Río de Janeiro no necesita presentación, pero sí una nueva mirada. A pesar de ser un clásico para los viajeros argentinos, la ciudad atraviesa un momento de renovación turística que trasciende lo estacional y se consolida como tendencia sostenida. El viajero actual ya no busca sólo la postal del Cristo Redentor o la caminata por Copacabana: viene por experiencias que integran bienestar, gastronomía de autor, vida cosmopolita y conexión directa con la naturaleza. En esa transformación, el símbolo no es únicamente geográfico, sino también hotelero: el Sheraton Grand Rio Hotel & Resort, que el año pasado celebró medio siglo de historia, se ha integrado al paisaje emocional y visual de Río de Janeiro con la misma fuerza icónica que los grandes monumentos.
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Lujo junto al mar
Ubicado entre Leblon y São Conrado, con el privilegio de ser el único resort de la ciudad con acceso directo a la playa, este emblemático establecimiento ha ganado recientemente el reconocimiento como el mejor hotel para hospedarse con niños en Río de Janeiro, una distinción que consolida su liderazgo en el segmento familiar. Sin embargo, su propuesta va más allá: se ha convertido en un punto de encuentro para distintos perfiles de viajeros —familias, parejas, grupos de amigos e incluso profesionales que llegan para combinar negocios con placer— gracias a su versatilidad de espacios, su infraestructura para eventos y la amplitud de servicios pensados para cada estilo de estadía.
La gastronomía es uno de sus pilares más destacados –desde el restaurante italiano Bene con pastas, pan y helado artesanal, pasando por Casarão con sus carnes a la parrilla, hasta Casa de Cachaça con una propuesta más local o simplemente algo relajado en el Bar das Palmeiras al borde de la pileta– y un motor de innovación que acompaña el resurgimiento culinario de la ciudad. En el piso 26, con vistas panorámicas al Atlántico, el restaurante especializado en cocina francesa L’Etoile acaba de presentar un nuevo menú de alta cocina, creado por su chef chileno Juan José Molina y curado por el reconocido chef Jean Paul Bondoux. La propuesta fusiona la elegancia de las recetas clásicas francesas con productos locales brasileños y una experiencia sensorial dominada por las vistas, el servicio personalizado y un ambiente de fine dining íntimo que ya lo posiciona entre los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Esta apuesta gastronómica reafirma el nuevo rol de Río como destino de alta cocina internacional.
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Lejos de limitarse a un turismo de sol y playa (aunque el servicio de sillas y sombrillas en la playa es un valor agregado como tiene Sheraton Rio), la ciudad vive un renacimiento integral impulsado por eventos culturales, festivales de música, circuitos de arte contemporáneo y una creciente tendencia wellness que combina retiros frente al mar con prácticas de longevidad y bienestar emocional. El resort se suma a esta tendencia con un spa frente al océano, piscinas escalonadas con miradores naturales y programas deportivos para todas las edades, lo que lo convierte en un refugio para reconectar con la naturaleza sin alejarse del pulso vibrante de la ciudad.
Los datos del sector turístico muestran una tendencia clara: Río se mantiene entre los destinos internacionales más elegidos por los viajeros argentinos, no sólo por la facilidad de acceso y la conectividad aérea, sino por su capacidad de reinventarse sin perder su esencia. Hoy, el lujo no se mide únicamente en metros cuadrados o estrellas, sino en la posibilidad de vivir experiencias auténticas con el mar como protagonista. En esa nueva narrativa del turismo urbano, el Sheraton Grand Rio no es simplemente un alojamiento: es un capítulo esencial para comprender cómo Río articula su identidad entre tradición, modernidad y estilo de vida. No se trata de un lugar donde alojarse, sino de un punto desde el que se mira —y se vive— la nueva identidad de Río.
El resurgir de Río de Janeiro confirma que hay destinos que son clásicos y nunca pasan de moda porque siempre encuentran una forma nueva de contarse. Y hoy, esa historia se escribe entre las olas del Atlántico, los sabores de la alta cocina francesa en lo alto de la ciudad y la certeza de que el turista argentino sigue eligiendo Río no sólo como destino, sino como experiencia de vida.