La vida urbana siempre se ha descrito como acelerada. Entre veredas y pantallas, la manera en que la gente camina en las ciudades ha cambiado. Ahora, existen datos que prueban los riesgos de un menor intercambio social y ayudan a analizar el futuro para fomentar una mejor conexión humana.
Por Lucy Notarantonio, de Newsweek Internacional
Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) revela que los peatones en tres grandes ciudades del noreste de EEUU—Boston, Nueva York y Filadelfia—se mueven un 15% más rápido que en 1980. También se observó que cada vez menos personas permanecen en los espacios públicos, con una caída del 14% en las últimas tres décadas.
La coautora Arianna Salazar-Miranda, profesora asistente en Yale, explicó a Newsweek que los hallazgos sugieren un cambio en cómo se utilizan los espacios públicos. Dijo: “Una interpretación es que la vida social pública se está debilitando. Las razones de este cambio son probablemente múltiples—el creciente costo de oportunidad del tiempo y el atractivo de los espacios interiores como los cafés—pero el resultado parece ser una menor interacción social al aire libre.
“Esto importa porque los espacios públicos como veredas y plazas han servido históricamente como lugares de mezcla social. Cuando comienzan a funcionar más como corredores que como sitios de encuentro, corremos el riesgo de perder ese rol integrador. Eso tiene implicancias no solo para la cohesión social, sino también para la capacidad de las ciudades de generar encuentros informales que impulsan la creatividad, el compromiso cívico y la comunidad.
“Por supuesto, la vida social puede no haber desaparecido; quizás simplemente se esté dando en otros lugares”, añadió. “Pero incluso si se trasladó hacia adentro, ese cambio modifica el carácter de la vida urbana. Los espacios privados tienden a atraer grupos más homogéneos, lo que reduce las oportunidades de encontrarse con personas de distintos ámbitos. Si nos importa el espacio público como lugar de interacción entre diferentes tipos de personas, esta es una tendencia a la que debemos prestar atención.”
INTERACCIONES PERDIDAS
Newsweek conversó sobre los hallazgos con Ruth Conroy Dalton, profesora de arquitectura en la Universidad de Northumbria, en el Reino Unido. Ella señaló: “Un aumento en la velocidad al caminar acorta el trayecto promedio en la calle en alrededor de un 13%, lo que significa menos segundos en los que pueden ocurrir interacciones fortuitas, contacto visual o simplemente ‘estar presentes’”.
Carlo Ratti, profesor del MIT y coautor del nuevo estudio, declaró: “Qué tan rápido caminamos, cómo la gente se encuentra en el espacio público—lo que vemos aquí es que los espacios públicos están funcionando de manera algo distinta, más como un lugar de paso y menos como un espacio de encuentro”.
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Dalton, quien no participó de la investigación dirigida por el MIT, mencionó una encuesta nacional que coescribió a 2.029 adultos del Reino Unido. Descubrió que el 54% de los encuestados estuvo de acuerdo en que “caminar por zonas llenas de edificios aburridos afecta cómo me siento”.
Ella afirmó: “Cuando la propia calle ofrece menos para detenerse a observar, uno tiende a atravesarla aún más rápido, creando un círculo vicioso de menor permanencia y un intercambio social más débil. El mismo estudio muestra una pérdida paralela de agencia comunitaria. Un público que se siente apurado e impotente está, como era de esperar, más desconectado de sus calles”.
LA IA Y EL DISEÑO URBANO
En el estudio, los investigadores usaron aprendizaje automático para analizar grabaciones realizadas por el urbanista William Whyte entre 1978 y 1980 en Nueva York. Estas imágenes fueron tomadas en espacios públicos icónicos como Bryant Park y las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte.
En 2010, un equipo de investigación liderado por el sociólogo Keith Hampton recreó las condiciones de filmación de Whyte, registrando imágenes en los mismos lugares y a la misma hora del día. Ratti comentó: “Como la naturaleza, el diseño urbano debería abrazar la experimentación—probar distintas configuraciones para ver cuáles fomentan mejor la conexión humana.
Ese también fue el objetivo del trabajo pionero de William H. Whyte en la década de 1970. Él anotaba pacientemente horas de grabaciones en Super 8 a mano (un proceso que llamaba ‘la clave’). Hoy, como mostramos en nuestro artículo, la IA y las herramientas digitales nos permiten analizar miles de horas de grabación en segundos. Eso significa que por fin podemos entender a gran escala cómo la gente se mueve, se reúne e interactúa en lo público. Y con ese conocimiento podemos diseñar mejores espacios. Espacios que no aíslen, sino que inviten”.
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Entre los hallazgos también se observó una caída en el número de personas que se unían a grupos tras ingresar a un espacio público. En 1980, el 5,5% terminaba socializando en grupo. Para 2010, esa cifra había descendido apenas al 2%.
Las razones de este cambio parecen ser múltiples. Los investigadores señalan el auge de los teléfonos inteligentes, que permiten coordinar planes de manera digital antes de salir. Interacciones sociales que antes podían surgir espontáneamente en una esquina ahora ocurren a través de mensajes de texto o chats grupales.
“Cuando miras las grabaciones de William Whyte, la gente en los espacios públicos se miraba más entre sí”, dijo Ratti. “Era un lugar donde podías iniciar una conversación o encontrarte con un amigo. En ese entonces no existía la posibilidad de hacerlo online”.
La cultura del café también puede estar influyendo, atrayendo a la gente de las veredas hacia locales climatizados y con Wi-Fi.
Los investigadores esperan que su trabajo ayude a repensar cómo las ciudades diseñan y rediseñan los espacios públicos—especialmente en un momento en que la polarización digital está remodelando la forma en que las personas se conectan en la vida real. “El espacio público es un elemento fundamental de la vida cívica”, señaló Salazar-Miranda. “Cuanto más podamos mejorar el espacio público, más podremos hacer que nuestras ciudades se adapten al encuentro.”