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Un avión para un Gobierno que no aterriza en la realidad
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Un avión para un Gobierno que no aterriza en la realidad

Presidente, no es tiempo de comprar un avión.

Lo impresionante es que usted, que ustedes, que alguien de su Gobierno no se dé cuenta. Que les parezca tan normal el privilegio cuando la crisis es insoportable. Gastar más de US$ 22 millones, de esos dólares que faltan para todo lo demás, en un nuevo avión presidencial es tan inoportuno como escandaloso. Si llevan gastados casi US$ 5 millones en alquileres de aeronaves, era hora de que lo informen, no para justificar el nuevo estipendio, sino para pensar si pueden de tanto en tanto viajar en línea comercial para dar un poquito el ejemplo.

Quizás si no hubieran hecho de Argentina un país pobre, esto no sería una cuestión a observar, sino un mero trámite de logística, pero están parando la economía con sus cepos y su inutilidad. ¿Y se piensan comprar un avión? ¿En serio?

El anecdotario de hechos infames relacionados con los aviones y el uso de los aviones o helicópteros por parte del poder tiene demasiados capítulos lamentables como para seguir sumando. El más reciente es la llegada en helicóptero de la vicepresidenta para un acto de campaña, como lo fue el Día del Militante.

Pero la lista es frondosa y obscena. Todavía no se explican los viajes de la señora Fabiola a ver a la familia en Misiones cuando estaban prohibidos los viajes en plena pandemia y en una de las aeronaves de la flota presidencial. Y eso que no mencionamos sus fotos paseando a Dylan en helicóptero.

Pero claro, si Cristina lo usaba para que le lleven los diarios del domingo a El Calafate, esto es un vuelto comparando los gastos con el canillita aéreo. Que también fue aeronave de mudanza y ya le valió un procesamiento por supuesto uso ilegal del avión presidencial a su socia y mentora política. Se habla de un costo de US$ 600 mil para llevar muebles que, por la cantidad, eran para un hotel, según los testimonios.

Aviones por aquí, aviones por allá. El misterioso avión iraní con muchachos de la Guardia Revolucionaria y el avión de un oligarca ruso que anduvo a las andadas por el espacio aéreo local y ahora se investiga son sólo ejemplos.

Ni hablar del avión que trajo a Antonini Wilson con una valija llena de dólares que luego dijo eran para la campaña. O de los aviones sanitarios que se usan como taxi aéreo de gobernadores. O de los aviones que se alquilan a diario y ni nos enteramos. O del déficit perpetuo de Aerolíneas mientras le complican las posibilidades a otras líneas aéreas o dejan sin funcionar el aeropuerto de El Palomar.

Aviones caros para ustedes, con la guita de todos, y nada de aviones baratos para los otros. El avión es poder, parece. Viene con el sillón de Rivadavia, viene con el helicóptero que les evita problemas con los piquetes como al resto de los mortales. Si al menos le sirviera de aliciente para llegar un poquito más temprano a la Casa Rosada, ya que no tiene que tomarse un tren…

Entre los argumentos que se ofrecen para la compra del nuevo avión se cuentan desde la cápsula de seguridad, a la dificultad para cambiar decisiones de vuelo, o la seguridad del equipaje y los movimientos de la comitiva en lugares comunes de los aeropuertos. Y también que no cuentan con Wi-Fi. Qué ternuritas. Todo eso puede ser cierto, pero si tuvieran -y vale decirlo más que nunca- los pies en la tierra, se darían cuenta hasta qué punto todo estas cuestiones son francas vanalidades en un tiempo de crisis, en el que deberían cundir los ejemplos y no los abusos.

La realidad, es que últimamente el presidente optó por alejarse de Argentina lo más posible, porque en el exterior se siente todavía presidente, mientras aquí son los propios los que le recuerdan que la que manda es Cristina y le hacen el vacío. En el último mimo, el camporista Cuervo Larroque directamente consideró que esta presidencia había sido una pérdida de tiempo. Ni hablar de la pérdida de dinero, entonces. El dinero que nos cuesta una burocracia malgastadora que no deja de repartir la plata que no hay en clientelismo mientras al ajuste lo hacen los jubilados, los trabajadores y la clase media a la que detestan y castigan cuando pueden.

Los que quieren viajar son enemigos del pueblo, pero el presidente quiere comprarse un avión. Los que necesitan dólares para ir al exterior son traidores a la patria, pero el presidente se la pasa viajando y ahora quiere dólares para un nuevo avión. Los que quieren comprar en cuotas un viaje no pueden, pero el presidente va a tener cash en dólares para bancarse el avioncito.

Presidente, no es tiempo de comprarse un avión. Es un insulto. Es un escándalo, en medio de tanta pobreza. No sólo daría el ejemplo viajando de tanto en tanto en aviones de línea y sin comitivas inexplicables de decenas de personas en algunos casos. Quizás hasta nos ahorraríamos papelones si usted y algunos funcionarios se quedan un poco más en territorio nacional.

No me haga acordar de la señora Batakis en el Apple Store de la Quinta Avenida ni del viaje de la señora Donda a Suiza para dar una conferencia en un salón vacío, pero con gastos cinco estrellas. Imagínese los disgustos que nos hubiéramos ahorrado si, por ejemplo, evitábamos la obsecuente escena con Vladimir Putin en la que le promete ser la puerta de entrada a Latinoamerica, anécdota que todavía recuerdan con rencor los amigos americanos a los que luego les piden guita.

En fin. Ojalá lo del avión lo hayan dejado trascender como uno de tantos globos de ensayo en estos días de humo y miseria. Pero entre nos, no sume un desatino más. No sólo es superfluo. Muestra como pocas cosas cuán desconectados están de la gente.

Aterrice, presidente. Aterrice en la realidad. Ponga los pies sobre la tierra. Aunque para usted y su vice sea mucho más cómodo vivir en las nebulosas del relato y en las comodidades del poder que pagamos siempre los contribuyentes.

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