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Las trampas del etiquetado frontal
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Las trampas del etiquetado frontal

Por Mauro Fulco

Una década de debates. Argumentos cruzados, lobby empresarial, enojos. Tras una maratónica sesión en el Congreso, la Ley de Etiquetado Frontal se aprobó con 200 votos a favor, 22 en contra y 16 abstenciones en octubre de 2021.

La Ley 27.642 fue reglamentada el 23 de marzo de 2022 por un decreto del Gobierno nacional. En él se estipularon los plazos de aplicación: las grandes cadenas de supermercados debían implementarlo a partir del 20 de agosto del año pasado, las Pymes tenían tiempo hasta el 20 de febrero de este 2023, pero muchas de ellas pidieron prórroga, que les fue otorgada hasta agosto de este año.

Pero hay una salvedad: a pesar de que se han hecho pedidos de información pública nadie sabe a qué empresas o a qué productos le otorgaron más plazo para adecuarse. Sin esa información es difícil determinar si un producto cumple o no con la reglamentación porque –por ejemplo- una empresa puede alegar que tenía el alimento elaborado desde antes de la fecha estipulada. En ese caso queda eximida porque la misma ley contempla esa variable para no tirar alimentos. Este ítem también demora la aparición de los sellos en góndolas.

Ya sancionado, el Etiquetado Frontal aún sigue dando pelea.

LOBBY FEROZ

A medida de que la obligatoriedad del octógono negro con información nutricional fue creciendo llovieron las críticas. Periodistas, influencers y hasta figuras políticas se tomaron con sorna el indicador de exceso de azúcares, grasas totales, grasas saturadas, calorías y sodio. “Le pegan por lobby de las empresas, que activan de manera oculta a través de periodistas. Usan la ley para profundizar la grieta política. Cerca de las elecciones la están politizando, pero fue votada por todos los partidos y empujada por todos los bloques políticos. La están politizando por lobby”, opina Victoria Tiscornia, investigadora y nutricionista de FIC Argentina (Fundación Interamericana del Corazón).

Etiquetado frontal: qué cambios vamos a ver a partir de este sábado en los supermercados

Sandra Tirado, secretaria de Acceso a la Salud del Ministerio de Salud de la Nación, también ve la campaña mediática “mordaz” que se desplegó contra los octógonos. Y reflexiona: “Se busca demonizar o quitarle valor a los sellos para que las personas no modifiquen sus conductas. Entonces el sello da lo mismo. Veo lo que está pasando en las redes. El tema no está en si un alfajor tiene sello, porque en la ley cabe el alfajor pero también el producto mal llamado light, que ahora tiene información clara”.

En el mismo sentido se expresa Andrea Graciano, Lic. En Nutrición (UBA) con Maestría en Salud Pública (UNR), quien ilustra sobre la utilidad de las advertencias en los alimentos. Y asegura: “El etiquetado es más efectivo en los productos falsamente saludables. Sabemos que un chocolate tiene azúcar, pero que un producto descremado y de color verde o galletitas con Omega 9 y semillas de salvado lo tengan es donde más llama la atención”.

Tiscornia, desde la FIC, adhiere: “Antes ocultaban productos light que usaban colores verdes y mucha técnicas de marketing en las que invertían millones de dólares sobre todo dirigidos al público infantil con personajes, regalos, envases coleccionables y la ley prohíbe eso en productos con sello”.

Una de las campañas en redes sociales más burda fue la que se efectuó con el alfajor Havanna. Periodistas e influencers comenzaron a twittear una foto (siempre la misma imagen) de ese alimento y a ironizar sobre la conveniencia de los sellos. Uno de los argumentos fue que los octógonos afeaban un producto legendario. “En ese caso, el de Havanna, el argumento fue la estética o el packaging. Pusieron como prioridad la estética sobre el derecho a la salud”, grafica Tiscornia.

El objetivo, coinciden las entrevistadas, es que los consumidores podamos tener mayor información a la hora de comprar un producto determinado sin caer en las trampas del marketing y de los productos falsamente saludables. Pero la puja con el sector privado es incesante: “En ese trabajo, que es complejo, tratamos de no tener un discurso muy confrontativo porque tenemos que trabajar en conjunto. Nuestra misión es más persuadir que confrontar. No es fácil porque cada uno tiene sus intereses”, se sincera la funcionaria del Ministerio de Salud.

Graciano lo especifica: “Lo que está pasando en la implementación son cosas que ya vivimos y hemos visto en otros países. Son argumentos que la industria y sus voceros han venido utilizando para poner en duda la política pública. Dividir, desviar, demorar y denegar son las 4 D de la industria alimentaria”.

El horizonte está del otro lado de la Cordillera, donde la ley se implementó en 2012. Y después de una década hay conclusiones: “En Chile hubo reformulación para los alimentos saludables. Lograron reducir sodio y azúcares. Y algo no menor, la ley no ha afectado salarios ni empleos, porque la industria es capaz de adaptarse a ese nuevo contexto: si hay una baja en algún producto lo compensan. Por ejemplo, si dejan de vender bebidas saborizadas lo compensan con venta de aguas minerales”, resume Tiscornia. Y Tirado coincide: “En Chile se ve que los adolescentes cambiaron conductas. En los países que tienen la ley se ven cambios en largo plazo y mediano”.

HECHA LA LEY…
La reglamentación es clara respecto de lo que se puede y lo que no. También lo es con las fechas y disposición de los productos. Pero hecha la ley, hecha la trampa. “Hicimos una prueba piloto y lo que vimos es que hay incumplimiento respecto de la disposición en góndola. Esto se vio en productos con envases circulares como bebidas en botella o frascos de mermelada”, explica Tiscornia.

Y Graciano lo ejemplifica: “Coca Cola fue pionero en poner doble frente. Según la ley debe tener la información en las dos caras del envase. Se considera cara principal a la que está de frente al consumidor, entonces hicieron un doble frente con un dorso sin sellos. Los repositores (que son de marca propia) exponen los productos con la cara al revés”.

Pero de la grosería de las gaseosas se puede pasar a la sutileza del idioma castellano, tan rico en matices como en términos. “A los consumidores nos mienten mucho. Los productos presentan información engañosa. Los percibidos como saludables (yogurt o cereales) son los más perjudicados en la venta, entonces cambian la palabra “Light” por “Balance”. De esa manera hacen alusión a que el producto es light pero sin decirlo”, grafica Tiscornia.

En este caso es ineludible referirse a los cereales o a las galletas de arroz. La síntesis en los kioscos y supermercados es el Chocoarroz, y Graciano observa: “A Chocoarroz le corresponden 4 sellos. A uno de ellos (“Exceso en calorías”) le sale una flecha que indica “Si comés 4 unidades” y esto no es así. Es por unidad”.

Juntos por una Ley de Etiquetado Frontal y Alimentación Saludable

La nutricionista, que también es docente e investigadora de la UBA, tiene ejemplos de sobra: “Hay productos que se han lanzado al mercado sin sello a pesar de que era obligatorio, como el Yogurísimo con sello del Conicet. A partir de agosto 2022 era obligatoria la aparición del etiquetado frontal, entonces cualquier lanzamiento posterior es obligatorio. Ese yogurt tuvo su presentación oficial entre enero y febrero de este año y se lanzó al mercado sin sello, violando la ley. Recién entre dos y tres meses después de su lanzamiento vi el producto en góndola con el sello correspondiente”.

Otro ejemplo señalado por la investigadora es del huevo Kinder, que continúa entregando regalos junto a la golosina, algo que está prohibido por la ley.

Según un relevamiento realizado por FIC, 3 de cada 10 productos presentaban exceso de nutrientes críticos y claims de salud. A raíz de esta ley están obligados a cambiar su packaging. Graciano plantea una duda razonable: “El etiquado nos invita a hacernos preguntas. Antes nos convencíamos de que era un producto saludable o de dieta y de golpe al encontrar 4 sellos repensamos si compramos ese producto o no”. Tiscornia no tiene dudas de qué ocurrirá: “Esta ley llegó para quedarse porque garantiza el derecho de información de los consumidores”. Y Tirado concluye: “Si logramos que los productos modifiquen para ser más saludables lo hemos logrado.

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