Leyendo:
Wanda, Icardi, la China y el impacto invisible de la exposición pública en los niños
Artículo Completo 4 minutos de lectura

Wanda, Icardi, la China y el impacto invisible de la exposición pública en los niños

Por Diego Quindimil (*)

En la era de la sobreexposición mediática, los conflictos familiares de figuras públicas se convierten rápidamente en espectáculos de consumo masivo. El caso de Mauro Icardi, Wanda Nara y la China Suárez es solo uno de los muchos ejemplos que alimentan titulares, redes sociales y programas de televisión.

Pero detrás de la fascinación por estas historias, hay víctimas invisibles: los hijos, quienes quedan atrapados en el torbellino de un conflicto que no eligieron y expuestos a una atención pública que puede dejar marcas duraderas.

En los divorcios conflictivos no es necesario que los padres sean famosos para convertir a los hijos en botines de guerra emocionales. En la era de las redes sociales, los conflictos de pareja rápidamente se hacen públicos tenga uno mil o un millón de seguidores. Es inquietante pensar en el impacto que esta exposición de los conflictos de los adultos tienen en los niños y adolescentes.

Wanda Nara habló de su divorcio con Icardi y reveló qué la enamoró de L-Gante

Cuando estos conflictos se amplifican a través del lente mediático, las consecuencias se vuelven aún más complejas, ya que las huellas no se borran. Los niños quedan en medio de un escenario que no comprenden, expuestos al juicio de desconocidos y obligados a lidiar con una carga emocional que excede sus capacidades. Los niños que crecen en el ojo del huracán mediático suelen experimentar sentimientos de vergüenza, confusión y ansiedad entre otros impactos para su salud mental.

Pero más allá de los protagonistas directos de estos escándalos, es importante detenernos a mirar hacia nosotros mismos, los espectadores. ¿Qué nos atrae tanto de estas historias? ¿Por qué los programas más vistos en televisión, como Gran Hermano, giran en torno a observar la intimidad de los otros? ¿Qué vemos en esas vidas ajenas que nos fascina al punto de viralizar tuits que revelan las confesiones más privadas de famosos y desconocidos? ¿Estará la respuesta en la posibilidad de fantasear con ser parte de ese relato? ¿Tal vez proyectamos nuestras propias inseguridades o deseos en esas historias, usando la vida del otro como un espejo o una distracción?

Beatriz Sarlo, en un análisis brillante sobre el fenómeno de los escándalos mediáticos, señaló que estas historias no solo entretienen, sino que encierran una lógica de juicio social que transforma la vida privada en un espectáculo, donde la frontera entre lo íntimo y lo público no existe. ¿Te suena? En el caso de los niños, esa lógica de falta de límite entre la vida privada y la exposición mediática no solo les impide decidir, sino que les niega la posibilidad de vivir su infancia en paz.

Por supuesto que los padres tienen la tarea de proteger la intimidad de sus hijos, especialmente en momentos de crisis. Los conflictos familiares son complejos y a menudo inevitables. Pero hay algo que debería permanecer fuera de discusión: el bienestar emocional de los niños. Ellos no eligen estar en el centro del escándalo, y nosotros como espectadores deberíamos ser los primeros en protegerlos. Porque al final no hay espectáculo que valga más que la salud emocional de un niño.

La recesión sexual en Argentina: un fenómeno de la era digital

Y entonces, me surgen algunas preguntas más. ¿Quiénes somos nosotros en esta historia? ¿Somos simples observadores o somos parte activa del problema al consumir, compartir y perpetuar estos escándalos? Si nosotros dejáramos de mirar, ¿el espectáculo continuaría? ¿Podemos retirarnos elegantemente?

La próxima vez que una historia mediática nos atrape, podemos detenernos y preguntarnos: ¿qué estamos buscando al mirar? Porque, tal vez, en esa fascinación por la intimidad del otro, hay mucho que podemos aprender sobre nosotros mismos.

(*) Psicólogo y speaker (@diego.quindimil)

Ingresa las palabras claves y pulsa enter.