Por Lionel Paredes (*)
Mientras el agro recupera impulso y la industria busca aire, las pymes exportadoras enfrentan una tormenta perfecta: costos logísticos récord, impuestos cambiantes y la presión de mercados cada vez más exigentes. Entre la incertidumbre local y las oportunidades globales, el desafío exportador redefine el futuro productivo argentino.
Este 2025 mostró señales alentadoras. En julio, las liquidaciones del sector agroexportador alcanzaron los US$ 4.102 millones, un salto del 57% interanual. En soja y derivados, las ventas externas treparon 22% sobre el promedio de los últimos cinco años. Pero ese impulso tuvo un precio, y fue un adelantamiento masivo ante el regreso de las retenciones, que volvieron al 33% para la soja y 31% para sus subproductos. El mensaje fue claro: cuando hay previsibilidad, la producción responde; cuando vuelve la incertidumbre, se paraliza.
Según Industriales Pymes Argentinos (IPA), cuatro de cada diez máquinas están hoy paradas. En el último año se perdieron 6.350 empresas y más de 270.000 empleos formales. El sector manufacturero atraviesa una caída desigual. Algunas ramas exportadoras (alimentos, químicos, autopartes) sostienen el ritmo gracias a la demanda regional, pero otras, dependientes del mercado interno, operan al límite.
Un informe de la UIA advierte que el acceso al crédito y la presión impositiva siguen siendo los principales frenos para la inversión. Aunque las pymes argentinas exportaron US$ 9.234 millones en 2024, un aumento interanual del 21,7%, el precio promedio de sus ventas cayó 4,5%, reflejando un patrón estructural: mucho volumen, poco valor agregado. El 50% de esas exportaciones pyme corresponde a alimentos poco procesados.
En contraste, las experiencias de empresas que incorporan innovación -desde maquinaria agrícola hasta biotecnología alimentaria- muestran que la competitividad internacional depende más de la sofisticación productiva que del tipo de cambio.
En el mundo agroindustrial, firmas como Aceitera General Deheza o cooperativas como ACA demuestran la potencia exportadora del interior. Este año, ACA concretó el primer embarque directo de maíz argentino a China: 24.718 toneladas desde Quequén, marcando un hito comercial. En el frente industrial, la inversión de Volkswagen por US$ 580 millones en Pacheco para fabricar la nueva Amarok regional muestra que todavía hay apuestas fuertes al largo plazo. El problema no es la capacidad de producir, sino la fragilidad del entorno: infraestructura obsoleta, demoras aduaneras y costos logísticos que, en muchos casos, duplican los de Brasil o Chile.
Podríamos destacar cuatro grandes obstáculos:
1-Infraestructura crítica: la fallida concesión de la Hidrovía Paraná–Paraguay (por donde sale el 80% del comercio exterior) expone la falta de planificación logística.
2-Impuestos y regulaciones cambiantes que impiden proyectar a más de seis meses.
3-Baja escala y acceso limitado a mercados: la mayoría no tiene estructura ni recursos para participar en ferias internacionales o certificar estándares europeos de trazabilidad.
4-Presión ambiental global: la nueva regulación de la Unión Europea (EUDR) prohíbe productos vinculados a deforestación y amenaza exportaciones por más de US$ 6.000 millones.
¿Qué necesitan las pymes para volver a crecer? Financiamiento estable y previsible; clusters regionales exportadores que reduzcan costos y compartan infraestructura; certificaciones verdes y trazabilidad; y formación y digitalización.
Argentina enfrenta una elección ineludible. O reconstruye una cultura exportadora sustentada en la previsibilidad y el valor agregado; o seguirá dependiendo del azar de los precios internacionales.
Las pymes agroindustriales e industriales ya demostraron su capacidad de innovar, pero necesitan reglas estables, infraestructura moderna y una mirada estratégica que trascienda los ciclos políticos. Ese es hoy el verdadero desafío.
(*) Especialista en Negocios Internacionales e inteligencia artificial – Conductor de “Mundo Pymes”, por Radio Rivadavia