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Massa y Milei: una final que se define por contraste
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Massa y Milei: una final que se define por contraste

Por Manuel Zunino (*)

Llegaron al final de la carrera los dos competitivos. Hoy las encuestas no permiten dilucidar con claridad una definición ni anticipar con certeza un ganador.

Fue una campaña extensa, que comenzó a intensificarse mucho antes de sus plazos formales. El 26 de marzo Mauricio Macri anunció que no iba a competir. De la otra orilla, varias intervenciones destacadas de Cristina Kirchner, quien tuvo que confirmar y reconfirmarle a su militancia que no jugaba como candidata a nada. Luego, un fatídico cierre de listas de Unión por la Patria, mientras la dirigencia nacional de Juntos por el Cambio se acomodaba en la mesa lista para almorzarse la cena.

Sobraron los analistas que sentenciaban la imposibilidad de que Massa cumpla la doble función y sea candidato, así como minimizaban la potencialidad de Milei y lo condenaban a andar por la estrecha avenida del medio.

En el camino quedó Juntos por el Cambio. Será tema de análisis para los próximos meses la derrota del presidente prematuro Larreta y la magra performance de Bullrich. Así como el rol de Macri en el desarrollo de los acontecimientos.

El debate y las claves de la última semana

Contra los pronósticos se impusieron dos anomalías: el ministro y el outsider. Se presuponía que en contextos de prolongada crisis económica e incertidumbre el electorado no apostaría por un candidato sin experiencia ni credenciales de éxito, del mismo modo que no podría tener chances de ganar quien encabezara la gestión económica. ¿Qué hicieron y cómo lograron sortear los obstáculos, mantener su competitividad en las dos instancias previas al balotaje y llegar con chances?

Desde un principio, Milei ocupó con agilidad un espacio vacío, aprovechó el descontento y pudo expresar con mayor precisión que Juntos por el Cambio la pulsión del votante opositor.

Los efectos de una campaña hueca

Massa, por su parte, fue quien mejor desempeño tuvo en el segundo tramo de la campaña, siendo al mismo tiempo quien enfrentó mayores adversidades: su fuerza política amaneció el 14 de agosto en el tercer lugar; cargó en la mochila a un Alberto Fernández con niveles mínimos de aprobación; se defendió de múltiples ataques; enfrentó crisis imprevistas como el caso Insaurralde y asumió el riesgo de ser juzgado por los resultados de su gestión, desplegando un abanico de medidas.

El 23 de octubre se abrió una nueva etapa de la campaña, en la que se diferenciaron de manera muy marcada, reflejándose el contraste con claridad en el último debate.

El candidato sólido, el de las instituciones, la familia, los valores nacionales vs el candidato líquido, el de las finanzas, lo individual y lo global. El piloto de tormenta vs el místico que invoca la tormenta final. El protector y el verdugo. El profesional y el amateur. Fueron algunos de los papeles que interpretaron.

Un Massa protagonista que buscó además diferenciarse del gobierno actual, frente a varios Milei. Una campaña digital a perdigones de La Libertad Avanza, centrada en la microsegmentación y la posibilidad de vender un candidato para armar a gusto del consumidor.

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Con un timing zigzagueante llegó a negar hasta sus propias ideas y mediante una apelación adversativa al kirchnerismo estableció un acuerdo temprano con “la casta”, para convencer al votante de Bullrich y tomar a cambio la estructura.

Una digresión: luego de ganar toca gobernar y entre los temas omitidos en esta nota y de los que menos se habló en la campaña es de las diferencias en sus plataformas y los modelos de país que representa cada uno.

En fin, las estrategias se miden por sus resultados. En pocas horas tendremos en nuestras manos el diario del lunes para seguir analizando el país que viene.

(*) Sociólogo y director asociado de la Consultora Proyección

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