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El falso progresismo de los corruptos
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El falso progresismo de los corruptos

La visita del presidente a Milagro Sala tiene lecturas diversas. En primer lugar, es un daño directo a la institucionalidad ya que busca contradecir a la justicia que decidió sobre Sala. Pese a que los militantes K salieron en manada a decir que la jujeña es sólo una procesada (mintiendo descaradamente), debemos recordar que tiene 4 condenas y que hay más causas en investigación.

Solamente en Argentina el presidente se sube a un avión y va a visitar a una delincuente. El análisis sobre Fernández escapa, muchas veces, al terreno de la política y entra de lleno en el terreno de la psiquiatría. En medio de una crisis económica y social sin precedentes, el mandatario busca únicamente agradar a sectores del oficialismo que lo desprecian. A Alberto Fernández no le importa Milagro Sala. La foto en el hospital es, una vez más, una muestra de sometimiento hacia los acólitos kirchneristas a los que trata de agradar. El tema es que esta gente, empezando por CFK, desprecia al Presidente y se lo hace sentir a cada momento. Mientras él se esmeraba en su penoso tour hospitalario jujeño, Andrés “Cuervo” Larroque (que no tiene ideas propias y solamente transmite mensajes de la familia Kirchner) lo amenazaba por los medios diciendo que “la fase moderada se había acabado”. Fernández lo entrega todo y a sus jefes no les importa. Es algo así como convertir la Presidencia en un despojo que no sirve para nada.

El episodio y la historia de Milagro Sala es una clarísima radiografía de aquello en lo que se ha convertido el peronismo en su decadencia. Sala recibía fondos públicos sin ningún control durante los años de Néstor y de Cristina Kirchner en el poder. Las autoridades provinciales no podían siquiera opinar y Sala se convirtió en la jefa mafiosa del lugar. Manejaba el poder y el dinero de manera discrecional y castigaba a los que no se sometían integralmente a sus designios. Poder, abusos y corrupción en manos de una persona a la que nadie había votado.

Pablo Racioppi es el director de la serie documental llamada “Jujuy Desoído” (que les recomiendo). Pasó mucho tiempo en Jujuy y entrevistó a muchas de las víctimas. Le pregunté por sus sensaciones respecto a lo que pasó en esos tiempos en Jujuy y me comentó: “Si bien cuando comencé a dar los primeros pasos para mi trabajo creía saber que el fenómeno Milagro Sala se había erigido -además de los recursos millonarios- sobre la aplicación de métodos violentos, puedo decir sin exagerar que cada día de investigación en Jujuy fue abrir una nueva caja negra en la que algo aún más violento o tenebroso aparecía. Me pregunté si el hecho de que no hayamos dimensionado semejante régimen de terror- que bien podría calificarse como una dictadura- fue una deuda del periodismo o de la política, que no indagaron lo suficiente para que encendamos la alarma a tiempo. Y cuando alguien se atrevía a recurrir a un organismo y contar fuera de la provincia lo sucedido, como hicieron algunas víctimas o comunidades originarias viajando a Buenos Aires para denunciar sus abusos en el INAI, el INADI o en la Secretaría de Derechos Humanos, tampoco eran escuchados. Sus reclamos no pasaban de la mesa de entrada. A veces, incluso, fueron maltratados en esas mismas dependencias.”

Esta historia macabra es la síntesis de lo que es el kirchnerismo: corrupción, autoritarismo y desprecio por el que piensa distinto. Sólo tenés derechos si te sometés. La patética visita del patético Fernández es un desprecio a la justicia, pero, sobre todo, un desprecio a las víctimas. Según cuenta la periodista jujeña, Rosario Agostini, las víctimas de Milagro Sala esperaron al presidente en la puerta del hospital y fueron ignoradas. La decadencia del régimen deja únicamente postales de barbarie.

Los K se quieren vender como progresistas, pero cada día que pasa muestran su verdadera cara: un clientelismo empobrecedor y unos personajes cuyo único objetivo en la vida es mantener privilegios. Uno de los que acompañó a Fernández a la provincia norteña es el diputado Eduardo Valdés, un típico exponente del peronismo y que la decadencia acelerada muestra en esplendor. Un par de días después de la expedición jujeña, en ocasión del Día Internacional del Orgullo, afirmó: “Ser puto es peronista, ser gay es gorila”. Estos dinosaurios gobiernan y hay algunos que, todavía, quieren defender a esta gente desde un discurso progresista. Valdés es uno de los que robó vacunas y dice barbaridades de esta calaña estando al lado del presidente. Son carcamanes aferrados al poder y atrasan 100 años. Mientras, Argentina sigue desmoronándose.

La única posibilidad para la Argentina es que pase con el kirchnerismo lo que pasó con Milagro Sala. Que se queden sin poder, que pierdan toda relevancia electoral y que la justicia les haga pagar por el sufrimiento que le infligieron a tanta gente.

Los burócratas en decadencia nunca abandonan el poder. La única salida es sacarlos de la vida pública con los votos y con la determinación política.

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