Cualquier logro económico puede desvanecerse como resultado de una tormenta política. Los empresarios miran con atención cómo se resuelve el escándalo cripto que envuelve al Gobierno.
Por Alejandra Gallo
La irrupción del “Criptogate” en el escenario político y económico creó nubarrones sobre las expectativas del mercado acerca del ritmo de la recuperación durante 2025.
El Gobierno venía sumando estabilidad en varios indicadores clave de la economía y capitalizando políticamente ese escenario frente a la oposición que, hasta el momento, no lograba articular un discurso para confrontar con “la motosierra” de Milei. Ahora, en cambio, encuentra algo de abono en el fango político del “Criptogate”.
Por ahora, no hay sentencias judiciales que confirmen actos espurios como resultado de las investigaciones abiertas tanto en la Justicia local como en la de los EEUU. Pero, de todos modos, sí hay inquietud en el corazón del poder, de quienes toman decisiones.
También es cierto que los temblores de las primeras horas en los mercados fueron aplacándose a medida que pasaron los días y que, desde la perspectiva del Gobierno, el episodio ya pasó y prefiere concentrarse en que, con el respaldo del Congreso, aprobó la suspensión de las PASO para este año (un objetivo clave para el oficialismo).
Lo que verdaderamente teme el mercado es que la decantación del Criptogate enfríe las expectativas económicas y haga más lento el proceso de recuperación para este año, cuando todos los sectores auguraban un resurgimiento. Antes del escándalo de $Libra había señales concretas para ese optimismo.
Por ejemplo, el indicador del consumo de la Cámara Argentina de Comercio registró en enero una suba interanual del 5,4% y un crecimiento del 4,3%, respecto de diciembre pasado. Desde la perspectiva de la entidad, que preside Mario Grinman, esto marca una “señal optimista respecto de los primeros meses del año”. De hecho, se trata del primer valor positivo en varios meses.
En Cicyp (el Consejo Interamericano de Comercio y Producción) consideran que el crecimiento para este año está descontado. Su titular Marcos Pereda señaló que. “si bien el FMI estimó una suba del 5% para este año y eso suena fuerte, confiamos en una reactivación importante porque aun así seguimos estando por debajo respecto de la crisis que antecede a este Gobierno”.
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Como siempre, la verdadera prueba de fuego para el Gobierno, en especial en año electoral, será cuánto más podrá bajar la inflación. Cabe recordar que el “Criptogate” justo estalló el mismo viernes en que en Casa Rosada se celebró la medición del INDEC sobre precios del mes de enero: 2,2%, la más baja de la gestión actual de Gobierno. Los sectores privados creen que la desaceleración inflacionaria está instalada en 2025, aun con este nuevo escenario. Pereda lo ratificó: “La expectativa que tenemos en el sector empresario es que la inflación vaya hacia la abajo”. En la CAC, en tanto, apuestan a que ese comienzo de año, que reflejó el valor más bajo desde hace 6 años, profundizará la desaceleración de los precios, incluso cuando se vio una suba en los precios de la carne, los servicios y el transporte que modificaría hacia arriba algunas proyecciones puntuales (aunque nunca superando el 3% mensual).
En otros sectores hay mayor cautela, porque apuntan a la mejora de la competitividad como un escenario en el que las posibilidades de ganar nuevos mercados para la Argentina podrían retraerse, dado el convulsionado escenario mundial, pero también por el efecto del “Criptogate”.
El “Grupo de los 6” pidió bajar ingresos brutos y tasas municipales para mejorar la competitividad en las empresas nacionales. Según cálculos de las entidades del campo, la industria, la Bolsa, los bancos, la construcción y el comercio, si bien la alícuota de ingresos brutos está determinada en 1,5%, se considera que la aplicación “en cascada” puede alcanzar en la práctica entre un 3% y un 9%.
Tal vez el Gobierno debiera tomar nota de lo rápido que suele desvanecerse la calma que provocan las “buenas noticias económicas” cuando los ruidos políticos ensordecen. Porque cualquier turbulencia en los mercados financieros traslada de inmediato sus nubarrones a los precios del mercado que transitan a diario los ciudadanos de a pie.