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“A la Iglesia le falta calle”: La historia del cura que se rebeló contra las instituciones y encontró a Dios en la villa
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“A la Iglesia le falta calle”: La historia del cura que se rebeló contra las instituciones y encontró a Dios en la villa

Tiene 40 años, le gusta el fútbol, es hincha de Racing, canta folclore y baila cumbia, pero su historia no se resume en esas pasiones. Hace una década llegó a un rincón del conurbano bonaerense que lo transformó para siempre y le dio un nuevo sentido a su vocación. Nacido y formado como cura en Entre Ríos, Andrés Benítez encontró en la villa no solo a Dios, sino también una comunidad que lo abrazó y le enseñó una fe distinta: más humana, más directa, más real. Hoy está al frente de la parroquia Don Bosco que fundó el padre Pepe Di Paola y que acompaña la vida de cinco barrios. Allí, entre ollas populares, asistencia directa, rezos sin protocolo y puertas siempre abiertas, se convirtió en un cura villero que rompe moldes y elige quedarse.

¿Hace cuánto estás en esta parroquia?

Yo llegué acá en marzo del 2019. Soy sacerdote hace 13 años, vengo de Entre Ríos. Nacido en Rosario del Tala, ahí están mis viejos, mis hermanos. Después estudié en Paraná, empecé a ser cura ahí.

Conocí esta historia de los curas de las villas recién en el 2013. Veo una foto del padre Pepe de Di Paola, que yo solamente a Pepe lo tenía de los medios, el cura que estaba en la villa, que fue amenazado, que se fue a Santiago del Estero, y que ahora había vuelto a Buenos Aires. Pero justo vi una foto de él con un amigo, entonces mandé un mensaje. Digo, ¿dónde estás? ¿Qué estás haciendo? y me invita a venir a conocerlo. Yo venía a visitarlo a mi amigo, no a Pepe ni toda esta historia. Me formé de otra manera, por ahí hay una iglesia un poco más conservadora. Entonces ni siquiera conocía tal vez la historia del Padre Mujica. Vine en enero de 2014, a visitar, de vacaciones, digamos. Venía a ver a mi amigo.

Cuando llegué acá, ya está. Algo pasó… el contacto con Pepe, su cercanía, su humanidad y después la gente misma del barrio, de los barrios, la fe del barrio, la vida en las capillas; rompía con todo lo que había estudiado, con lo que me había formado…Y ahí me enamoré, dije yo quiero esto.

Fui a hablar con el Obispo de Paraná para decirle que quería venir. Me hizo esperar cinco años para ver que si realmente era o no era una locura mía. En ese tiempo venía a vacacionar de nuevo acá, venía a visitar a Pepe, a ayudarlo. Así que fui conociendo un poco la parroquia y los barrios. Y me fui formando también o profundizando en la historia de los Curas de las Villas.

A partir del 2019 ya vine a vivir acá, me tocó la pandemia acá. La verdad que fue un momento muy duro, muy triste pero a la vez fue como una explosión de la comunidad también. Acá atendemos cinco barrios: Barrio Nuevo, Villa Cárcova, Barrio 13 de Julio, Villa Curita, Independencia.

Pepe se fue a continuar su trabajo en Santiago del Estero, me dejó acá y quedé a cargo yo. Desde el 2023 que estoy a cargo de este lugar que se llama Parroquia de San Juan Bosco.

¿Qué te motivó a empezar este camino en la religión?

Mi familia es muy religiosa desde el principio. Mis viejos, mis abuelos. Somos cinco hermanos. Yo soy el tercero. Dos más grandes y dos más chicos. Cuatro varones, una mujer. Y la fe la aprendí ahí, en casa: tuve dos tíos, hermanos de mi vieja, que también eran curas. Así que fue como que lo aprendí de casa. La fe, la vida, la familia. Los primeros curas que yo vi fueron mis tíos.

A los doce ya estaba decidido: quería ser cura. Yo siempre digo que Dios me hizo muy fácil la elección. Tenía amigos, amigas. Jugaba al fútbol. Me encantaba. Pero me decían, che, ¿Qué querés ser de grande? Y me encantaría. Fútbol, qué sé yo. Pero la idea de cura siempre estaba antes.

¿Y qué encontraste en esa formación posteriormente?

Al principio tenés mucha filosofía, mucha psicología. Hacés esa formación humana, digamos, básica, elemental, que es necesaria. Es más para lo que después uno hace. En ese sentido, me ayudó un montón para formar, sobre todo, la cabeza, bueno, y el corazón también, pero digo… El pensamiento, más que nada. Y después, los últimos años, sí, por ahí más propiamente. Eso de la teología, la Biblia, los dogmas de la fe. Es una formación institucional, digamos.

Después, cuando salís a la calle, es otra historia. Un poco se te queman los papeles.

¿Y qué te encontraste cuando saliste a la calle? ¿Qué historia hay acá?

Acá lo que me rompió los esquemas, me hizo entrar en crisis –digamos– no fue solamente las necesidades de las personas, la miseria, la pobreza, la vida en sí de la villa… fue como en todo ese caos que es la vida a veces, la gente sigue peleándola. Sigue luchándola. Nosotros la llamamos «la religiosidad del pueblo», eso que está en el corazón de la gente. Es decir, no sé si creo en Dios o creo en… pero creo.

Creo que tengo fuerza, creo que tengo ganas. Creo que podemos salir de esta. Creo que podemos salir adelante. Hemos caído un montón de veces, creo que tenemos fuerza para seguir. Esa fe… Eso fue lo que a mí me explotó la cabeza. Con dos palabras la gente me sintetizó ocho años de estudio. Fue mucho eso

Yo venía más de la iglesia institucional como bueno, yo soy cura y vos del otro lado, digamos, la formalidad en los ritos, todas esas historias. Toda esa cuestión más burocrática de la iglesia.

Parroquia San Juan Don Bosco – Villa La Carcova

Acá me encontré con la vida misma. Ocho capillas abiertas y en cualquier momento del día que vos llegues está abierto. Y si vos querés charlar o con el cura o con otro que está ahí, siempre está abierto, no hay mucha historia.

Esa sencillez de Dios, eso fue lo que a mí me cautivó mucho, me enamoró. Me rompió todos los esquemas y fue lo que mejor me pasó. Toda la formación, la pude resumir acá, acá la veo real.

No hace falta hablar en difícil para hablar de Dios o con discursos largos… acá hablás de un Dios compañero, un Dios amigo, un Dios villero, un Dios pobre, un Dios lastimado, un Dios que consume, un Dios que tiene problemas con la familia. Y es mucho más cercano. Y es mucho más real. Porque vos hablás de este Dios,Y la gente lo recibe y lo entiende.

Amo esto. Amo ser cura en la villa. Amo que la gente diga: «Che, el cura villero». Más que como un título, porque uno se siente como parte. Porque saben que uno se ha quedado acá por ellos. O para ellos también y con ellos.

No soy salvador de nada. Yo vengo a compartir la vida con ellos, ahí está la cuestión. Yo vine a compartir la vida con ustedes. Y sus problemas son los míos también. Doy gracias que me encontré con esto y no lo cambiaría por nada. Y si vos me decís, «che, ¿volverías a ser cura en Paraná?» No, ni loco. No, no podría. No podría volver a encajarme en una estructura que para mí es muy lejana y que sigue alejando a Dios.

¿Crees que la iglesia como institución se ha ido flexibilizando?

Nosotros decimos, ha aflojado mucho. Y Francisco tuvo mucho que ver con eso. Pero sí, obviamente que falta…falta un montón. Pero sí creo que ha dado pasos para adelante.

Francisco lo hizo muy claro. Fue como aggiornándose también a situaciones, a personas, a contextos. Creo que Francisco nos ayudó mucho en eso, ha dejado un canal muy grande ahí, me parece que es importante. Por eso creo que León XIV va a tener un laburo importante, porque Francisco me parece que dejó la vara muy alta.

¿Qué pensás de León XIV?

La verdad es que uno lo va conociendo ahora, ya me cayó simpático que sea latinoamericano, que haya estado en Perú mucho tiempo como misionero, que lo haya elegido Francisco. Creo que uno lo va a ir descubriendo en él, cuando empiece a acercarse a la gente, cuando empiece a hablar, sus discursos, sus cartas, como hizo Francisco. Me parece que está en alguna manera en esa línea que Francisco dejó. Ahora esperemos, cuando empiece a laburar, y no solamente de palabras, yo creo que las obras van a decir mucho, como lo hizo Francisco.

Una expresión hermosa que Francisco decía, que la iglesia no tiene que ser un museo de santos, sino un hospital de campaña. Porque a veces uno piensa, que, estoy en la iglesia y ya está, como que ya estoy listo. No, flaco, no entendiste nada.

Con Francisco te das cuenta que la autoridad no viene por la palabra, o por el cargo, o por el título. La autoridad viene con la presencia. Si vos para tener autoridad necesitás gritar, o lastimar, o ser violento, eso no es autoridad, eso es otra cosa. La autoridad viene por tu presencia, por tu autenticidad, por el darte. Francisco, fue mucho eso. Fue muy humano. Nunca había sentido un Papa tan humano, tan cercano. Una iglesia tan buena. Me parece que estamos mucho en deuda con eso.

A veces nos olvidamos que Dios también fue hombre.

No hace falta hacer una guerra para que te hagan caso, sino decir, che, tu presencia, tu autenticidad, tu estar con la gente, eso te da autoridad. No tus palabras o tus promesas, que a veces ni siquiera se cumplen. Creo que es eso, el estar y el quedarse con la gente, me parece que viene un poco por ahí.

¿Qué crees que le falta a la iglesia como institución en ese recorrido?

A la iglesia le falta calle. El animarse a salir también y a chocarse con la realidad. Que la realidad no es solamente la que se encierra en las cuatro paredes de la iglesia, de la capilla o lo que sea. Que la iglesia está afuera. La gente está afuera

Tienen que animarse a romper un poco con el protocolo. Yo siempre digo, Jesús no tenía protocolo. Si arrancamos por el vamos, de entrada, Jesús se metió en todos lados.

Entonces a veces creo que la iglesia, obviamente, fue pasando en el tiempo y se fue institucionalizando y distintas personas fueron pasando, se fue respondiendo a distintas épocas e historias, pero me parece que hay que volver al principio. Mucho más humilde, mucho más sencillo, sin tantas posesiones, sin tantas cosas, que por ahí nos desvirtúan o desvían del camino que tenemos que hacer. Pero sí, creo que a la iglesia le falta calle

¿Qué hacen los curas villeros? ¿Cómo los definirías?

El cura villero se define justamente por estar, no solamente en un espacio físico, en una villa, un barrio, sino también por querer estar y responder a una realidad concreta y actual que es esta, la que estamos viviendo por ejemplo. En este caso mío concreto, como te decía, estamos en José Juan Suárez, acá estamos en Villa La Cárcova, y es estar a la altura y en la presencia de la gente y lo que hoy está pasando acá como barrio. Entonces dentro del ser cura también no solamente va la parte religiosa, sino también va la parte humana y social.

¿Y vos cómo te definís en tu labor?

Justamente el otro día, en mi cumpleaños 40, vino toda la gente a las capillas, y ese día del cumpleaños me acuerdo que estaba charlando, agradeciendo, fue un día hermoso, con toda la gente de la capilla, de los barrios. Entonces, viene uno y me dice, ¿cómo te digo? ¿Andrés? ¿Padre?, entonces eso me hizo pensar mucho, y el día de cumpleaños le decía, yo prefiero que me digan un Andrés sincero, porque a veces no me ven como padre.

Mucho tiempo estuvo Pepe acá, con más experiencia de cura, con más experiencia de cura en la villa, y con más edad que yo. Obviamente, que yo soy mucho más chico, tengo gente más chica que yo, obviamente, todos los pibitos, las pibas del club, del centro, pero por ahí la gente que colabora, los que están acá, 40, 50, 60 y para arriba.

Yo prefiero que me digan Andrés, sinceramente, a que me digan un padre medio careta, considerando los títulos.

A mí el título no me interesa, y yo me veo más así, yo me siento muy compañero con la gente. Lo que más me interesa es eso, es el compañerismo, yo me siento muy compañero de la gente, muy cercano con ellos, que te comparten su vida, sus cosas. Digo la palabra compañero porque me encanta ese término, porque es el que comparte el pan, y yo me siento eso.

Padre Andres Benitez

Aca hay personas que se están recuperando de las adicciones, con algunos somos de la misma edad, otros más chicos, y otros más grandes. Tenemos un grupo de gente que ha consumido, que ya llega a nuestro hogar con 50, 60 años, y que tal vez consume desde los 15, tal vez entrecortado, pero nunca ha podido salir, o en situación de calle.

Ellos te ven, me ven a mí, me abrazan, me acomodan, no solamente físicamente, te acomodan el alma, y es hermoso, y no se cansan de decirte gracias, gracias Andrés, otros me dicen “Padre, gracias por estar acá. Gracias por quedarte”, eso siento.

 

 

 

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