Con motivo de su declaración como Bebida Nacional por Decreto Presidencial, cada año desde el 2010, todos los 24 de noviembre se celebra el Día del Vino Argentino. Por su valor cultural, su arraigo con la tierra y su rol en la identidad de argentinos, poco sorprende que la bebida del Dios Baco tenga su propio día nacional.
Nuestro país es conocido mundialmente no solo por sus atractivos naturales, sino también por la alta calidad de sus vinos que alberga una enorme variedad para los consumidores tanto nacionales como internacionales. Argentina cuenta con una industria vitivinícola sobresaliente. Hay más de 900 bodegas activas en todo el país y la vitivinicultura es una economía regional emblemática que tiene el más amplio despliegue territorial. Todo aquél que visite estas tierras tiene la obligación de visitar algunas bodegas; pero desde hace unos años son las mismas bodegas que se encargaron de abrir fronteras acercando sus productos de calidad a los fanáticos del buen beber.
Malma, fundada en 2001 por Julio Viola, Graciela Palenzuela, Ana Viola y Julio Viola (h), es una de las bodegas familiares más impresionantes del país. Enclavada en el corazón de la Patagonia, en San Patricio del Chañar, provincia de Neuquén, se destaca por su portfolio de productos nobles al embotellar la mejor expresión del terruño. Pedro Soraire, director comercial de Bodega Malma, cumple con su trabajo de dar a conocer al mundo la calidad de vinos únicos producidos en esta región. “En 2004 hicimos nuestra primera exportación a Estados Unidos. Recuerdo que fue un contenedor con un mix de productos, 50% Chacra La Papay, 40% Reserva de Familia y 10% Universo y, desde entonces, por suerte no dejamos de crecer”. Pero la suerte poco tiene que ver con todo esto: el complejo vitivinícola es una de las 10 principales cadenas exportadoras del país, son casi 500 exportadores que llegan con sus vinos a 127 países y Bodegas Malma es uno de ellos. Lo cierto es que consolidarse en el mercado regional y exportar siempre fue uno de sus principales objetivos, avanzaron cuidadosamente con cada paso del proceso. “Primero identificamos aquellos países a los cuales nos interesaba exportar. Luego investigamos los mercados seleccionados y elegimos los importadores adecuados (por tamaño, seriedad, entre otras variables). Una vez seleccionado los importadores, tomamos contactos con ellos, en forma directa o en diferentes ferias en las que participamos”, explica Soraire. Queda en evidencia que la planificación, ser ordenados y crear un plan de negocio real ser tanto comercial como financieramente, ayuda a ser sólidos y así poder enfrentar diferentes desafíos, como la pandemia de coronavirus.
“Actualmente exportamos el 55% de nuestra producción a EE.UU., México, Perú, Brasil, UK y Alemania. Y reconozco que con la pandemia focalizamos aún más en el Comercio Exterior, además de desarrollar exitosamente nuestro propio canal e-commerce. Para lo que queda del año buscamos consolidar y profundizar las relaciones con nuestros actuales clientes, distribuidores y representantes”. El vino, como cualquier producto, ha de adaptarse a los cambios venideros, entre otros a los de consumo y a cualquier imprevisto como la repentina aparición del Covid-19. Adaptarse a ellos y al consumidor es vital.
Argentina ocupa el séptimo lugar a nivel mundial de consumo per cápita de vino, siendo actualmente de 22 litros de vino anuales por habitante: y está en el sexto puesto en producción de vinos con 11,8 millones de hectólitros y séptimo lugar en la superficie implantada, con más de 230 mil hectareas. Si a estas cifras le sumamos que 8 de cada 10 argentinos beben vino en el hogar y en compañía de la pareja y/o la familia, no se necesita buscar más excusas o explicaciones para entender y brindar por el Día del Vino Argentino.
