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Crónicas de “Distopía”, la ex república democrática conocida como EEUU
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Crónicas de “Distopía”, la ex república democrática conocida como EEUU

Por Lana Montalban 

Lo que estamos experimentando quienes vivimos en EEUU -y no hemos bebido la naranjada envenenada del actual presidente Trump, claro- es casi inverosímil. Lo vivieron los alemanes con la llegada de Hitler, los venezolanos con Chávez, los cubanos con Castro, los húngaros con Orbán, los filipinos con Duterte, los chilenos con Pinochet.

Los ejemplos abundan. Un líder carismático, populista y en extremo mentiroso, llega al poder mediante elecciones o una revolución que el pueblo clamaba. En poco tiempo, convierte su mandato en una dictadura, cada una con sus características diversas, pero con un solo fin: el control total de la población y los recursos del país, los cuales, en algunos casos -como en el presente de Norteamérica- se reparten con las corporaciones.

Recuerdo a un compañero de trabajo, cuando era la conductora de noticias nacionales de Telemundo, Raúl Alfonso. Un periodista opositor cubano, quien pasó durísimos 19 años de su vida como preso político en las cárceles de la isla caribeña, antes de lograr emigrar a EEUU. Él nos contaba, entre tantas historias, cómo conocía gente del servicio doméstico de la familia Castro. Aseguraba que el «gran líder revolucionario popular» comía en su casa con cubiertos de oro y de plata, y vajilla francesa de Limoges.

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La misma hipocresía de tantos. En mi país de nacimiento, Argentina, desde Evita hasta Cristina Elisabet Fernández, ambas auto-proclamadas «representantes de los pobres», pero llenas de joyas, ropa carísima y lujos.

Parecen todos diferentes pero, si afinamos la vista, veremos que son todos iguales. Extremadamente hipócritas, inseguros, crueles y vengativos. Ambiciosos al máximo. Egocéntricos. Y en el caso específico del condenado Trump, mentiroso patológico y, según un amplio panel de psiquiatras y psicólogos muy prestigiosos, un sociópata y narcisista maligno.

Hay un video circulando de Deepak Chopra donde define a Trump como «alguien que piensa con sus genitales» y agrega: «Tiene la madurez emocional de un niño de tres años, es incapaz de sentir compasión y tiene muy baja autoestima» (a pesar que proyecta lo opuesto).

Esa persona, a la que hay que agregarle la característica de que disfruta ser cruel, no sería quien está dirigiendo los destinos del otrora gran país del norte. Nadie sabe exactamente qué es lo que Vladimir Putin tiene sobre él, pero pareciera obvio que lo controla con la posibilidad de extorsionarlo. Últimamente lo ha humillado reiteradamente.

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El «celebrity» firma todo tipo de órdenes sin siquiera leerlas, así que quienes realmente controlan nuestro destino en este momento, son quienes lo rodean: oligarcas con ideas extremistas y total desinterés por mejorar la vida de la población. Solo quieren seguir acumulando riqueza.

Hay una frase en inglés que me encanta: «The silver lining». Significa encontrar un lado positivo de una mala situación (literalmente quiere decir «un borde plateado»).

Menciono esa frase porque el sábado pasado, 14 de junio, casi 12 millones de personas nos movilizamos en todo el país, con protestas pacíficas en contra de lo que están haciendo: eliminando todos los derechos que la Constitución otorgó a sus ciudadanos por los últimos 250 años, separando violentamente a niños de sus padres, secuestrando sin proceso judicial a ciudadanos y residentes legales, junto a personas sin estatus legal y enviándolos a cárceles despojados de cualquier derecho, sin acusación alguna y sin siquiera derecho al habeas corpus. Mientras a otros, los envían a centros de tortura en el exterior.

Todo lo que están haciendo es ilegal. La lista de ilegalidades es muy extensa.

Mencioné esa frase que tanto me gusta porque a veces necesitamos que la vida nos sacuda para despertar y tomar nueva conciencia. Para ordenar nuestras prioridades.

He tenido muchos amigos que sufrieron enfermedades graves o catastróficas como ataques al corazón, cáncer o Parkinson. Curiosamente, hablando con varios de ellos, la enfermedad fue ese «silver lining». Se enfrentaron con su propia finitud, lo que los hizo reflexionar; barajar y dar de nuevo. Unos dedicaron menos tiempo al trabajo y más a los afectos. Otros se dieron más gustos. Y hasta alguno dedicó el resto de su vida a ayudar a los demás.

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En el caso de EEUU, dábamos «demasiado por sentado». Las cosas eran como eran. Hasta que un día llegó el monstruo naranja y cambió todas las reglas del juego. Ya no se puede tomar la Primera Enmienda de la Constitución (la libertad de expresión, libertad de prensa, de religión y de reunirse pacíficamente) como derecho adquirido. Por decir o publicar algo pueden arrestarte en tu casa o tu trabajo.

O la Cuarta Enmienda, que no permite entrar a ninguna vivienda o arrestar a nadie sin causa probable. Si estuviste mirando las imágenes que provienen de aquí, no me hará falta aclarar que la Constitución no está siendo respetada.

La Sexta enmienda asegura que toda persona que vive en este país (no sólo ciudadanos) goza del derecho a contar con un abogado y un proceso judicial justo. Y así puedo seguir hasta cubrir toda la Constitución, que Trump y sus secuaces están usando de papel higiénico.

Quieren instalar una teocracia en la que las mujeres pierdan absolutamente todos sus derechos, donde los niños sean adoctrinados en vez de educados, donde los trabajadores serán casi esclavos. Donde la corrupción más rampante jamás vista en la historia de este país será moneda corriente. Ya están robando a manos llenas y normalizándolo sin sonrojarse.

Están usando el miedo y las amenazas para intimidar a ciudadanos comunes, pero también a jueces y legisladores, abogados, empleadores, periodistas y corporaciones. Cuentan con un ejército de zombis armados que creen todas sus mentiras. Sin ir más lejos, uno de ellos asesinó el sábado a una legisladora y su marido, e hirió de gravedad a otros.

Sé que suena extremo, pero es lo que quieren y lo que están haciendo. Hasta lo publicaron bajo el nombre «Project 25» sin la menor vergüenza.

Lana Montalban, y una historia de guerra, raíces, esperanza y literatura

Mis amigos me dicen que no me arriesgue tanto. Les contesto: prefiero irme de este mundo sabiendo que luché por lo correcto, a mantener una actitud pasiva frente a los atropellos.

Volviendo a la frase «the silver lining», es probable que las barbaridades que estamos viendo y viviendo, despierten definitivamente a la mayoría del país que vivía en «piloto automático» hasta la llegada de estos seres despreciables. De ser así, un futuro mejor es posible, aunque sería un futuro lejano, ya que volver a construir lo que están destruyendo con una bola de demolición, tomará mucho tiempo.

No se saldrán con la suya tan fácilmente. Las marchas seguirán y crecerán. Cada vez más gente se rebelará contra esta aberración. Esto es solo el principio.

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