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Congreso 2026: del triunfo libertario a la negociación federal
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Congreso 2026: del triunfo libertario a la negociación federal

El Gobierno de Javier Milei obtuvo un contundente resultado en las elecciones legislativas y consiguió un caudal de bancas que le asegura una mayor tranquilidad en el Parlamento. Pero deberá convencer y negociar con aliados y opositores para poder concretar los proyectos que busca aprobar antes de 2027.

Por Gabriel Michi

“Impensado”. “Sorpresivo”. “Arrasador”. “Contundente”. Esos son solo algunos de los adjetivos más utilizados para describir el resultado de las elecciones legislativas del domingo 26 de octubre que –con el debut de la Boleta Única de Papel (BUP)- dieron como indiscutible ganador al Gobierno de Javier Milei. Todos esos adjetivos se ajustan a la realidad, porque nadie se arriesgaba a pensar que, después de los escándalos que llevaron hasta a bajar de la cima de la lista de candidatos a diputados de la Provincia de Buenos Aires a José Luis Espert –acusado de recibir financiamiento narco- y de las sospechas de corrupción que golpeaban el corazón de su administración, sumado a la derrota del 7 de septiembre en las legislativas bonaerenses, el oficialismo podría llegar a remontar semejante clima adverso y alzarse con una elección fundamental para su gobernabilidad y su futuro político. Es más. Si al al Gobierno le iba mal, había quienes se arriesgaban a poner en duda que Milei pudiera terminar su mandato en 2027. Hoy el escenario es diametralmente opuesto y hasta hay quienes plantean la posibilidad de su reelección dentro de dos años. Y es que el oficialismo logró cosechar el 40% de los apoyos a nivel nacional (sacándole casi 10 puntos a Fuerza Patria -y sus aliados-, que obtuvo el 31%). Es más, el mileísmo –con el diseño electoral de Karina Milei en toda la Argentina- logró ser la alianza más votada en 15 provincias (incluida la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde arrasó en todas las comunas).

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Pareciera que el agitar el fantasma de un kirchnerismo al acecho le funcionó al Gobierno libertario. Como también el apoyo del Gobierno de Donald Trump que –con promesas de miles de millones de dólares de ayuda- logró frenar una disparada del billete verde para seguir manteniendo contenida la inflación. Aun así, no todo lo que reluce es oro. Y esta victoria oficial tiene luces y sombras.

Uno de los datos más fuertes para los libertarios es que lograron imponerse como primera fuerza derrotando al peronismo en su gran bastión de la Provincia de Buenos Aires. Si bien la diferencia en territorio bonaerense fue de 0,5% (unos 50.000 votos) entre Diego Santilli y Jorge Taiana, el golpe fue letal para un espacio que ya soñaba con promocionar sin obstáculos a un Axel Kicillof hasta la Presidencia de la Nación; sobre todo después de aquellos 14 puntos de ventaja que el PJ le había sacado a La Libertad Avanza en los comicios de septiembre. Con una diferencia de menos de dos meses, el justicialismo perdió 260.000 votos en territorio bonaerense mientras que La Libertad Avanza (en alianza con el PRO, que prácticamente desapareció como fuerza política) conquistó 880.000 más. Más de un millón de votos de diferencia entre una y otra contienda. Todo cambió y ahora el PJ quedó sumergido en una nueva crisis interna con pases de factura por doquier.

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Pero no solo eso. El Gobierno logró cosechar una gran cantidad de bancas en ambas cámaras del Congreso Nacional. En un escenario de baja participación ciudadana, 68% -el número más bajo desde el retorno de la democracia- su triunfo legislativo fue arrollador, sorpresivo e impensado. En Diputados, LLA sumó 64 bancas, llevando su bloque a 82 libertarios puros. Pero a eso hay que agregar los 23 incondicionales del PRO (que perdió 11 escaños), sin contar los otros aliados que se suelen sumar a la impronta oficial.

Por su parte, en esa cámara, la oposición del peronismo quedó con 98 bancas, una menos de las que tenía previamente. Provincias Unidas tuvo un muy magro desempeño y obtuvo 8 bancas (casi las mismas que perdió Encuentro Federal, que también se quedó con 8), el Frente de Izquierda tendrá 4 (perdió 1), la UCR negociadora sólo 6 (bajó 8), la disidente 3 (dejó escapar 9) y otras fuerzas 25 (15 menos que los que detentaban). Es decir, en este nuevo escenario el oficialismo va a tener un panorama mucho más favorable en la Cámara de Diputados, pero aun así necesitará negociar y mostrarse más proclive al diálogo si pretende, por ejemplo, avanzar con la reforma laboral, la previsional y la impositiva, prioridades centrales en su agenda legislativa. Según el “poroteo” de los expertos, a prima facie el “mileísmo” podría reunir 130 voluntades del oficialismo (entre propios, aliados y colaboracionistas) contra 127 de la oposición. Es decir, una ajustada mayoría que debería garantizarse con mucha muñeca negociadora.

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En tanto, La Libertad Avanza hizo una impresionante elección en las 8 provincias donde se elegían senadores, ganando en 6 de ellas y quedándose con 13 de las 24 bancas en disputa (no habiendo arriesgado ninguna). Con esos números, el bloque violeta puro en la Cámara Alta llegó a 18 escaños y cuenta con el apoyo casi incondicional de 6 que aún conserva el PRO. En ese cuerpo el justicialismo representado en Unión por la Patria resignó 6 bancas, quedando con un bloque de 28. El peronismo sigue siendo (al igual que en Diputados) el mayor bloque, pero muy lejos del quórum. La UCR perdió 3 escaños en la Cámara Alta y ahora serán 10 senadores mientras que los bloques provinciales se quedaron con 6 lugares (ganaron 1) y Provincias Unidas sólo obtuvo 3 senadores (perdió 2). Así el oficialismo nacional tendrá un cuadro mucho más viable en el Senado, que le garantizarían al menos 34 votos y dependerá de qué ocurrirá con la UCR, el gran (y ambivalente) arbitro de este nuevo escenario en el Senado. Allí seguramente Patricia Bullrich (que sacó más del 50% de los votos en CABA) ganará un protagonismo central en ese cuerpo legislativo, y hay que ver cómo se vincula con la vicepresidenta y titular de la Cámara Alta, Victoria Villarruel, figura cada vez más distante de la Casa Rosada.

Con esos números, Javier Milei logró no sólo obtener un triunfo contundente a nivel país, sino también garantizarse mucho más que el tercio necesario para asegurar que el Congreso no le voltee los decretos ni los vetos, algo que venía sucediendo muy fuertemente en los últimos meses. Eso había retroalimentado el clima derrotista que rodeaba al oficialismo. Pero ahora, el horizonte que se avizora es completamente distinto. Y es muy probable que ese impulso que le dieron las urnas con un fuerte respaldo ciudadano también lleve a que gobernadores o legisladores zigzagueantes vuelvan a alinearse con Balcarce 50, tal como ocurrió al principio del Gobierno.

Dicho de otra manera, a partir de diciembre Milei puede imponer su propia agenda legislativa sin mayores traspiés gracias a su propio volumen en bancas, el acompañamiento de los aliados y la ayuda de aquellos que se volverán incluso más colaboracionistas que en los últimos meses. Pero, si bien los números le den esa impronta ganadora al oficialismo, es claro que la Argentina necesita de un mayor diálogo político, la búsqueda de consensos y la construcción de una gobernabilidad más clara. Si el Gobierno no apunta a eso, podrá chocarse nuevamente con un bloqueo político que incluso podría frenar los anhelos reeleccionistas de Javier Milei.

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Porque aún con lo contundente que fue el triunfo hay lecturas no tan optimistas que el oficialismo debe analizar. Por ejemplo, 6 de cada 10 votantes le dieron la espalda al Gobierno (aunque ningún partido o dirigente opositor lo pudo capitalizar individualmente y el rechazo hacia ellos es aún mayor).

Por otra parte, la alianza LLA-PRO sacó en este 2025 unos 9 millones de votos, es decir, 5 millones menos de la sumatoria de Milei y Bullrich en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023 cuando fueron separados y compitieron; en aquel entonces el libertario obtuvo 8 millones y la entonces candidata de Juntos por el Cambio, 6 millones, por detrás de los 9 millones obtenidos por Sergio Massa. Luego, en el ballotage, Milei sacaría 14,5 millones (es decir, 5,5 millones más que ahora) con el 55% de los votos. En ambas comparaciones, el frente LLA-PRO sale perdiendo más de 5 millones de votos. Pasado en limpio, desde 2023 el oficialismo ahora unificado perdió casi 20.000 votos por día, 822 por hora, 13 votos por minuto o 1 voto cada 4 segundos. Es cierto que el PJ, con sus 7 millones de votos actuales dilapidó también entre 2 y 4 millones de votos (en relación a la primera y la segunda vuelta de 2023, respectivamente) pero sigue siendo una ecuación negativa proporcionalmente menor que la del oficialismo.

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Por otro lado, la participación ciudadana fue muy baja en esta elección, lo que debe hacer replantearse muchísimas cosas tanto al oficialismo como a la oposición. Y el Gobierno no debe desconocer que el peronismo (en sus diferentes variables) sigue siendo importante y competitivo cuando se une, como también los liderazgos provinciales que se mantienen, más allá de lo indiscutible y extendido de su voto.

En las últimas horas, el oficialismo parece haber tomado nota que este escenario triunfal tiene luces y sombra. Por eso, uno de los primeros gestos fue comenzar a trazar conversaciones con legisladores y gobernadores para establecer puentes de negociación. Algo imprescindible en esta nueva Argentina. Una Argentina que necesita imperiosamente menos gritos y más diálogo. Que necesita más luces que sombras.

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