Por Gustavo Sylvestre
La República Argentina acaba de firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, lo que implica más deuda y una mayor dependencia para nuestro país. Se trata del Acuerdo número 26 con esa institución; y ninguno de los anteriores fue bueno para el país.
El primero se firmó durante la autodenominada Revolución Libertadora, tras la caída de Perón. Salvo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, prácticamente todas las administraciones posteriores recurrieron al Fondo. Y bien podría decirse que eso nos terminó mandando “al fondo”.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, el país tenía más del 50% de pobreza, un aparato productivo destruido, productores fuertemente endeudados y una Argentina al borde de la disolución nacional, luego de la severa crisis política, económica y social del fin de la convertibilidad, que eyectó al gobierno de la Alianza. Una de sus primeras acciones, además de resolver un conflicto docente en Entre Ríos, fue iniciar una negociación política con el FMI. Pero no para pedir más dinero, sino para condicionar el acuerdo a las posibilidades reales de pago, atadas al crecimiento de PBI, sin afectar el desarrollo económico. Logró además una postura común con Lula, entonces presidente de Brasil, para presentar por primera vez una estrategia conjunta entre dos países fuertes de la región.
“El ajuste no lo está pagando la casta”: el análisis de Gustavo Sylvestre en Newsweek
“Yo sé que ustedes hubieran preferido a otro presidente, pero el pueblo me eligió a mí, y ustedes deberán negociar conmigo bajo las condiciones en que nosotros podamos pagar, sin afectar la reconstrucción de la economía argentina… Sepan que los muertos no pagan sus deudas”. Así recibió Kirchner en Olivos al entonces titular del Fondo. Luego, en un hecho histórico, la Argentina saldó toda su deuda con el FMI, poniendo fin a esa dependencia económica y política.
Fue Mauricio Macri quien reintrodujo al Fondo en la Argentina, en uno de los mayores endeudamientos de la historia del organismo y del país. No sirvió para nada. No solo se “fumaron un FMI”, sino que se fugaron US$ 86.000 millones. Esto terminó en un escándalo dentro del propio Fondo, con la salida de la entonces titular Christine Lagarde, sumarios internos y una denuncia judicial en nuestro país, que debió haberse investigado seriamente.
“Esta vez es diferente”, dice el Gobierno de Javier Milei. Pero todos sabemos que no es cierto. Peor aún: las condiciones impuestas por el Fondo parecen ser más duras que en acuerdos anteriores, y el actual Gobierno no solo está dispuesto a cumplirlas, sino también a seguir pasando la motosierra por áreas sensibles del Estado.
¿Hay vida más allá del Fondo? Seguro que sí. Y es la pregunta clave que debería abrir un debate político serio y constructivo, que toda la dirigencia de nuestro país necesita empezar a tener para diseñar un verdadero Plan Nacional, productivo y de crecimiento inclusivo para todos y todas.
La crueldad al poder: la columna política de Gustavo Sylvestre en Newsweek Argentina
“Vivir con lo nuestro” se titula el libro de Aldo Ferrer que muchos deberían volver a leer. Allí, Ferrer demuestra que la solución a nuestros problemas no reside en respuestas coyunturales, dominadas por el terror a los mercados y al Riesgo País, sino en un Plan Nacional de Desarrollo Productivo, basado en nuestras propias capacidades: en las pymes, en las empresas, en la capacidad instalada que lamentablemente se está perdiendo por la motosierra mileísta.
Ferrer siempre sostuvo que de la crisis de 2001 se salió gracias a nuestras propias fuerzas, afirmando: “Vivir y crecer con lo nuestro, abiertos al mundo, es la respuesta necesaria y posible”.
Hoy, el denominado Grupo Fénix retoma las ideas de Ferrer y continúa trabajando en un verdadero Plan Nacional, que también abarca lo educativo, científico y social, más allá de las exigencias del FMI. Es algo que nuestra dirigencia debería empezar a tener en cuenta, además de consultar a estos especialistas.
En su reciente mensaje pascual, el Papa Francisco volvió a pedir clemencia a los poderosos frente a las naciones menos desarrolladas, y abogó por una economía más humanista, que incluya a todos y cierre la cada vez más profunda y peligrosa brecha entre los cada vez más ricos y los cada vez más pobres. Algo que, también, lamentablemente, ocurre en nuestro país.