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Brandoni contra las mordazas
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Brandoni contra las mordazas

Luis Brandoni presentó el programa político más claro y necesario para la Argentina. En una entrevista habló del peronismo y refiriéndose al mismo afirmó: “No les importamos nada. En lo único que tengo depositadas mis esperanzas y mis ganas de seguir viviendo es en que van a perder y van a desaparecer”. Un deseo hermoso y un diagnóstico preciso. La frase de Brandoni debería ser el programa político de la oposición.

Como era esperable, mucha gente lo apoyó en las redes sociales y los peronistas lo criticaron con un argumento insólito, cuestionando que usara la palabra “desaparecer” por la espantosa metodología de la dictadura militar. Los seguidores del partido, que en 1983 apoyaban la autoamnistía de los militares y que se negaron a integrar la CONADEP, organismo que investigó las desapariciones, cuestionan a un señor que apoyó el proceso político que juzgó a los militares y que usó un verbo, que se usa siempre en ese sentido, para marcar su posición política. Según esa extraña teoría, si alguien dijera “me gustaría que desapareciera la maldad del mundo”, se estaría refiriendo indefectiblemente a la dictadura argentina. Algo así como si alguien padeciendo un desengaño amoroso dijera: “no quiero ver más a esta persona, quiero que desaparezca de mi vida” y se estuviera refiriendo a un momento histórico del país y no a su situación personal de ese momento.

Los que critican a Brandoni creen que pueden decirles a las personas cómo deben expresarse. El nivel de manipulación que aplican es despreciable y nos obliga a recordarles que las desapariciones en la Argentina empezaron en el año 1975, cuando gobernaba el peronismo y continuamente morían ciudadanos por obra de organizaciones peronistas como la Triple A o Montoneros. Los seguidores del partido político que quería impunidad para los autores de las desapariciones se ofenden porque un señor dice que quiere que esa fuerza política deje de martirizar al país.

Se molestan porque Brandoni usó un verbo que se usa siempre en ese sentido. Es una manera de explicar que quiere el fin del peronismo, compañeros. Se van calmando.

Los acontecimientos de esta semana ponen de manifiesto lo acertado de la apreciación del actor. El país se desmorona, la pobreza es dantesca, el aislamiento internacional es total. La gente sufre y los peronistas muestran que lo único que pueden hacer con eficiencia es depredar los fondos públicos. No hay rumbo ni dirección porque la mala praxis es absoluta y porque armaron un gobierno Frankenstein por obra y gracia de CFK, que no podía ganar las elecciones si iba de candidata a presidente, pero que necesitaba tener un gobierno con la esperanza de no ir presa y preparar candidatos propios a futuro usando para ello fondos públicos. Por eso la Cámpora se quedó con todas las cajas. Usan el dinero de los contribuyentes para financiar organizaciones políticas y con ese poder someten a esos mismos contribuyentes esquilmados. Esa perversión es lo que entienden por democracia. Todo deformaron. Todo.

El sainete del ministerio de Economía es un capítulo más en este pozo de decadencia del cual no se llega a ver el fondo. Renunció Guzmán (personaje inflado hasta el infinito por cierto periodismo) porque, básicamente, no pudo torcer la voluntad de subordinados suyos que no le atendían el teléfono por ser miembros de la secta con sede en el Instituto Patria. Hubo muchas especulaciones sobre la sucesión con nombres que se ofrecían como capitanes del Titanic, prometiendo que traerían consigo un termo de agua caliente para derretir el témpano. Nada de eso sucedió y, una vez más, fueron a la mesa de saldos y encontraron a Batakis en oferta. No hay ninguna posibilidad de que ese nombramiento esquive el témpano. Hablamos de una persona que llegó por descarte (así se leyó en el mundo).

Una vez en el cargo, la flamante ministra se dedicó a aumentar la mala opinión que había surgido desde su nombramiento. En primer lugar dijo que el mejor ministro de Economía fue Gelbard, que estuvo en ese cargo con Perón en el gobierno en los años ‘70 (es notable la tara que tienen los peronistas con los ‘70). Gelbard era comunista e hizo un plan que fracasó al poco tiempo de implementarse. Al igual que ahora, quería salvar la economía mediante acuerdos con China y con otros países comunistas y sus políticas terminaron en el posterior Rodrigazo del año 1975. En otras palabras, fue consecuencia del fallido plan de Gelbard. Enamorada del fracaso, la ministra. Luego de esa presentación histórica, Batakis dijo: “El derecho a viajar colisiona con la generación de puestos de trabajo”. Más allá de lo impresentable de la declaración en cualquier sentido que se le busque, hay algo que salta a la vista: la gente que viaja o que compra cosas lo hace con dólares o pesos que les pertenecen. Batakis cree que los dólares que usa la gente son de ella o del Estado. No hay mejor prueba que este pensamiento para entender que todo irá a peor.

Un año y medio le queda a este gobierno. Un año y medio de sufrimiento para ciudadanos que ven que sus bienes y su destino están en manos de una murga radicalizada.

Brandoni expresa la necesidad de muchas personas que quieren vivir en un país normal, sin el flagelo de expresiones políticas que ponen por delante sus negocios con el dinero y con el poder. El problema no es con las personas que tienen origen en el peronismo y que no quieren integrar organizaciones mafiosas. De hecho, en Juntos por el Cambio hay mucha gente que venía del peronismo y se incorporó a una fuerza democrática porque entendió que esa organización de burócratas millonarios sólo podría ofrecer decadencia. El problema es el entramado de políticos, sindicalistas, empresarios, gerentes de la pobreza, señores feudales, todos ellos funcionales a una política que solamente trae atraso. Eso es el peronismo. Hoy se ve en toda su plenitud. Se trata de dilucidar si la Argentina podrá tomar un camino virtuoso o si los dinosaurios (de los que habla Brandoni) quedarán como dueños absolutos de los despojos de un ex país.

Los dinosaurios deberían desaparecer.

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