Por Romina Andreani (*)
Hasta hace unas semanas, China era para mí un cúmulo de referencias cruzadas: potencia imparable, fábricas, comercio, innovación, contradicciones. Pero en este primer viaje, que me llevó por Guangzhou, Shenzhen y Shanghái, entendí que China es, ante todo, una declaración constante de futuro. Un país que no espera a que las oportunidades lleguen, sino que las inventa y las persigue con determinación.
En este tiempo de incertidumbre global, vale la pena repasar de qué se trata el modelo chino.
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GUANGZHOU: EL TERMÓMETRO DEL COMERCIO MUNDIAL
Mi primer contacto con esta energía fue en Guangzhou, sede de la 137ª Feria de Cantón, también conocida como la China Import and Export Fair. Un evento monumental que no es simplemente una feria de negocios: es un barómetro del comercio exterior chino y un escenario donde se proyectan las ambiciones del país.
Con más de 253.000 compradores extranjeros de cientos de países (un récord histórico y un 24% más que el año anterior), la feria era una marea humana de culturas, idiomas y expectativas. El aire olía a estrategia y a café de reuniones. Representantes de 146 cámaras y asociaciones industriales —un 18% más que en 2024— pululaban entre stands de tecnología, maquinaria, muebles, moda y electrónica. Entrar a la feria es una experiencia en sí, el ingreso es una representación de los países interesados en aprovechar la oportunidad que representa China hoy.
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Se realizaron más de 24.000 millones de pedidos de “compra intencional” que sumaron 24.900 millones de dólares. Pero más allá de las cifras impresionantes, lo que me impactó fue la velocidad con la que todo se decidía. En los stands había pequeñas mesas donde, sin rodeos, se discutían mínimos de compra, condiciones de envío y pagos. Si había acuerdo, se cerraba. Rápido. Sin drama. Sin perder el tiempo. Para los indecisos, se dejan tarjetas y folletería en el frente del stand.
Si te gusta un artículo, te sentás en una de las mesitas del stand y pedís una factura pro-forma. Este documento funciona como un acuerdo preliminar donde se detalla todo: qué estás comprando, a qué precio, cómo se embala, en qué puerto te lo entregan y cómo serán los pagos. La operación comercial se pone en marcha cuando se paga el 30% de anticipo. El 70% restante se paga contra documento de embarque, o sea, una vez que la mercadería fue ya despachada. Es un proceso muy ágil.
En esta edición, la Feria tuvo dos grandes focos: uno tecnológico, con énfasis en inteligencia artificial, robótica y automatización; y otro centrado en la sostenibilidad y la descarbonización. Se presentó un millón de nuevos productos. Y por primera vez hubo un área dedicada a las empresas de comercio electrónico transfronterizo junto con empresas de almacenamiento en el extranjero, lo que habla del músculo logístico que está construyendo China para su expansión digital.
Una escena resume bien el pulso de esa ciudad comercial: post feria, haciendo un paseo turístico por el río mientras caía la noche, se me acerca una mujer china. Sin saludar, me mostró su celular con una aplicación de traducción: “¿Estás en la industria del mueble?”. Le respondí, con mi celular y usando el mismo traductor, que no. Siguió: “¿En qué industria estás?”. Le conté brevemente y, sin dudarlo, me pidió contactos y plataformas para vender en Argentina. Nos intercambiamos tarjetas. Esa actitud directa, sin tiempo para protocolos, refleja una manera de estar en el mundo: buscar oportunidades, no esperarlas.
SHENZHEN: CÓMO SE FABRICA EL FUTURO
La segunda parada fue Shenzhen. No es solo una ciudad: es una idea en plena ejecución. Hace 30 años era un pueblo de pescadores. Hoy es un laboratorio urbano donde el futuro ya está en fase beta: la ciudad tiene más de 17.000 empresas de tecnología registradas.

Vista aérea del Campus de Huawei en Shenzhen
Ahí hay drones que entregan pedidos de café en plazas, taxis autónomos y zonas de prueba para vehículos voladores. Todo es rápido, eficiente y joven. La velocidad de transformación es vertiginosa. Pero fue en mi visita al campus del gigante tecnológico Huawei donde sentí que había entrado en una especie de parque temático del futuro.
Según su último informe público, Huawei vendió más de 1.000 millones de dispositivos en 2024. Tiene más de 360.000 empresas como clientes y generó ingresos por 118.200 millones de dólares, con un crecimiento del 22,4% en un solo año. Pero no es solo eso. Lo más interesante está en su cultura interna.
Nos recibieron con ceremonia del té, comida típica cantonesa y danzas tradicionales. Luego nos llevaron a una biblioteca monumental. Según nos dijeron, el fundador, Ren Zhengfei, considera que preservar el conocimiento universal es una prioridad, por eso coleccionan libros de todo el mundo. Pero el gesto que más me llamó la atención fue cuando me explicaron por qué habían construido (¡en tres años!) una réplica de ciudades europeas dentro del campus: querían que los investigadores extranjeros se sintieran como en casa. No buscan que se adapten, sino que se sientan bienvenidos desde su propia identidad.

En el Capus de Huawei Shenzhen reciben a los visitantes de negocios con la tradicional ceremonia del té
Hablamos de inteligencia artificial aplicada a la salud, la logística, la predicción del clima, los gemelos digitales (réplicas virtuales), los humanos virtuales, las ciudades inteligentes y los sistemas autónomos de conducción. En ningún momento sentí ansiedad o arrogancia. Todo se contaba con naturalidad. Como si fuera obvio que este es el camino. Como si estuvieran más preocupados por construir que por competir.

El Campus de Huawei en Shenzhen emula a las ciudades europeas, para que los visitantes y trabajadores de todo el mundo puedan vivir en China manteniendo su identidad
Huawei tiene un modelo de gobernanza poco común para una empresa de su tamaño: no cotiza en bolsa y su propiedad está en su mayoría en manos de los empleados. El fundador posee menos del 1% de las acciones. El resto está distribuido entre miles de empleados a través de un esquema de participación interna, gestionado por una estructura de liderazgo tripartita. Esta incluye al fundador, un comité de representantes elegidos por los trabajadores y un grupo rotativo de expertos que cambia cada seis meses. Este sistema les da independencia financiera y les permite tomar decisiones estratégicas a largo plazo sin presiones del mercado o de inversores externos. Por este motivo, y el hecho de que la anterior administración Trump había firmado una orden ejecutiva para prohibir a las empresas de su país utilizar servicios Huawei, el gigante tecnológico no sufre ahora el tarifazo lanzado por el presidente norteamericano. Ya estaban adaptados a lo que hoy alarma a todo el planeta.
SHANGHÁI: ESPEJO DE LO QUE FUE Y LO QUE SERÁ
La última ciudad del viaje fue Shanghái, la más cinematográfica. De un lado del río, la arquitectura europea, reminiscencia del pasado colonial; del otro, los rascacielos futuristas de Pudong, iluminados a puro LED.
Shanghái es la síntesis de China: conserva la historia y, al mismo tiempo, la desafía. En estos días, el propio Xi Jinping visitó la ciudad para reforzar su rol estratégico en el desarrollo de la inteligencia artificial, la economía digital y la innovación sostenible. No es casualidad: aquí se están gestando modelos de gobernanza inteligente, sistemas de monitoreo urbano, y hasta modelos hiperrealistas de la ciudad para mejorar la gestión de emergencias.
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El mensaje es clarísimo: en China, cuando se proponen algo, lo hacen. Lo construyen. Lo prueban. Y lo escalan.
Solo un ejemplo: el tren magnético que une el aeropuerto de Pudong con la ciudad parece sacado del futuro: recorre 30 kilómetros en solo 8 minutos, flotando sobre las vías a más de 430 km/h sin tocar el suelo. Funciona con tecnología de levitación magnética, que elimina el contacto y reduce el ruido al mínimo. Fue un proyecto ambicioso, con una inversión de 500 millones de dólares por kilómetro construido, y hoy es una muestra clara de cómo China pone la tecnología al servicio de la velocidad y la eficiencia. Todavía me queda la sensación vertiginosa de viajar flotando a 250 km por hora.
CONCLUSIÓN: UNA INCOMODIDAD INSPIRADORA
Volví con muchas ideas, pero también con una sensación difícil de nombrar: una mezcla de asombro, desafío y urgencia. China no es perfecta, pero no pretende serlo. Lo que sí es -sin duda- es una máquina de movimiento. Te incomoda, te sorprende, te empuja. No se detiene a preguntarse si es el momento adecuado para hacer algo. Lo hace. No espera aprobación externa. Va. Y si algo falla, corrige en el camino.
En un mundo que a veces se paraliza entre diagnósticos y excusas, ese ritmo, esa audacia, esa capacidad de construir desde la visión, resulta profundamente inspiradora.
Y, al menos para mí, inolvidable.
(*) Inversora ángel. Miembro de diversos boards. Mentora. Facilitadora en la creación de empresas