Por Alicia Barrios (*)
Qué manera de reírme pensando en cuánto se estará divirtiendo Francisco. El dinero que se gastó detrás de las operaciones mediáticas nombrando a otros posibles papas es incalculable.
Nadie se soñaba que el cardenal agustino Robert Prevost fuera el nuevo vicario de Cristo. Impensado. Más que el mundo, se sorprendieron los medios que se hicieron eco de cualquier otro nombre, menos del que estaba cerca. Esto prueba la incondicionalidad de los hombres que nombró Bergoglio al frente del Consejo Cardinalicio. Ascendió a 133 el número de electores. A Prevost lo votaron 89.
Hablamos de un hombre de Dios que nació en Estados Unidos y que está en las antípodas de Donald Trump.
Fue un pastor que se entregó a su vocación, peregrinando en Perú durante 40 años, donde tenía una diócesis que lo seguía paso a paso. Su trabajo por los pobres no tiene precedentes. Dio vuelta Cáritas, la fortaleció y trabajaron por una sociedad más justa contra todas las adversidades, que ponen piedras en el camino cuando uno levanta la bandera de la Doctrina Social de la Iglesia.
Prevost es más parco que Bergoglio. Es muy gestual. No paró de emocionarse ni de llorar cuando leyó su primera homilía. Francisco lo llevó a Roma para nombrarlo en un lugar clave de la curia romana: el Dicasterio de los Obispos.
Todos los sábados se reunían en Santa Marta. Había más que una evidencia de intensa proximidad, pero a nadie se le ocurrió pensar que era el sucesor. El elegido.
Tiene un gran sentido del humor, una condición que para Bergoglio es fundamental. No se le pasa por alto ninguna ironía, sin que él responda con una carcajada. Eligió el nombre de León XIV. Su predecesor, León XIII, fue quien entronizó a la Virgen de Luján. Y, justo en el día de la Virgen de Luján, León XIV fue elegido Papa. Creer o reventar.
Con frecuencia Bergoglio, decía que tenía puesta la esperanza en Latinoamérica, Asia y África, donde había mucho por hacer. Los santuarios para él eran el lugar más milagroso que existía. No es casual que su sucesor sea un americano que misionó en Perú, en su querida diócesis de Chiclayo, donde recibió la nacionalidad peruana. Allí caminó junto a los más necesitados; tiene kilómetros y kilómetros de sinolanidad.
Ayer en la Catedral de Buenos Aires no paraban de sonar las campanas. Se oía la prédica en voz alta y feliz de su rector, el padre Alejandro Ruso, quien no dejaba de proclamar a los cuatro vientos: “¡Viva el Papa, viva el Papa!”. No es para menos: estaba anunciando al León de Bergoglio. Lo mejor está por venir.
(*) Periodista, conductora de “Las dos orillas” en Radio Colonia AM550 y amiga personal del Papa Francisco en los últimos 28 años.