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El Gobierno lucha por las cajas; la gente, por comida y dignidad
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El Gobierno lucha por las cajas; la gente, por comida y dignidad

Después de un impasse marcado por la emergencia finaciera, otra vez está en duda el rumbo del Gobierno. Como cuando estalló la crisis que llevó el dólar a más de $300, no es un factor externo sino la interna del Gobierno y el poder desestabilizador de Cristina Kirchner lo que erosiona los planes que ella misma parecía apoyar.

Hay algo que pocos observaron antes del correctivo de la vice a Sergio Massa, correctivo que, según mis fuentes, hasta encendió las alertas en Washington. El ministro de Economía advirtió que, si no se solucionaba el conflicto de los neumáticos, el miércoles autorizaba la importación a las empresas afectadas. Era algo que no se podía cumplir. Y el que no puede cumplir no puede salir a hacer advertencias, porque la pérdida de autoridad es cuantiosa.

Extrañamente, la negociación pasó a esferas del Presidente que, para sorpresa de todos, le pidió ayuda y mediación a Pablo Moyano, el líder de camioneros al que no había invitado a una comida con otros sindicalistas el lunes pasado y que apoyaba a los huelguistas duros. El mismo Moyano que estaba por dar el portazo en la CGT para irse con los gremios K, algunos de los cuales, también dieron abierto apoyo al combativo Sutna, al tiempo que otros como el sindicato de bancarios sentaron precedente y metieron presión en la paritaria con un aumento récord de 94%.

Todo ocurre cuando el acampe de piqueteros, que también responden a la izquierda como los sindicalistas duros del neumático, se retira de la 9 de julio no por una respuesta a sus pedidos, sino por lo que parece la rendición de Juan Zabaleta, que se iría de Desarrollo Social por presión de La Cámpora. ¿A quién responde la izquierda? ¿A La Cámpora? ¿Cómo se entiende que sean emisarios de esta agrupación los que según varias fuentes “pisan los acuerdos a los que llega el ministerio”?

Lo que ocurre no es ninguna novedad. Cristina sólo delega poder para asegurar su propio poder y cuando considera que es el momento, sujeta las riendas y hace sentir quien manda. Nada nuevo bajo el sol.

Sergio Massa esperaba que fuera una gran semana, pero es hasta ahora su peor semana. El enojo del ministro se hizo notar, porque mandó a responder a su viceministro. El economista de los tuits que enfurecieron a Cristina y que debió arrepentirse de sus dichos para asumir fue el encargado de contestar sobre las supuestas ganancias excesivas de las empresas. Gabriel Rubinstein salió a contradecir a la vicepresidenta, y Gabriel Rubinstein es Massa.

El kirchnerismo siempre ha propiciado conflictos para avanzar por más poder. Y ciertamente ahora replica su propio modelo de demolición de aliados, para avanzar por varios botines. Uno es el Ministerio de Desarrollo Social, que maneja millones (y que todo indica pasaría a control de La Cámpora en el año electoral). El segundo botín es quedarse con parte de los fondos que ingresaron por el dólar soja, presionando a Economía a entregar un bono de asistencia a indigentes que manejarán obviamente ellos. Y finalmente van por la Secretaría de Comercio, donde el perfil de Matías Tombolini no les gusta y recibe todo tipo de críticas por no salir con mano dura a controlar a las empresas.

En las últimas horas mandaron a hacer declaraciones al inefable Roberto Feletti, un cristinista indudable, que salió a criticar al Gobierno porque, dijo, “no está cumpliendo el mandato del peronismo”, y habló de “un deterioro en el electorado kirchnerista”. Fuego amigo por todos lados. Pensar que al asumir Tombolini ironizaba con que no saldría con el chipote chillón del Chapulin a perseguir a las empresas y ahora debe preguntarse “¿quién podrá ayudarme?”.

En la cintura política que muestre Massa ante estas desautorizaciones se jugarán muchas cosas. Entre ellas, el supuesto rumbo moderado que había encarado con el ajuste.

Todo ocurre en medio de un clima de desestabilización y violencia por diversas protestas, donde no pueden sacarse del panorama general las tomas de colegios en la Ciudad y la impunidad mapuche en el sur. Todo parece tener la misma mano secreta que mece la cuna.

En las últimas horas, el jefe de Gobierno porteño, emitió un comunicado en el que busca mostrarse duro de cara a la interna de la oposición, pero en el que hay algunos conceptos muy interesantes. Dijo que “hay un modelo de país que se está acabando” y que “resiste con mucha violencia porque se sabe cada vez más minoritario”. Rodríguez Larreta también habló de “un hilo conductor” en los actuales conflictos, que son muestra de “un modelo que fracasó”. Ciertamente, como menciona Larreta, muchas de estas metodologías dejaron de tener apoyo popular. Y esto último, que aparece en las mediciones sobre el humor social, coincide con la debacle del kirchnerismo que también muestran las encuestas y que ellos mismos reconocen.

Lo que vemos entonces es la última avanzada por las cajas para asegurar el año electoral. Este es el preembarque de una campaña en la que Cristina Kirchner buscará mantener espacios, cuando sabe que triunfar no será fácil.

En ese contexto, algunos ponen en duda la eliminación de las PASO, si eso significa que La Cámpora pierda espacios. La vicepresidenta no permitirá nada que mengüe su, para algunos, declinante estrella.

El problema mientras ellos se sacan los ojos dentro del Gobierno es lo que padecemos todos los argentinos. Porque en este contexto no se van a solucionar los problemas. Apenas se contendrán, y ya sabemos que eso no frena el deterioro. Dejar territorio arrasado para los que vengan implica más calamidades para toda la sociedad.

La vicepresidenta parece decidida a usar todo su poder de daño antes de perder el poder. Una vez más. Internamente ya lo está demostrando. El año puede terminar para ella con una condena grave por corrupción y lo sabe, además de varios reveses judiciales en otras causas. Por eso no perderá el tiempo.

En el medio estamos todos nosotros. El otro día, se viralizó una escena en la que un joven le daba ayuda a un indigente en situación de calle. Marcos no sólo le dio plata para que José, que no quería aceptarla, pudiera comer algo. También le dio un abrazo y le hizo un pedido: “Que levantara la cabeza y que la siga luchando como todos los argentinos”. Marcos, sin saberlo, dio una clase de liderazgo. Liderazgo es hacernos ver algo que nos está pasando a todos y llenarlo de sentido. Y tiene razón.

Los argentinos la estamos luchando tremendamente y en paz, soportando muchos una situación de enorme sufrimiento e incertidumbre, donde se hace imposible pensar en el futuro, y todo esto, a pesar del Gobierno, que está en otra frecuencia. Porque la gente sigue adelante con enorme esfuerzo, aunque por momentos parezca que es por nada. Seguir adelante cuenta, dijo Marcos con total simpleza.

Ayer nos visitaron en la radio en dos jubilados a quienes obviamente no les alcanza lo que cobran y después de trabajar toda la vida debieron tomar una decisión durísima y salir a cartonear para poder sobrevivir. Tampoco quisieron aceptar un centavo, ni ninguna ayuda, porque dijeron que su dignidad no tiene precio. Stella Maris y Wilmaran son el ejemplo cruel de que llegamos al fin de la jubilación. No podemos llamar jubilación a lo que, por su monto, como dice nuestro columnista Manuel Adorni, es sólo un subsidio, porque ni de casualidad alcanza para vivir.

¿Saben lo único que nos pidieron estos dos viejitos de una grandeza que nos deja así de chiquitos? Nos pidieron, a nosotros, específicamente, no callarnos, y a todos, no bajar los brazos. Si ellos no bajan los brazos, claramente no podemos bajarlos nosotros. Y todo esto amigos, aunque allá arriba haya gente que sólo busca quedarse con las últimas cajas porque intuyen que el poder se les termina.

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