La muerte del Papa Francisco generó conmoción en todo el mundo. Pero también su vida. Nelson Castro, uno de los últimos periodistas en entrevistarlo, analiza las razones detrás de la popularidad del pontífice argentino y de la revolución que llevó adelante en el Vaticano. Fue el Papa de los pobres, de los excluidos, de los inmigrantes pero, sobre todo, fue el Papa de los jóvenes, asegura.
Por Nelson Castro
El legado del Papa Francisco es muy claro. Estando en Roma durante los días posteriores a su muerte, hablando con la gente que pasaba incesantemente por la Via della Conciliazione para ir a despedirlo, pude percibir el gran impacto que dejó con su vida y su obra.
Y creo que se debe sobre todo a una razón central, que vale la pena analizar en detalle.
Fue enorme cantidad de gente joven que se acercó a darle su adiós. Fue realmente fuerte. Muy impactante. Y es probable que no todos comprendan lo que Francisco significó para los jóvenes, sean o no creyentes.
Salió Newsweek Argentina de mayo: «El Legado del Papa Francisco»
El contacto de Francisco con ellos ha sido muy poderoso. Ese contacto existió, se construyó, fructificó, y eso hizo que el mensaje del Papa les llegara, particularmente en estos tiempos de guerra, de discursos de odio, de desesperanza.
¿Y por qué les llegó su mensaje? ¿Qué fue lo que ellos camparon en sus palabras? Antes que nada, la austeridad del Papa. La evidencia de esa austeridad. Era auténtica. No era algo que él declamaba, sino algo que él ejercía como parte de su vida. Luego, los mensajes en sí, ya que mostraba su preocupación por la paz, por la desigualdad (abarcando a los pobres y a los inmigrantes) y el cuidado del medio ambiente.
Pero, sin dudas, lo que mayor impacto generó en los jóvenes fue su trabajo por la paz. Para los jóvenes la paz es un valor. Y Francisco conectó con ellos en este punto. Durante su funeral, varios de ellos (italianos, alemanes, franceses) me dijeron: “Fue el único que habló de paz”.
Yo creo también que parte importante del éxito del Papa Francisco con los jóvenes fue que él les habló poniéndose en sus zapatos (o zapatillas) pero lo hizo “culturalmente”. No les dio órdenes, como solemos hacer los adultos, sino que se puso a la par para incorporar a su agenda los temas que ellos le planteaban.
Así fue que reconoció el tema de la igualdad de género y la apertura a las mujeres, la lucha contra los abusos infantiles por parte de religiosos, la no condena a la homosexualidad. Todos esos, temas clave de la agenda de Francisco, son los temas de la agenda de los jóvenes.
En todo esto Francisco dio pasos que nunca había dado la Iglesia. Por supuesto, no pudo darlos todos, pero los que dio fueron realmente revolucionarios. Los adultos podemos debatir un montón sobre estos temas, pero para los jóvenes fue inspirador.
Francisco fue un hombre que cumplió lo que había prometido. Y la coherencia también es un valor para los más jóvenes. Realmente la aprecian. Este es quizás el legado más importante que Francisco ha dejado para la Iglesia y para el mundo. Y no fue el único, desde luego.
Si el nuevo Papa no presta atención a este cambio de época, probablemente muchos de estos jóvenes que hoy se sienten identificados con los principios de la Iglesia Católica, empiecen a buscar otros horizontes, otros liderazgos que realmente expresen sus deseos de vivir en un mundo mejor. Y por “un mundo mejor” ellos entienden un mundo con menos desigualdad, con menos pobreza, con menos discriminación.
