La expresidenta busca transformar el golpe judicial en un relanzamiento político y conducir al peronismo desde el departamento donde cumplirá su condena. En paralelo, Axel Kicillof evalúa capitalizar el efecto CFK sin que escale el conflicto interno. Mientras tanto, los gobernadores peronistas recalculan ante el temor de una nueva etapa de confrontación con el gobierno nacional.
Cristina Fernández de Kirchner deberá cumplir seis años de prisión domiciliaria y estará inhabilitada de forma perpetua para ejercer cargos públicos, tras la confirmación del fallo en la causa Vialidad por parte de la Corte Suprema. Pero, lejos de suponer un retiro definitivo, la sentencia podría convertirse en el punto de partida para una nueva etapa política.
Esta es, al menos, la lectura que hacen cerca de la exmandataria. “Lo que parecía un cierre ahora puede ser un relanzamiento”, señalan desde su entorno, donde ya se trabaja alrededor de una estrategia que busca capitalizar el golpe judicial y transformar la condena en una narrativa de persecución que reactive al electorado propio.
Antes del fallo y con su candidatura por la Tercera Sección Electoral bonaerense, en el espacio miraban algunos números que no terminaban de consolidar el apoyo que esperaban. Con la sentencia -sin embargo- este escenario cambió: Cristina volvió al centro del debate público, la militancia se activó y el peronismo retomó una dinámica de reagrupamiento.
Si bien Cristina está condenada, sigue en el centro de la escena. “Eso ordena”, aseguran quienes la acompañan.
Para el kirchnerismo el eje ahora está en cómo canalizar ese impacto. Según distintas consultoras, si bien una parte importante de la población considera a Cristina Kirchner culpable, la desconfianza hacia la Justicia y otras instituciones es igual o mayor.
Esa contradicción es clave para el armado del nuevo relato: el de una dirigente proscripta, pero vigente; limitada jurídicamente, pero políticamente activa. Por ahora, Cristina planea conducir desde su departamento en Monserrat donde cumplirá la condena recientemente ratificada.
Según trascendió, el gobernador bonaerense es uno de los mayores interesados en que el efecto CFK tenga una traducción electoral favorable, sobre todo en el conurbano. Pero también sabe que cualquier escalada interna puede ser contraproducente. “Le sirve si hay acuerdo y unidad, no si se vuelven a pelear”, advierten.
A un mes del cierre de listas –el plazo para PBA es hasta el 19 de julio– Kicillof y Cristina se ven obligados a redefinir la interna. Antes de la condena, se había planteado una mesa de negociación para definir listas que finalmente no se llevó a cabo. Ahora, con las prioridades cambiadas, el diálogo se retoma pero aunque los acuerdos aún no se cierran prevalece un objetivo común: blindar la provincia y frenar al oficialismo en septiembre y octubre, señalan desde el entorno del gobernador.
Kicillof teme que una buena elección de La Libertad Avanza complique su gestión y erosione sus chances de proyectarse para el 2027. Por eso, busca contener al espacio y evitar fisuras que puedan dispersar el voto peronista. En ese esquema, el protagonismo de CFK puede ser funcional, siempre que no desordene su propio relato.
En paralelo, los gobernadores del peronismo se reagrupan. La sentencia a Cristina generó preocupación, no sólo por el impacto simbólico, sino también por las posibles consecuencias políticas. En la sede del Partido Justicialista, en la calle Matheu, se reunieron Axel Kicillof (Buenos Aires), Ricardo Quintela (La Rioja), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Melella (Tierra del Fuego), Gildo Insfrán (Formosa), Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Raúl Jalil (Catamarca), junto a legisladores nacionales, para evaluar el nuevo escenario.
El discurso más fuerte fue, otra vez, el de Kicillof: “A Cristina la condena la Argentina que gobierna Milei”, habría dicho.
Entre algunos gobernadores peronistas hay preocupación por cómo esto puede repercutir en el diálogo con el oficialismo. “Ya es difícil negociar con Milei. Si el peronismo se radicaliza, se bloquea todo”, explican y agregan que “necesitan mantener relaciones mínimas” con Nación, por lo que un clima político que escale y afecte los acuerdos (especialmente los presupuestarios en contexto de austeridad), no es buen augurio.
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El efecto de la condena todavía es incierto. El peronismo apuesta a una fórmula conocida: transformar el golpe en oportunidad. Desde el núcleo kirchnerista creen que la imagen de CFK condenada, acompañada por movilizaciones y con un discurso radicalizado, puede tener un impacto directo en la base electoral, activar la calle y retomar la mística.
Ese reacomodamiento tiene fecha: deberá definirse antes del 19 de julio con un peronismo que (una vez más) gira en torno a la figura de Cristina.