Por Alexis Chaves (*)
Cuando pensamos en políticas de Estado como ejes centrales para el desarrollo de las regiones y de los países, nos deberemos detener un instante en intentar comprender que las medidas que adopten los parlamentos (debate + legislación) deben tener correlación inmediata con determinadas directivas de los poderes centrales que estén dispuestos a acompañar y potenciar los recursos (en este caso del turismo) y no olvidar los factores humanos y el empleo que se genera en un mundo en permanente expansión.
En muchos países de los que integran el Parlamento Europeo, la política de turismo es interpretada hoy, como una herramienta con la que la Unión puede estrechar lazos en pos de objetivos más abarcativos que se vayan direccionando hacia la creación de un empleo “calificado y genuino”, que marque un horizonte de crecimiento sostenido.
Hace casi 20 años que se empezaron a escuchar voces que trataron proyectos relacionados con el turismo y que incorporan, al día de hoy, características innegables que podemos definir como que se pueden sustentar en la generación de políticas responsables, sostenibles e inclusivas.
Una vez que se plantearon los ejes centrales en el Parlamento Europeo, las Comisiones actuaron en consecuencia, debatieron, sancionaron y sentaron a la mesa a los diferentes actores involucrados.
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Lo que redundó en una experiencia de cooperación más intensa entre los sectores públicos y privados del turístico de la Unión Europea para hacer de los países miembros uno de los principales destinos turísticos poniendo en situación que lo primero en lo que deberían trabajar era en saber que sería una política de Estado a mediano y largo plazo .
Empezaron a trabajar en medidas y leyes para que el crecimiento sea sostenible, pensando en planes de contingencia ante futuras crisis que pudieran suceder en los países vecinos, en cómo achicar y asimilar las brechas digitales y tecnológicas de todos, en cómo capacitar los recursos humanos y dotarlos de estudios y de herramientas del saber que apuntaran a generar un verdadero efecto multiplicador en el empleo de la industria del turismo.
A modo de ejemplo podemos citar que los sectores involucrados, debatieron y sentaron las bases, para legislar en el sentido de ir facilitando algo tan central como sería el paso de fronteras, o reforzar la seguridad y que los turistas comiencen a sentirse más respaldados por las autoridades cuando transitaran de un país al otro.
En concreto pusieron en práctica medidas tales como:
1) El programa “DiscoverEu”, para que los jóvenes a partir de los 18 años, puedan viajar por toda Europa y conocer no solo de turismo, sino de cultura “in situ”. De forma tal que sea una experiencia enriquecedora para conocer, estudiar, descubrir, y aprender de las diferentes culturas.
2) El programa “Eden”, pensado para la promoción de destinos turísticos menos conocidos. Un eje central para todos aquellos que buscan experiencias diferentes fuera de los circuitos tradicionales.
3) El programa “Calypso”, con eje en el turismo social y de los adultos mayores, así también como para familias desfavorecidas y personas con movilidad reducida (La clave era y es la integración).
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Son sólo algunos ejemplos puntuales de que cuando la idea es clara y se trabaja con seriedad, se pueden abarcar a todos los segmentos de la sociedad, con inclusión, con sostenibilidad, generando trabajo genuino, moviendo las economías de todos los países, y haciendo que las políticas de consenso vayan más allá de las discusiones políticas que muchas veces estancan a las sociedades y las sumergen en postergaciones innecesarias.
Pero no fue fácil, fueron muchos años de trabajo, mucha capacitación, mucha inversión de parte de todos. Elementos que en los países de América podríamos emular perfectamente para hacer crecer la economía de la mano de una legislación acordada que nos permita trabajar de una vez como bloque regional.
(*) Politólogo y analista parlamentario
