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La sangre y los muertos: un gobierno que banaliza la violencia real
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La sangre y los muertos: un gobierno que banaliza la violencia real

El ministro de Seguridad sigue agrandando su colección de cajones de Herminio Iglesias, en la escalada de crispación de un gobierno que dejará a la mitad de la población sumida en la pobreza, según las estimaciones por la evolución ruinosa de la inflación.

Incapaz de detener la sangre y los muertos por la inseguridad, Aníbal Fernández ahora busca generar miedo sobre un triunfo de la oposición, en otra demostración de un gobierno desesperado y confundido.

Incapaces ya de ofrecer alguna solución al presente de calamidad que provocaron, solo les queda generar miedo. La receta es conocida, pero eso no le quita gravedad en términos institucionales.

Aníbal Fernández sabe perfectamente que la democracia implica alternancia bajo el imperio de la ley y que una represión tal como la que refiere, con sangre y muertos, sólo podría caber en una suspensión del estado de derecho, como la que se vivió en la Dictadura. Por eso mismo, sus dichos son una ofensa a los argentinos que, a pesar de todos los padecimientos, apostaron pacíficamente a la democracia como sistema de vida a lo largo de estos 40 años.

Flaco favor le hace a ese espíritu de celebración por el privilegio de vivir en democracia, banalizando los tiempos de horror en una comparación falaz, porque como hombre de derecho sabe que la ley es un límite para la derecha, la izquierda o el medio. Y que la tragedia de la dictadura no puede ser comparada con los gobiernos elegidos bajo la ley y la Constitución.

De alguna manera, Aníbal Fernández, que en este tiempo tanto se ha mostrado crítico a Cristina Fernández, se acerca furibundamente a ella. Cuando la vicepresidenta se negó a entregar los atributos de mando al entonces Presidente Macri, no sólo no reconocía a quien los argentinos habían elegido, impugnando una elección libre en democracia, sino que dejaba en evidencia su profunda matriz autoritaria, en la que “si no son ellos no es democracia”. Algo que contradice a la democracia misma.

Aníbal Fernández da un paso más: como ya no alcanza con contradecir a las ideas de sus oponentes de derecha, los acusa de antemano de represión ilegal. El “Macri vos sos la dictadura” se reedita en un kirchnerismo desesperado, porque sin un candidato que mueva el amperímetro solo puede apelar a demonizar a los que se le oponen.

Con la inflación disparada, la población empobrecida, el narcotráfico en crecimiento, y sin capacidad de ofrecer soluciones a los problemas las palabras de Aníbal Fernández únicamente pueden entenderse en clave de impotencia. Con índices de desaprobación sin antecedentes en democracia, sólo les queda amenazar con el cuco para decir que son mejores.

Pero banalizar situaciones reales de sangre y de muertos, de un pasado que nadie quiere que vuelva, y a las que justamente la ley y la democracia se le oponen por su propia existencia, parece definitivamente demasiado.

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