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Obispos de la pobreza
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Obispos de la pobreza

La vida política argentina está bajo mínimos después de años de kirchnerismo. Los grupos piqueteros, liderados por administradores de pobres, son hoy actores políticos relevantes disputados por distintos sectores de la política que quieren tenerlos de su lado. Cifras millonarias del Estado para planes sociales con gerentes que administran la pobreza. Eso se traduce en dinero y poder: de ahí la discusión que plantea CFK queriendo que los planes sociales pasen a los intendentes. No es por amor al prójimo, se trata de controlar dinero y poder.

El peronismo es una máquina de crear pobres, que luego son administrados por organizaciones que se vuelven poderosas (por dinero, poder de movilización y votos) y que usan a los pobres como esclavos. Es dantesco el espectáculo que resulta de haber destrozado la cultura del trabajo y haber convertido en única forma de vida lo que se suponía serían soluciones temporales para personas que se habían quedado sin ingresos.

Ningún político quiere que baje la pobreza si de esa pobreza emana el poder de las organizaciones políticas que integran. Dicho de otro modo, la única razón que hace que algunas personas tengan poder es que exista la pobreza. Esas personas nunca acompañarán políticas que puedan hacer descender los índices de pobreza porque perderían poder político. La única razón de ser de esa gente es que haya cada vez más pobres. A la fuerza política que intente cambiar el statu quo, en cualquier tema, le tirarán toneladas de piedras como ya sucedió. Hay que lidiar con eso y no temerles, puesto que la fortaleza de esta gente consiste en causar miedo. Cuando se les pierde el miedo se quedan sin nada.

El Polo Obrero de Enrique Belliboni le retiene un 2 por ciento a cada persona que está bajo su órbita y que cobra un plan social. Son cifras millonarias. Gente que debería recibir ese dinero sin ninguna intermediación terminan convertidos en esclavos de esa organización política y son usados para fines políticos. Siguiendo esa lógica perversa, a esa organización le conviene que haya cada vez más pobres. El Polo Obrero es sólo una de muchísimas organizaciones que dependen de estructuras políticas sostenidas en torno a gente pobre que recibe un plan. Funcionan como representantes y por ese rol se quedan con dinero que usan para tener cada vez más poder político.

Juan Grabois viene hace días instalando la propuesta de tener un salario básico universal. Algunas pruebas piloto que se hicieron en el mundo sobre este tema fueron en países ricos, donde la gente que percibe dinero del Estado no tiene un jefe político o representante de la pobreza. Cuando se habla de esos proyectos siempre aparece como opción el aumento de impuestos y nunca la opción de achicar los gastos de un Estado enorme e inútil. Seguir atacando la base productiva de un país, que es la única que genera dinero y trabajo, es calamitoso.

El tema, una vez más, es que si liberaran las fuerzas productivas se generaría más empleo y bajaría la pobreza. Para los gerentes de la pobreza eso no sería negocio. Significaría perder poder y dinero, y eso no lo pueden permitir. Hete aquí la escuela Bergoglio (de la cual Grabois es discípulo), máximo representante mundial del pobrismo.

Bergoglio nunca deja de sorprender y uno no entiende cómo hay tanta gente en Argentina con ideologías nefastas que instrumentalizan a los pobres. “Con Raúl Castro tengo una relación humana” y “Cuba es un símbolo”, afirmó el Papa en estos días.

Señores, Cuba es un símbolo de un gran fracaso. Es un país pobrísimo donde la gente es esclava del Estado y donde cualquier intento de enfrentar esa realidad miserable es respondido con represión. Esta semana se cumplió un año de las protestas pacíficas que hubo en la isla y el resultado es que aún hay más de 700 presos por manifestaciones no violentas. Han detenido y torturado hasta a niños y adolescentes a los que les han dado penas larguísimas de prisión por manifestarse en paz. Ese es el símbolo cubano. Bergoglio nunca pidió por esas víctimas ni se solidarizó. Sólo nos enrostra su relación “humana” con el tirano Raúl Castro. Eso se traduce en falta de empatía con las víctimas y comprensión hacia los victimarios.

Esa ideología nefasta será el futuro de la Argentina si no se derrotan las ideas de la decadencia.

El país de los Bergoglio, los Grabois o los Belliboni es un país de esclavos del Estado y sólo funciona con represión.

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