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El mundo (y las emisiones) no descansan
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El mundo (y las emisiones) no descansan

Luego de que el PBI mundial cayera 3,3% en el año 2020 por el COVID, en 2021 creció un 5,8% y en el año 2022 crecería alrededor del 3% (FMI). Estas fueron buenas noticias para la economía mundial, pero no tanto para el medio ambiente. Si la pandemia nos había ilusionado con que la comprensión de que vivimos todos en el mismo mundo aquejados por los mismos males tendría algún efecto sobre las emisiones, esa ilusión duró poco.

En el año 2021, volvió a registrarse un récord en el consumo anual de energía primaria (total) del mundo más que revirtiendo la caída del año 2020. Este gran crecimiento provino de los países emergentes (principalmente China) en contraposición a los países desarrollados que bajaron su consumo en relación al año 2019.

Algo parecido ocurrió con las emisiones de dióxido de carbono: habían bajado en 1.900 millones de toneladas en el año 2020, pero en el año 2021 subieron en 2.000 millones alcanzando un nuevo récord mundial. En el mix, las emisiones que más crecieron fueron las del carbón, en contraposición a la posibilidad de abandonar este combustible que es el más contaminante.

Y el año 2022 tendrá mayor consumo de energía y mayores emisiones, ya que retornará el transporte en pleno que en el año 2021 todavía estaba menguado por los aislamientos esporádicos.

Europa está restringiendo el uso de energía eléctrica; Alemania está reactivando centrales a carbón; y hasta el gobierno “verde” de Estados Unidos tuvo que pedir a las petroleras que produzcan más dados los altos precios de combustibles para los norteamericanos.

¿Qué pasó? La crisis energética comenzó antes de la guerra de Rusia, a fines del año 2021, cuando el precio del carbón, del gas y de la energía eléctrica alcanzaron valores récord en Asia y Europa. La recuperación de la economía fue voraz (y en ve corta), con China demandando más y más combustibles para generar energía eléctrica y productos para todo el mundo. Primero buscaron más carbón (China había hecho un plan para ir abandonándolo), luego gas licuado y hasta el petróleo se vio afectado.

La oferta de estos productos estaba fuertemente golpeada por la baja inversión del año 2020 (de 500 BUSD a 300 BUSD en Upstream) y una campaña de desprestigio que venía haciendo bajar las inversiones en combustibles contaminantes. Por si fuera poco, en febrero de 2022, la invasión de la superpotencia energética Rusia (segundo productor de gas y primer exportador de gas del mundo) a Ucrania hizo volar aún más los precios.

Este gran aumento de los precios de energías tradicionales podría ser una oportunidad para las energías renovables (buen sustituto en la generación de energía eléctrica). Sin embargo, esta transformación que pide el mundo, no será tan fácil. Se requieren miles de millones de dólares de inversión en infraestructura, minería y vehículos eléctricos. Acelerar demasiado la transición, cuando los precios de las energías renovables son más caras, traería todavía más inflación y recesión. Tarifas desorbitantes o mayores emisiones: difícil encrucijada para los países desarrollados donde los intereses ambientales tienen gran peso.

(*) Ing. Daniel Dreizzen – Director de Energía en Ecolatina / Ex Secretario de Planeamiento Energético

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