oficialismo, las condiciones económicas con las que el Gobierno llega a las elecciones, dólar disparado y una inflación ya en dos dígitos mensuales, permiten presumir que le será difícil a Massa sumar mucho más que lo obtenido en las PASO.

 

¿Habría espacio entonces para lograr acuerdos políticos y avanzar en la racionalidad económica con Javier Milei o Patricia Bullrich sentados en el sillón de Rivadavia? Dependerá finalmente de la voluntad de los elegidos en aceptar abrir el juego y compartir el poder. Volvemos al principio: el hecho de que la mayoría de la gente votó por candidatos que prometieron reducir el Estado, bajar los impuestos, y apostar a la libertad económica evidentemente ayuda y da esperanza. Por eso, a pesar de que el peso se seguirá devaluando, los activos en dólares de mediano plazo comenzaron a recuperar (acciones, bonos, inmuebles, campos, empresas).

Hay señales cada vez más claras de que un triunfo de Milei derivaría en una implosión de los partidos tradicionales. El sector de centro derecha Juntos por el Cambio, que busca liderar Mauricio Macri podría acordar medidas y gobernabilidad con el planeta Milei; lo mismo que la dirigencia peronista que abandone a Cristina y a los Tirapiedras, y vaya en auxilio del ganador. Escenas de pragmatismo explícito que tantas veces se observaron en la historia argentina reciente.

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El mismo desafío le tocará administrar a Patricia Bullrich en caso de llevarse ella el premio mayor. Dependerá de su generosidad y habilidad política, ya que va a necesitar el apoyo parlamentario de sectores libertarios y peronistas. Massa, por ahora, sigue aferrado al modelo de Cristina y Axel Kicillof. Lo curioso es que con la inflación y el cepo nunca se ganaron elecciones. Perdió Cristina en 2013, 2015 y 2017. La inflación y la disparada del dólar también frustraron la reelección de Macri en 2019. Y el cepo extremo como respuesta a la inflación descontrolada liquidó las ilusiones de Alberto Fernández en 2021.

“Se aprende pagando”, enseñan los jugadores de Póker a los principiantes. Claro que los costos de las malas políticas económicas los paga la sociedad más que los dirigentes. Pero esta vez hay espacio para el optimismo. Puede haber futuro si efectivamente los que ganen las elecciones son quienes prometan un Estado más austero, menos impuestos y más libertad económica. Porque en el póker electoral que se avecina, aquí se arriesga por mucho más que dinero, se juega por los votos y, sobre todo, por mantenerse en el poder.

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