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El miedo a la pobreza frente la estrategia de retrasar el estallido
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El miedo a la pobreza frente la estrategia de retrasar el estallido

En estos días, se habló mucho del miedo. De un ministro del Gobierno que salió a meter miedo en medio de la desesperación del oficialismo por una eventual debacle electoral. Y del miedo que ya puebla las calles por la inseguridad que ese mismo ministro niega.

Pero ya hay otro miedo que empieza a vivir entre nosotros mientras nos deslizamos por un territorio del que no había registro hace más de 20 años: la perspectiva de que, en poco tiempo, medio país sea pobre.

El viernes, cuando se conoció el índice de inflación, leí un tuit que decía: “¿A alguien le pasa que en este momento está trabajando, pero le cuesta concentrarse porque le preocupa cómo afrontar los gastos de la vida cotidiana con esta tremenda inflación y su salario recontra devaluado?”.

Sí. La inflación ha ingresado al terreno diario de nuestros miedos reales. Nada de abstractos.

Con registros inflacionarios que no se conocían desde hace más de 30 años, hay generaciones enteras que no habían pasado esta experiencia traumática; pero, además, con la aceleración que trae el fenómeno, una de sus consecuencias es que en forma abrupta la desvalorización del dinero empuja a la pobreza a personas que pertenecían o pertenecen a la clase media. Es decir que no habían sido pobres.

Si el registro de población bajo la línea de pobreza, que es una foto vieja, ya alcanza el 39,2% y las previsiones, de seguir con este ritmo de inflación, son que el actual gobierno termine con un 50% de los argentinos pobres; estamos hablando de pocos meses en los que se multiplicará el número de quienes sufran esta condición, mayormente entre personas que hasta hoy podían sostener un tren de vida a pesar de las dificultades.

Ya en diciembre, el Observatorio Social de la UCA, denunciaba que sin las ayudas sociales, la pobreza trepaba al 50%. Estamos ante una tragedia que ya constituye una de las principales sino la principal preocupación de la mayoría de los argentinos.

Hoy, las consultoras, que incluso se quedaron cortas con la inflación de marzo, ya predicen que se va consolidando un piso mensual más elevado de un 6,5% y asusta el acumulado para diciembre con un mínimo de 110% anual.

Sólo si tomamos alimentos, en los primeros tres meses del año la suba ya alcanza 28,2%. Y ya sabemos que para quien menos percibe, el rubro alimentos tiene una mayor incidencia, porque a eso destina la mayor parte de sus ingresos.

Un nivel tan alto de inflación implica pérdidas concretas mes a mes, que empiezan a alcanzar lo imprescindible. Ya no es sólo el esparcimiento o las marcas. Y con el porcentaje de subas, el deterioro no da tregua. Más inflación es más pobreza.

El valor de la canasta básica, que aún no contempla este nuevo registro de inflación, alcanza los 177.063 pesos, más del doble que un salario mínimo y tres veces la jubilación mínima.

El consultor Guillermo Olivetto combina el aumento de los precios con el 2,7% que caerá la economía según estimaciones privadas y analiza el ajuste que ya está haciendo la población y que empeora. Su último informe de humor social arroja que en la clase media alta hay que “luchar para mantener el nivel de vida”, pero que en la clase media baja y baja ya se habla de “recortes muy dolorosos” que incluso alcanzan a los bienes más básicos.

El miedo a ser pobre, de un mes para el otro, al ritmo que lleva la inflación es una cruel realidad de miles de hogares. Este miedo incluye privaciones, angustias y la necesidad de trabajar más en un contexto de recesión.

Decirle a los hijos que no se puede empieza a ser una respuesta para más y más cosas con lo que eso significa. Ya no es una angustia en cámara lenta, es una emergencia.

Los que buscan meter miedo con tantas otras cosas podrían empezar a solucionar los miedos que ya existen. Y, lamentablemente, este gobierno, sólo busca mantener todo como está, para llegar, terminar y, si explota, que le explote al próximo.

 

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