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La colonización política del kirchnerismo y el deber de la oposición
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La colonización política del kirchnerismo y el deber de la oposición

Hubo polémica en la Cámara de Diputados a raíz del homenaje que se hizo a Hebe de Bonafini con minuto de silencio incluido. Todo era de una uniformidad militante hasta que la sesión se vio alterada por la audaz actitud del diputado José Luis Espert, que dio un discurso crítico y no se puso de pie en el minuto de silencio.

La polémica generada por ese hecho me hizo reflexionar en torno a la necesidad urgente de una oposición que esté decidida a dar una batalla por las ideas donde la agenda política no la fijen los postulados ideológicos del kirchnerismo y donde la oposición no sea una entidad acomplejada. Deberá ser una oposición que trabaje para desmontar cada una de las situaciones en las cuales se cambió el sentido de la historia.

¿Debía la Cámara de Diputados hacer un homenaje a Hebe de Bonafini? ¿Debía la oposición participar de ese homenaje? ¿Corresponde homenajear en la casa de la democracia a una persona que estaba en contra de la democracia? Al no tener ningún complejo de lo que me puedan decir los kirchneristas, pienso y escribo en libertad.

Tengo claro que escribo desde la tradición política del sector que apoyó el Juicio a las Juntas y que estuvo en contra de la autoamnistía de los militares. Esa continuidad histórica está representada en la oposición. El peronismo hace homenajes para sobreactuar dado que su rol en esos años fue el opuesto. Si el peronismo hubiese ganado las elecciones de 1983 no hubiera habido juicios.

Esa pertenencia histórica nos da a algunos libertad, porque no precisamos la lógica de los conversos que es la marca registrada del PJ y su historia decadente. Cuando se hace un homenaje desde un poder del Estado se debe tener en claro que se homenajea toda la trayectoria de la persona. Siguiendo esa lógica, no parece apropiado que el Estado homenajee a quien festejó el atentado a las Torres Gemelas, reivindicó el terrorismo de ETA o decía que había que probar pistolas en niños.

Si el Estado homenajea a quien sostenía cosas como esas, quiere decir que el Estado homenajea actos de violencia y eso está mal en cualquier hipótesis. No se puede fragmentar la vida de las personas, y decir esto no le quita a Bonafini su condición de víctima, pero los representantes del pueblo no pueden avalar esas cuestiones. Lo pueden hacer desde el ámbito privado o del partidario, y estaría bien.

La oposición no debería haber estado en el homenaje y de esa manera hubiera dejado en claro que no se homenajean discursos violentos. La oposición debe perder los complejos de lo políticamente correcto, porque eso significa jugar siempre en el terreno que impone el kirchnerismo y eso es terreno minado.

Es interesante cómo la discusión contra los discursos únicos se está dando desde una simbiosis entre ciertos medios y las redes sociales. Esta semana Gustavo Noriega escribió un muy buen artículo sobre Bonafini en la Revista Seúl, el cual desarrolla un concepto interesante: “No toda acción en contra de la dictadura era una acción pensada a favor de la democracia, aunque el final haya sido ese”. A modo de ilustración, Noriega da el ejemplo de Rodolfo Walsh, que murió en un enfrentamiento con un grupo de tareas de la dictadura en plena calle. Walsh no era un defensor de la democracia ni de la libertad. Por el contrario era un importante integrante de Montoneros. Trabajó en la agencia oficial de noticias cubanas que era lo contrario a la libertad de expresión. En la Argentina del disparate, a Walsh se lo considera un símbolo del periodismo libre.

Rodolfo Walsh, además, diseñó atentados terroristas que costaron muchas vidas. Un ejemplar clásico de intelectual revolucionario latinoamericano que tenía como ideal el comunismo cubano, no un régimen democrático. Walsh creía en la violencia política como método. En la ciudad de Buenos Aires hay una estación de subte que lleva su nombre y eso sucedió porque, en el año 2012, se votó a favor de un proyecto de Gabriela Cerruti, legisladora en aquel entonces. El peronismo y la izquierda no tenían mayoría para aprobar eso. Lo consiguieron porque partidos como el PRO o la Coalición Cívica los apoyaron.

La colonización política del kirchnerismo fue tan grande que llevó a que los sectores democráticos hicieran homenajes a gente que estaba en contra de la democracia y a favor de la violencia política. ¿Debe el Estado homenajear a autores de actos terroristas que costaron vidas de ciudadanos? Ese es el gran triunfo del kirchnerismo.

Podría seguir hasta el infinito con ejemplos de este tipo. Ganar las elecciones no alcanza si no se los derrota políticamente. La historia se repite de manera permanente en la Argentina y es hora de cambiar ese trauma. La batalla cultural es pensar en libertad y no bajo la lógica impuesta de los K. Algunos homenajes son incompatibles con una postura humanista.

Uno de los grandes desafíos de la oposición es batallar por las ideas, perder los complejos y representar a sus votantes.

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