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Los mariscales de la decadencia y una enorme anemia de esperanza
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Los mariscales de la decadencia y una enorme anemia de esperanza

Es muy raro lo que pasa en el Gobierno. No. No es raro. Es decadente. Están en una campaña hacia ningún lado cuando no termina su propio mandato, del que no se hacen responsables. Increíblemente, el presidente dijo que no tiene nada de qué arrepentirse. Eso es autoestima, señores. La líder más popular del espacio tiene más del 60% de imagen negativa y los tres o cuatro que pelean encarnizadamente por tajadas de poder son en síntesis los políticos con peor imagen del país. Hay que reconocerles que son osados.

El viernes les dije que Cristina preparaba el terreno para una candidatura. Pero que no lo iba a anunciar en el acto de la UOM, aunque se la vio alentando que van a volver. Ya volvieron señora, y fue un desastre. El operativo clamor en las últimas horas incluyó a la hermana Alicia, que gobierna el feudo que hicieron de Santa Cruz y, por supuesto, lleva el apellido Kirchner. No es la única de la familia que habló. También habló otro Kirchner, Máximo. El hijo de la señora que funciona como una de sus espadas, salió a decirle “aventurero” al presidente por no entregar las PASO y coquetear con buscar la reelección. Hay que decir que el presidente “parece” que resiste, porque con él uno nunca sabe. De la nada te cambia de opinión de la noche a la mañana.

Quiero reiterar este concepto: las PASO, que fueron creadas por el kirchnerismo, siempre estuvieron ahí y nunca le molestaron al peronismo para seguir manejando su interna a dedo. ¿Entonces por qué molestan ahora?

Más allá de hacerle daño a la oposición, ¿qué hace que ahora los preocupen las PASO a las que siempre ignoraron? Y es muy simple: ahora, de hecho, hay una interna en el peronismo y están rotos. Y como la interna ya existe, lo que quieren eliminar los Kirchner es la posibilidad de que por primera vez la interna termine dejando en evidencia que el liderazgo de la señora ya no es suficiente para alinearlos. Que las facciones ya no acatan. Y no es que antes hayan acatado por convicción. Se aliaron porque no podían rebelarse. El motivo que los aglutina y los estimula es siempre quedarse en el poder, y ahora Cristina no les asegura tener el poder. Lo que queda del poder se lo quiere quedar ella para sí misma y para La Cámpora. Qué es eso de andar compartiendo. Los movimientos sociales y el sindicalismo no parecen contentarse con migajas y son el sostén de la novedosa resistencia presidencial. Ellos sí quieren PASO.

Lo que pasa de fondo, entonces, es que la señora también tiene que luchar por su supervivencia. Por eso juega al misterio con una candidatura. Aunque también puede ser por otra cuestión. Que Cristina simplemente esté generando el operativo clamor como estrategia para suavizar, atemperar o combatir cualquier decisión judicial que sea negativa o desfavorable cuando empezó la cuenta regresiva para la sentencia en la causa Vialidad.

Hoy, se volverá a escuchar al fiscal Diego Luciani, que responderá a las recusaciones recibidas y marcará el principio del fin del proceso. Sólo quedarán las últimas palabras de los acusados y la sentencia. Ya sabemos que la Justicia a veces se mueve con los vientos y los calores del poder, entonces, pensará Cristina, si tienen que emitir una sentencia, tal vez la sola posibilidad de que ella pueda regresar al poder los haga reconsiderar el tenor condenatorio del fallo.

Mientras Cristina se prueba la gorrita que dice CFK 2023 y promete hacer lo que tenga que hacer para que el pueblo recupere la alegría, por ahora, el que alimenta chistes irónicos es su hijo. Salió a arengar llamando a tener toda la polenta necesaria y en las redes arreciaron los memes porque polenta es lo que sobra. Así estamos.

Y mientras el kirchnerismo hace un escudo protector de la infalibilidad papal de la señora, apuntando al presidente que ella misma puso, los argentinos, mucho más realistas y pragmáticos, le quitan toda expectativa personal a un año en el el mejor pronóstico es que se extienda la agonía.

La que no debería permitirse tiempos de anestesia, ni con el Mundial, es el resto de la clase política. Los consultores más agudos ya advierten sobre el ánimo que puede expresarse en las urnas como un tsunami, bajo la influencia de semejante crisis. Representar el humor social requiere sensibilidad ante la realidad, ofrecer un camino y que crean que podés llevarlo adelante. Y entusiasmar, en medio de un desastre.

Para sectores que votan a la oposición solía ser suficiente con que le ganaran al kirchnerismo. Pero ya no alcanza con que eventualmente se vayan del poder. Los votantes piden más garantías. Para empezar, no hacer tan mal las cosas como para permitir que vuelvan y tener un plan en el que, en lo posible, no se les parezcan.

Embebidos por el internismo, los dirigentes políticos a veces se muestran como si fueran inmunes al escarmiento. Se entiende que jueguen a las cartas, pero se entiende en tiempos normales. La situación es muy grave para esos lujos. Hasta ahora la Argentina de la grieta, aseguró un péndulo en el poder, que ya no aparece tan claro. Si nunca está nada dicho en nuestro país, ahora menos que nunca.

Las esquirlas de la crisis de 2001-2002 dejaron la presidencia casi bajo los vientos del azar. La crisis de 2021-2022 aún tiene guardada toda la artillería de sus sorpresas, y bajo la acechante amenaza de un estallido social o del agravamiento de la crisis. En los hechos, el problema mayor es que no hay un dólar (será que por eso hay muchos), y conseguir dólares requiere crecer y exportar; crecer y exportar requiere reformas; y las reformas ponen en riesgo el poder de muchos. Ahí estamos, entre los mariscales de la decadencia y una enorme anemia de esperanza. Es imprevisible cómo resolverá la sociedad esta vez la ecuación.

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