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La mafia peronista, Larreta y el peligro de normalizar (otra vez) a los parásitos
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La mafia peronista, Larreta y el peligro de normalizar (otra vez) a los parásitos

El panorama es cada vez más sombrío en Argentina. Sin embargo, nunca estuvo tan claro cuál es el camino a seguir para comenzar revertir esto. Los responsables del desastre exhiben sin pudor sus nefastas concepciones de la política y dejan claro que no es un problema ideológico. Quedan dos opciones: o se sigue con esta locura o bien se empieza a diseñar un modelo de país normal.

Gildo Insfrán es un típico dirigente político peronista. No tiene ninguna virtud y sólo utiliza las malas artes de los caudillos políticos para perpetuarse en el poder de una provincia pobre. Gana las elecciones porque hay muchísimos empleados públicos y una excesiva cantidad de gente que cobra dinero del Estado. Esa gente vota a ese tipo de caudillos para conservar ese ingreso. La democracia en esos lugares es un chiste malo.

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Insfrán dijo esta semana que “los porteños son unos reverendos hijos de su madre”. Formosa mantiene su sistema mafioso para que Insfrán se mantenga en el poder porque recibe tres veces más dinero de lo que aporta por la coparticipación. Todo para que esa provincia sea cada vez más pobre, se persiga al que piensa distinto y no haya ninguna perspectiva de futuro.

El descaro con el que hablan estos mafiosos es propio de los que creen que el poder dura para siempre (“el peronismo es el único que puede gobernar”, nos quisieron hacer creer los autores del desastre). Hay que recordar para el próximo gobierno que la intervención federal de las provincias está prevista en la Constitución. Hay que echar a esta gente de la política.

Normalizar a estos parásitos de los pobres es un error que no se puede cometer otra vez. Hay que barrerlos de la política. Son los personeros del robo y del atraso.

Es muy importante que en la oposición se muestre una auténtica vocación de cambio porque, sin esa agenda, no habrá posibilidad de salir de este marasmo. Suena decepcionante enterarse que un candidato de la oposición (Larreta) se reunió con la CGT y le aseguró que no piensa hacer una reforma laboral: es como ir a rendirse antes de empezar la batalla.

El futuro de la Argentina pasa por crear condiciones de multiplicación de empleo y eso no se logra haciéndole promesas a los que siempre han defendido sus privilegios por sobre la mayoría de los argentinos. La Argentina que iba a buscar paz social con los sectores corporativos murió. Pretender recrear esa Argentina es ilusorio.

De nuevo, esos sectores buscan sólo su interés particular. Además, han sido siempre impiadosos con los gobiernos no peronistas. Han usado la extorsión y las malas artes para parar las reformas que pretendían tocar sus privilegios. Si la oposición no da señales de cambio, el desaliento será cada vez mayor. El cambio debe ser brutal y no se puede arrancar la carrera prometiéndoles cosas a los que sabemos que defienden privilegios.

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El sindicalismo argentino le hace paros y movilizaciones a los gobiernos no peronistas y ni se pronuncian en las crisis, como la actual, de los gobiernos peronistas. Normalizar que miembros de la oposición vayan a dar examen delante de estos personajes es una antigüedad y una calamidad. Es no entender lo que está pasando en la Argentina.

La periodista Marcela Pagano denunció que en el canal América 24 (donde trabajaba y del cual fue desvinculada) recibió prohibiciones explícitas de invitar, entre otros, a toda persona vinculada a Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Dijo también que le prohibieron poner en las placas y videograph que el dólar había subido; sólo podía contar cuando bajaba. Estos actos de censura no se pueden naturalizar. Los medios pueden fijar su línea editorial, pero no está bien censurar a dirigentes políticos o prohibir a los periodistas dar información.

La pauta oficial y los negocios son los responsables de estos desatinos. Pareciera que algunos canales sólo pueden emitir datos que estén en consonancia con el gobierno nacional y el ministerio de Economía. También es preocupante y sospechoso el manejo que hace de la pauta oficial el Gobierno de la Ciudad. El dinero público no se puede despilfarrar y, mucho menos, usarlo a favor de las carreras políticas de dirigentes que creen que ese dinero es suyo.

En la Argentina de las calamidades se naturalizan barbaridades mientras la gente la pasa cada vez peor. Hay políticos que solamente piensan en sí mismos, en su carrera política y que han olvidado la noción de servicio publico y de respeto a la libertad de prensa. Están tirando mucho e irresponsablemente de la cuerda.

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